LA ESENCIA KATARISTA EN LA FORMACIÓN Y EN EL ACCIONAR DEL EJÉRCITO GUERRILLERO TUPAK KATARI (EGTK) EN BOLIVIA*
Por Alejandro Schneider**
A partir de 1985, nació una nueva Bolivia. La llegada a la primera magistratura del líder histórico del Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR), Víctor Paz Estenssoro, abrió un nuevo escenario político. Como tarea inmediata dispuso disolver el estado que había surgido tras la Revolución de 1952 a la vez que trató de dar a luz a otro país. El reordenamiento tuvo diferentes dimensiones. Pocos días después de haber asumido, Paz Estenssoro inauguró un drástico programa económico y social, que acarreó un nuevo tipo de pacto de dominación sobre la sociedad civil; para eso buscó disciplinar a la clase obrera y el campesinado, en sintonía con la oleada neoliberal que atravesó a América Latina y el resto del mundo.
En este escenario, en la minería se expresaron los cambios más radicales. La crisis del mercado internacional del estaño y la constante pérdida de productividad en las minas fueron los argumentos que se emplearon para desmantelar a las empresas productoras. El sindicalismo de los trabajadores del subsuelo fue incapaz de frenar el avance del gran capital. Al calor de ese fracaso, se desestructuró la Corporación Minera de Bolivia (COMIBOL). En el plazo de un año, al cerrarse más de cincuenta minas estatales, la citada empresa despidió a más de dos terceras partes de sus obreros, aumentando sideralmente la tasa de desocupación.
Las reformas estructurales subsistieron y se consolidaron en 1989 con la llegada al Palacio Quemado de Jaime Paz Zamora. Su célebre frase, “hay que achicar el Estado para salvar la Nación”, fue todo un indicador sobre las medidas adoptadas en su gestión gubernamental. La avalancha neoliberal ocasionó una brutal desestructuración de las formas de agregación colectiva que identificaron a Bolivia durante décadas. Esto impactó en los sectores indígena-campesinos que venían levantando distintos tipos de reclamos en defensa de sus condiciones materiales y sus derechos ancestrales. El katarismo fue la principal expresión que sintetizó estas demandas. La reafirmación del pasado histórico y de la identidad étnica aymara se convirtieron en el motor dinamizador de las movilizaciones en un contexto signado por la crisis del antiguo estado revolucionario. En ese marco, la apuesta por las armas fue vista como una necesidad por un sector de la población.
I.
En términos generales se considera que el indianismo y el marxismo fueron las dos principales fuentes ideológicas que alimentaron la filosofía y el accionar del Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK). Con respecto a la primera corriente mencionada, se puede observar que a diferencia del indigenismo, protagonista de un movimiento cultural que busca rescatar las raíces originarias y que fue desarrollado por intelectuales, el indianismo es una propuesta política que parte de los propios pueblos indígenas originarios y que tiene como objeto asumir el poder. (1) Este movimiento fue en parte producto del fracaso de la integración promulgada por los gobiernos posteriores a la Revolución y de la frustración que resultó el proyecto modernizador de la reforma agraria. (2)
En el transcurso de los años siguientes, estos pensamientos incidieron -en forma variable- en los distintos grupos políticos que levantaron las banderas del indianismo: el Movimiento Universitario Julián Apaza (MUJA), el Movimiento Indio Tupak Katari (MITKA), el Movimiento Revolucionario Tupak Katari (MRTK) y la Ofensiva de los Ayllus Rojos. Con el acontecer de los enfrentamientos a la dictadura militar, la conformación de la Confederación Sindical Única de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CSUTCB), el fracaso que representó la experiencia democrática de la Unión Democrática y Popular (UDP) y, por sobre todo, con la aplicación de las reformas neoliberales, el discurso y la actividad de un sector del katarismo fue adoptando otro cariz. En opinión de Álvaro García Linera, algunos miembros de este grupo sostuvieron que “deben ser los mismos indígenas quienes deben (…) ser los gobernantes del Estado.” En este sentido, su propuesta se manifestó a favor del nacimiento de “otro Estado y en otra república” debido a que los gobiernos posteriores a la independencia no modificaron la exclusión y el exterminio que se padecía desde los tiempos coloniales. De este modo, “bajo esta mirada el indígena aparece entonces no sólo como un sujeto político, sino también como un sujeto de poder, de mando, de soberanía.” (3)
