Gracias por permitirme entrar en sus hogares. Quiero agradecer también a la Comisión de la Verdad y Reconciliación, por esta oportunidad que me brinda de exponer algunas ideas personales sobre los orígenes del MRTA, su insurgencia armada y las perspectivas.
Yo, como muchos de los peruanos, pertenezco a una familia comprometida con el quehacer político. Mi padre fue fundador del APRA y pasó más de once años en diversas cárceles del país y otros tantos años perseguido por razón de sus ideas y de muy temprano sufrí lo que fueron los rigores de la dictadura. En esos momentos, desde el general Manuel Odría. Es así como comprometí mi vida a la causa de mi pueblo. Hice mis estudios de primaria y secundaria en el Callao y en cuanto la dictadura militar rompió la vía democrática participé en las luchas por defender la democracia en el país, por lo cual estuve preso en la cárcel de Lurigancho. Posteriormente viaje a Europa, donde estudié sociología, y terminé una licenciatura en Economía Política en París.
Al regreso a mi Patria, me incorporé a las grandes movilizaciones y luchas que se estaban dando en contra de la dictadura militar. Recordemos que en esos años, en sus estertores, la dictadura había dado una serie de medidas que ahondaban el hambre y la miseria en nuestra Patria. Igualmente, asistíamos al cierre de fábricas, a despidos masivos, y una violencia cada vez mayor sobre el pueblo peruano. En esos años tuve la participación en lo que fue la experiencia importante y hermosa de la Izquierda. Fui miembro del Comité Ejecutivo Nacional de la UDP, y participé también en el comité directivo de Izquierda Unida presidida por el recordado Alfonso Barrantes Lingán. Esos años importantes en la vida del país que conllevaron a conquistar la democracia; sin embargo, no lograron resolver los problemas que aquejaban a las grandes mayorías. La joven democracia fue incapaz de poder resolverlos. En el año 80, peruanos que veníamos del Partido Socialista y del MIR fundamos el MRTA, y posteriormente en 1984 decidimos incorporarnos a la lucha armada, porque considerábamos que en esas circunstancias que vivíamos, la política tenía que hacerse con las armas. Veíamos con mucha preocupación cómo, después de cuatro años de conflicto interno, los contendientes no ofrecían ninguna alternativa al país. El país y las masas populares sufrían las consecuencias de la violencia política, donde no se respetaban los Derechos Humanos, no se respetaban las leyes de la guerra y más bien se expresaba un profundo desprecio por la vida humana, y las organizaciones populares que no se sometían a sus designios simplemente eran tratados brutalmente. Por eso, cuando surge el MRTA, tratamos de darle un contenido guerrillero que permitiera diferenciar ante la población lo que era una alternativa revolucionaria. Recordemos que en esos años vivíamos en América Latina la euforia del triunfo sandinista en Nicaragua, las luchas en El Salvador, en Guatemala, en Colombia, la victoria de los movimientos de Liberación Nacional en Asia y África, los que parecían decirnos que la guerra revolucionaria era el camino para resolver los problemas de las grandes mayorías.
Cuando insurgimos en armas en el año 84, cada acción que realizamos la reivindicamos y la explicamos a la población; y en el campo, nuestras columnas guerrilleras estaban uniformadas y con rangos reconocidos, para evitar así de que la población civil no sufriera las consecuencias del enfrentamiento. A pesar de que escogimos el camino de la lucha guerrillera, sin embargo, nunca descartamos las posibilidades del diálogo, del entendimiento para resolver los otros problemas que aquejaban a nuestra patria.
Es así que en el año 1985, el 15 de agosto, dimos una conferencia de prensa a nombre del MRTA, declarando una tregua unilateral al gobierno del doctor Alan García Pérez, porque considerábamos que el APRA había triunfado producto de la voluntad del pueblo, y nosotros respetuosos de esa voluntad popular, que se había expresado en las urnas, declaramos esta tregua. Igualmente, en el año 1990, a través de un congresista que era representante de la facción parlamentaria gobiernista, le hicimos llegar un mensaje al presidente Fujimori donde le planteamos el inicio de un diálogo que permitiera resolver por los caminos del entendimiento el conflicto interno que vivíamos y no ensangrentar más nuestra Patria; sin embargo Fujimori, con esa concepción autoritaria que lo caracterizó, simplemente nos dijo que el único diálogo posible era rendición; y en 1992, cuando dio su autogolpe, el MRTA se comprometió a desarrollar una lucha antidictatorial que pudiera llevar, otra vez, a la conquista de la democracia. A lo largo de todos esos años de esta dictadura Fujimontesinista, el MRTA tuvo una lucha consecuente, que tuvo también muchos costos y muchos esfuerzos, con la caída de compañeros valiosísimos. Aquí en la base naval del Callao, el 11 de junio del año 93 vino a verme Vladimiro Montesinos con el Almirante Ibárcena Amico, pidiéndome que pronunciara para apoyar al gobierno de Reconstrucción Nacional, y si no, sería fusilado. Al negarme a este pedido, Montesinos me dijo que mi familia podría ya comprarme un cajón en la "funeraria Merino". En los siguientes años las presiones continuaron, junto con dádivas u ofrecimientos para mejorar nuestra condición carcelaria, a condición de que hiciéramos declaraciones públicas en contra del Doctor Alan García Pérez o en contra del Embajador Javier Pérez de Cuellar.
Por eso es que tuvimos nosotros una carcelería inhumana. Los miembros del MRTA estábamos aislados entre nosotros. Solamente podíamos conversar con nuestra familia una vez al mes durante treinta minutos con un comandante al lado. Es decir, los miembros del MRTA en la base naval, durante un año, solamente podíamos conversar seis horas. El resto del año era silencio. El año 99, cuando nos enteramos que los jóvenes, la reserva moral del