El antecedente inmediato de uno de los dos núcleos fundadores que nutrieron el EGTK fue la participación de algunos de sus integrantes en el MITKA. Cabe indicar que este grupo surgió en el Primer Congreso Histórico Indio realizado los días 24 a 28 de abril de 1978 en el cantón Calacoto, provincia Pacajes del Departamento de La Paz. En ese evento, uno de los documentos presentados, y aprobado, fue la Tesis Política del MITKA. En este manuscrito se adoptaba la lucha armada como alternativa válida y como principio ideológico para la toma del poder político y la liberación del Qullasuyu. Como consecuencia de estas afirmaciones, en el seno del MITKA se produjeron una serie de discrepancias y divisiones frente a aquellos que sólo buscaban una participación electoral. (4)
Desde sus orígenes, este grupo hizo hincapié centralmente en el enfrentamiento racial entre blancos y originarios por sobre otras cuestiones. Años más tarde, Felipe Quispe reflexionaba manteniendo esos mismos principios:
“Nosotros los indígenas tenemos nuestro propio territorio. Este territorio no es de los occidentales, de los colonizadores, es nuestro. Tenemos nuestra propia historia, nuestra propia filosofía, nuestras leyes, religión, idioma, hábitos y costumbres. (…) nosotros los aymaras nos consideramos una nación y de ahí la idea de autodeterminarnos. Nosotros no seguimos la bandera tricolor boliviana que cargan nuestros opresores; nosotros tenemos la wiphala, tenemos nuestros propios héroes y mártires…” (5)
En ese marco, a nivel electoral en 1978, propusieron candidatos propios a diferencia del MRTK que apoyó a figuras partidarias del sistema político. Sin embargo, no sólo participaron en actos comiciales, su mayor presencia se encontró en el plano gremial militando en la CSUTCB. De este modo, en esta central sindical campesina convivieron, no sin tensiones, un conjunto de formas de organización y de luchas que se nutrieron esencialmente de dos grandes tradiciones culturales. Por una parte, la memoria que se remonta al pasado signado por la opresión que sufren las comunidades desde los tiempos coloniales; por el otro, por la experiencia adquirida –en términos de organización gremial- durante el siglo XX, en particular con la Revolución de 1952 y con la Reforma Agraria de 1953. (6)
En cuanto al pensamiento marxista, este provino esencialmente de antiguos trabajadores mineros que sufrieron las consecuencias del derrumbe de la COMIBOL y de militantes estudiantiles impactados por los procesos guerrilleros que se estaban desarrollando en Centroamérica.
II.
Los primeros pasos de conformación del grupo se remontaron a la actividad desplegada por Felipe Quispe Huanca como Secretario de Organización de la Dirección Nacional del MITKA en 1984. Por entonces, el denominado Mallku cortó los vínculos con la legalidad, se alejó del camino electoral y propuso “la guerra comunitaria de ayllus” como “el principal instrumento de lucha para la toma del poder político”. Asimismo, planteó que el mencionado movimiento indianista adopte la vía armada como táctica militante. De este modo, Quispe junto con Fernando Surco, José Aramayo y su esposa Camila Choqueticlla y otros activistas se fueron del MITKA. Según lo expresado por Ayar Quispe, el Mallku y Jaime Apaza Chuquimia, fueron a Cuba, en 1980, durante un año, a entrenarse en el arte de la instrucción militar. (7) Según recuerda Felipe Quispe:
“Empezamos a organizarnos desde el año 1984, cuando no teníamos ni un revólver, ni recursos, ni tampoco experiencia militar. Si bien algunos de nosotros teníamos entrenamiento político-militar en Centro América, pero no era suficiente. (…) En las primeras acciones de recuperación económica utilizamos piedras afiladas, como en los tiempos neolíticos, poco después ya teníamos armas y así sucesivamente.” (8)
Como consecuencia de esa experiencia y de la situación política reinante se decidió crear el Ejército Tupak Katari, en Sucre, el 26 de febrero de 1986. En forma paralela a este evento, Quispe fundó la “Ofensiva Roja de Ayllus Kataristas”; organización también conocida con el nombre de los “Ayllus Rojos”. A partir de ahí, sus posiciones políticas y sindicales se sostuvieron en diferentes encuentros gremiales. Por ejemplo, en 1987, en el VII Congreso de la Central Obrera Boliviana (COB) elevaron un documento donde caracterizaron al país como un territorio conquistado desde la época colonial por los “blancos” y “mestizos” que subyugaba y explotaba a las masas indígenas en condiciones de extrema pobreza. Frente a ello, propusieron erigir un “Estado de los trabajadores basado en la unión socialista de las diversas nacionalidades anteriormente oprimidas”. El escrito finalizó con una clara advertencia de los pasos que iba a seguir la organización: “Tupaj Katari vuelve en las armas de cada comunario”. Además, se exhortó a prepararse para una violenta guerra de clases que condujese hacia el socialismo. Más aún, se definió a este último sistema como “el control directo, sin intermediarios, de todos los trabajadores armados sobre los medios y los recursos que tiene la sociedad”. (9)
Años más tarde, la Ofensiva Roja de Ayllus Tupakataristas (ORAT) o Ayllus Rojos fueron la tercera fuerza en importancia numérica en el IV Congreso ordinario de la CSUTCB en Tarija al 11 al 17 de septiembre de 1989. En esa ocasión presentaron su Propuesta de Declaración Político Sindical en donde polemizaban con el papel llevado a adelante por las Organizaciones No Gubernamentales (ONG) a la vez que llamaban a enfrentarlas:
“Lucha contra las instituciones como IPTK, CIPCA, QHANA; Radio San Gabriel, ACLO, etc. que viven sin trabajar a nombre de la cultura indio-campesina-comunitaria” (10)
Frente a esto, la ORAT sugiere que las ONGs
“deben pasar a manos de los trabajadores del campo, porque el financiamiento viene en nombre del indio y no está manejado por el propio indio, sino por algunos intrusos extracontinentales”. (11)
Ante estas declaraciones, según Ayar Quispe, el entonces diputado nacional por Izquierda Unida Miguel Urioste denunció que el movimiento armado peruano Sendero Luminoso estaba penetrando en el movimiento campesino; logrando de este modo, que los organismos de inteligencia bolivianos se alerten de las actividades de los Ayllus Rojos. (12) Por su parte, Jaime Iturri indicó que en ese evento Felipe Quispe, en nombre de su grupo, se despidió públicamente de los delegados anunciando su pase a la clandestinidad y el inicio de la lucha armada. (13)
El paso siguiente fue la realización del congreso del EGTK en el cerro Chacaltaya el 14 de noviembre de 1990. En dicha asamblea secreta se congregaron alrededor de doscientos hombres y mujeres, de origen indígena-campesino, responsables de decenas de células provenientes de todo el país. En el encuentro se debatieron dos posturas frente a la situación nacional y la correlación de fuerzas de la organización: una de ellas, argumentada por Quispe, sostuvo que el horizonte político indicaba que había que aguardar dos años más “porque aún hacía falta el trabajo de masas”. El otro punto de vista, esgrimido por Surco, era que “el trabajo de masas ya se había realizado por muchos años y lo que hacía falta urgentemente era iniciar la guerra comunitaria de ayllus”. Esta perspectiva fue aprobada en forma mayoritaria. (14) Según el Mallku, se crearon tres escuadrones representando la respectiva identidad nacional que habitaba en el país. El número con mayor representación fue la Nación Aymara, le siguió la Qhichwa, y en proporción menor la que pertenecía a Bolivia. En esta última se encontraba el grupo de los marxistas encabezados por los hermanos García Linera. Por último, Quispe hizo prestar juramento a los tres sectores a fin de que no se realice ninguna traición a la guerra comunitaria de ayllus. (15) Desde otra perspectiva, un ex minero del sindicato de Caracoles, militante del grupo denominado marxista, recuerda el nacimiento del EGTK:
“-¿Coyunturalmente cómo explicaría el surgimiento del EGTK?
-Ese proceso es el que nos hace reflexionar, yo porque mi condición de trabajador minero. Yo leía el marxismo desde el punto de vista del Capital, y al capitalismo desde los principios de la producción. Entonces, ahí nos dimos cuenta que el capitalismo, encuentra diferencia entre lucha de clases; patrones y trabajadores, esclavos, siervos. Uno ve la historia y se da cuenta que nuestra estirpe es: Aymara, o es quechua o es guaraní. Vimos para atrás y nos dimos cuenta, viendo la cara de nuestros abuelos, que no era posible que continúe este proceso de exclusión y racismo. Y particularmente ahí surge el modelo de libre mercado. Esa son las primeras causas para enfrentarnos y organizarnos. Organizarnos en grupos de estudio político, separados, la clase media en las ciudades, los obreros en las minas y en las fábricas, y los campesinos en el campo (…) En el 88, ya se decide, cuando ya el gobierno empieza aplicar medidas neo-liberales sobre el país (…) Y ahí empieza a surgir en el 88, la decisión de que ¿Cuál es la alternativa? Dos opciones: armar la guerrilla urbana o la guerrilla rural con estructura en columna o bajo un modelo maoísta. Entonces, la idea surgió desde el campo: en columna no, no vamos a repetir la historia del Che, ni de la FARC, lo que vamos a hacer más bien es lo que hizo Mao en la revolución cultural del 59. Organizamos la lucha de comunidades, de ayllus, de barrios y de centros de trabajo. Ahí fijamos los procedimientos y en un congreso decidimos como se iba a llamar el grupo, para salir el 90. Entonces, en el noventa surge el EGTK, no con un cabeza como dirección, sino de manera colectiva la dirección.” (16)
El nacimiento de la guerrilla del EGTK se dio dentro un contexto histórico signado por la derrota de las organizaciones obreras tradicionales encabezadas por el proletariado minero frente al avance del neoliberalismo. Este no fue el único grupo armado que intentó dar una respuesta frente a este desolador panorama. Por entonces, surgieron otras dos corrientes que proclamaron el accionar combatiente: las Fuerzas Armadas de Liberación Zarate Willka (FAL-ZW) y la Comisión Néstor Paz Zamora (CNPZ).
III.
La instrucción en el arte militar del grupo fue una tarea central para la organización. No se pensaba sólo en una actuación a nivel urbano por medio de ataques dinamiteros sino que también se concibió la preparación de un cuerpo guerrillero para que actuase en las selvas de Larecaja Tropical y el Alto Beni. Estas acciones fueron fundamentadas en un documento:
“En lo que se refiere a la capacidad organizativa militar, entre lo que se tiene hay que contar en primer lugar con nuestras células de combate y su armamento; en su mayoría se trata de pequeños grupos con poco armamento, pero entrenados y fogueados en un trabajo clandestino y de guerra subterránea de más de seis años; de ellos una buena parte se ha templado en acciones de riesgo. Esto da una base de organización y capacidad militar que se ha de poner a prueba y ha de ser infinitamente enriquecida en el desarrollo de la misma guerra ya que al fin y al cabo en todo el mundo, se aprende a hacer la guerra guerreando. En segundo lugar y más importante que los anteriores, están las armas nuevas y antiguas que poseen nuestros trabajadores dispersos, la dinamita de las minas, el conocimiento de nuestros hijos y hermanos, parientes o vecinos que han sido entrenados en los cuarteles. Esta fuerza militar y organizativa está dispersa de momento. Un tercer componente de las fuerzas materiales y organizativas son los sindicatos de centro de trabajo existentes en cuyo seno se ha acumulado la experiencia de luchas y levantamientos pesados. Una cuarta fuerza material organizativa es el odio contra los patrones…” (17)
Cada aspirante que deseó ingresar a la organización debió foguearse en el terreno práctico. Los nuevos integrantes tuvieron que franquear la prueba de participar en ataques dinamiteros. Cabe indicar que estas actividades no eran sólo por una cuestión técnica sino que se buscó reafirmar en los miembros el rechazo a la salida electoral o en la posibilidad de ocupar un escaño parlamentario. De este modo, el 13 de marzo de 1989 comenzó la fase preparatoria interviniendo en una serie de atentados con artefactos explosivos contra veinte locales partidarios.
En ese contexto, el EGTK decidió iniciar las acciones el 21 de junio de 1991, en homenaje a la celebración del Año Nuevo Aymara (Machaq Mara) y del Año Nuevo Qhiswa (Inti Raymi). Ese día se realizó un acto simbólico: se colgaron tres gallos en una de las avenidas del El Alto. Pocos días más tarde, el 4 de julio de 1991 se efectuaron sabotajes a diferentes torres de energía eléctrica de alta tensión en El Alto en repudio a la independencia de Estados Unidos. Acompañado a esta acción, la organización emitió el siguiente documento:
“Ahora, con el disimulo de narcotráfico permiten el ingreso de las tropas mercenarias gringas, hasta el extremo que han llegado a ser controlados y gobernados desde Estados Unidos y supervisados por el Virrey Robert Gelbart; todos estos hechos indignos no son más que la continuación y prolongación del colonialismo.” (18)
A partir de ahí se realizaron diversos atentados a oleoductos y torres de energía en Calamarca, Cochabamba, Potosí, entre otros lugares.
En los primeros meses de 1992, la guerrilla comenzó a ser desarticulada por los servicios de seguridad del Estado. La necesidad de conseguir armas para continuar con las acciones condujo a la detención, el 9 de marzo, de Raúl García Linera y su mujer Silvia de Alarcón, tras un ardid tramado por los servicios de inteligencia. Un mes más tarde fueron detenidos Raquel Gutiérrez en una casa de Santiago Segundo de El Alto y Álvaro García Linera, Víctor Ortiz Quisbert y Silverio Maydana en la tranca de Senkata cuando retornaban de Cochabamba. A las pocas horas, en diferentes lugares, se capturó también a Macario Tola y Santiago Yañique. (19)
En un marco signado por la fuerte represión ejercida junto con las desavenencias internas existentes en la organización política militar, el sector aborigen liderado por Quispe reafirmó el accionar armado frente a las detenciones ocurridas. El sector aún en actividad mencionó:
“Ante el anuncio del narcogobierno MIR-ADN, de habernos desbaratado al Ejército Guerrillero Tupak Katari (EGTK), le revelamos que sólo hemos sido amputado uno de los brazos marxistas-leninistas; todo ello no es de lamentar, ni vamos a chorrear las lágrimas hasta humedecer la Pachamama, sino permanecemos serenos en posición inicial, listos y aprestos de dar el combate”. (20)
A partir de entonces, el grupo armado emitió documentos y reclamos sólo en idioma aymara. Además, claramente se empezó a diferenciar de los marxistas, aludiendo que estos fueron “traidores” a la causa indígena a la vez que argumentaron que el marxismo era una ideología occidental y colonizadora. Años más tarde, Quispe recordó:
“Después de la caída de los hermanos García Linera, decidimos que era apremiante enaltecer nuestra ideología propia “indianista-tupakatarista”, a fin de lograr la soberanía ideológica y así no depender de paradigmas q’aras, puse se tenía que realizar la guerra de ayllus a nuestro estilo.” (21)
En ese contexto la actividad armada continuó a través de atentados dinamiteros en Potosí, en Sucre, en La Paz en la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días en la zona de Villa Victoria, en el Regimiento Policial Número V de El Alto, entre otros lugares. Poco tiempo después, en el mes de agosto, fue detenido Quispe junto con dos integrantes de la organización (Alejandro Choque y Mario Apaza) tras haber sido delatado por un miembro del grupo.
Frente a la caída del máximo responsable del EGTK se intentó proseguir con la actividad buscando una nueva Dirección Nacional de origen indígena proveniente del MITKA. Tras una serie de inconvenientes, según Ayar Quispe, se eligió un nuevo líder a la vez que continuaron las acciones como el atentado dinamitero a la estatua de Isabel Católica en Potosí el 5 de octubre de 1992 en ocasión de los quinientos años del inicio de la conquista. Pese a ello, el entusiasmo original fue decayendo, el grupo se fue desmoralizando. Por ese entonces había treinta y ocho miembros presos en las cárceles: treinta y dos de ellos eran indígenas y seis no originarios. (22) De esta manera, se comenzó a plantear la posibilidad de finalizar la lucha armada. A comienzos de 1994 la nueva dirección del grupo político militar, a pesar de haber continuado con los atentados, decidieron de acuerdo con Ayar Quispe:
“…retroceder en su lucha y esperar el tiempo necesario y la circunstancia favorable para retornar a las jornadas guerrilleras. (…) Es en sí una práctica de “repliegue táctico” empleada por este movimiento insurgente indio, pues la devoción por la “causa sagrada”, por la causa de todos los indios, sigue latente o manifiesta”. (23)
Tras varios años en prisión los integrantes del EGTK fueron dejados libres. Tanto las permanentes movilizaciones al penal, donde se hallaban confinados, como las irregularidades en el procesamiento judicial, hicieron que los detenidos recuperaran su libertad.
IV.
La emergencia del EGTK guarda relación y es producto de las distintas memorias de lucha y de participación indígena, campesina y obrera que surcan la historia popular de Bolivia. Por un lado, la memoria larga que se remite a las recurrentes sublevaciones indígenas desde la época colonial y republicana, desde Tupak Katari a Zarate Willka. Por otro lado, la memoria a mediano plazo, desde los acontecimientos de la Revolución de 1952, la lucha por la nacionalización de las minas, la Reforma Agraria, las tentativas guerrilleras del Che y del Ejército de Liberación Nacional en Teoponte y el nacimiento del katarismo desde fines de la década del sesenta. Finalmente, una memoria corta signada por el impacto del neoliberalismo y la resistencia a sus embates tras los acontecimientos de Calamarca.
En esa ocasión, el EGTK tuvo como nota distintiva apelar a la supremacía de lo indio en tanto sujeto político capaz de sublevarse frente al Estado, a partir de sus propias organizaciones y de sus líderes, hecho novedoso en la historia del discurso emancipatorio local. En otras palabras, este grupo insurgente debe ser comprendido y enmarcado como un componente más dentro de esta “era katarista” que imprimió muy fuertemente -y lo sigue haciendo- la historia reciente de este país del Altiplano. Este rasgo, sin embargo, no debe menoscabar el hecho de que el marxismo resignificado también constituyó una de las vertientes que alimentó el caudal ideológico político del EGTK. En los hechos, lo que se produjo, y de un modo para nada carente de tensiones, fue el intento de congeniar marxismo e indianismo, bajo un horizonte que anhelaba la liberación de la explotación y de la opresión racial por la vía armada.
Los protagonistas de esta tentativa, ante el fracaso que supuso la represión y los cambios experimentados durante la segunda mitad de la década del noventa y comienzos del nuevo siglo, optaron por organizarse políticamente a través de la contienda electoral tradicional. De este modo, Felipe Quispe organizó el Movimiento Indígena Pachakuti (MIP) mientras que Álvaro García Linera se integró como vicepresidente en el gobierno del Movimiento al Socialismo (MAS).
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BIBLIOGRAFÍA
Xavier Albó, Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú, La Paz, CIPCA, 2008.
Álvaro García Linera, “El desencuentro de dos razones revolucionarias, Indianismo y Marxismo”, en Le Monde diplomatique. Edición peruana, Nº 11, marzo de 2008.
Jaime Iturri Salmon, EGTK: La guerrilla aymara en Bolivia, La Paz, Ediciones Vaca Sagrada, 1992.
Ayar Quispe, Los Tupakataristas revolucionarios, La Paz, Ediciones Pachakuti, junio 2009.
Felipe Quispe, Mi captura, La Paz, Editorial Pachakuti, 2007.
Silvia Rivera Cusicanqui, “Luchas campesinas contemporáneas en Bolivia: El movimiento Katarista: 1970-1980” en René Zavaleta Mercado (Comp.), Bolivia, hoy, México, S. XXI, 1987.
NOTAS
* El presente trabajo ha sido presentado en el Congreso Internacional de la Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe (ADHILAC Internacional) “La formación de los Estados latinoamericanos y su papel en la historia del continente” realizado del 10 al 12 de octubre de 2011 en el Hotel Granados, Asunción, Paraguay, organizado por Repensar en la historia del Paraguay, Instituto de Estudios José Gaspar de Francia, Asociación de Historiadores Latinoamericanos y del Caribe, Centro Cultural de la Cooperación “Floreal Gorini” (Argentina). Entidad Itaipú Binacional. Mesa: Vida cotidiana, mentalidades, identidad y diversidad y su reflejo en los Estados latinoamericanos y caribeños.
** Doctor en Historia. Docente e investigador de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y de la Universidad de Buenos Aires (UBA). Este trabajo es deudor de los aportes del Mag. Bruno Fornillo, a quien agradezco por sus comentarios y sus sugerencias.
(1) En ese marco, la figura de Fausto Reinaga, en la década de 1960, sus escritos y la fundación del Partido Indio, surge como uno de los primeros pensadores responsables de esta filosofía nativista. Entre sus numerosos ensayos, hubo tres estudios que influenciaron el accionar de jóvenes estudiantes de origen aymara: La Revolución India (1969), el Manifiesto del Partido Indio de Bolivia (1970) y la Tesis India (1971). Su obra intelectual bosquejó una teoría de la revolución social enraizada en el contexto histórico y material de los Andes. Por otro lado, las ideas de Reinaga se convirtieron en un material fecundo que alimentó las bases del naciente katarismo.
(2) Xavier Albó, Movimientos y poder indígena en Bolivia, Ecuador y Perú, La Paz, CIPCA, 2008, p.36.
(3) Álvaro García Linera, “El desencuentro de dos razones revolucionarias, Indianismo y Marxismo”, en Le Monde diplomatique. Edición peruana, Nº 11, marzo de 2008.
(4) Ayar Quispe, Los Tupakataristas revolucionarios, La Paz, Ediciones Pachakuti, junio 2009, pp.19-20.
(5) Entrevista realizada en Achacachi, en agosto de 2010.
(6) Al respecto véase Silvia Rivera Cusicanqui, “Luchas campesinas contemporáneas en Bolivia: El movimiento Katarista: 1970-1980” en René Zavaleta Mercado (Comp.), Bolivia, hoy, México, S. XXI, 1987, pp.129 a 168.
(7)Ayar Quispe, Op.Cit.
(8) Felipe Quispe, Mi captura, La Paz, Editorial Pachakuti, 2007, p.15.
(9) Jaime Iturri Salmon, EGTK: La guerrilla aymara en Bolivia, La Paz, Ediciones Vaca Sagrada, 1992, p.29.
(10) Extraído de Ofensiva Roja de Ayllus Tupakataristas, Propuesta de Declaración Político-Sindical al IV Congreso de la CSUTCB, Tarija, septiembre de 1989. Citado por Ayar Quispe, Op.cit., p.52.
(11) Ibíd.
(12) Ayar Quispe, Op.cit., p. 54.
(13) Jaime Iturri Salmón, Op.cit., p.30
(14) Ayar Quispe, Op.cit., pp. 58-59.
(15) Ibíd.
(16) Entrevista realizada por Bruno Fornillo en La Paz, en septiembre de 2009.
(17) EGTK, Sobre la Guerra, pp. 25-26. En Jaime Iturri Salmón, Op.cit., pp.72-73.
(18) Declaración del documento Manifiesto del 4 de julio de 1991. Citado por Ayar Quispe, Op.cit., p. 62-63.
(19) Jaime Iturri Salmón, Op.cit., p.21 y Ayar Quispe, Op.cit., p.82.
(20) Extraído de Viva el primer año del inicio de la lucha armada Aymara-Qhiswa, 21 junio de 1992. Citado en Ayar Quispe, Op.cit., pp.82-83
(21) Felipe Quispe, Op.cit, 2007, p.13.
(22) Ayar Quispe, Op.cit., pp.101 a 104.
(23) Idem, p.107.
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Fuente: Ariadna Tucma Revista Latinoamericana. Nº 7. Marzo 2012-Febrero 2013 – Volumen III.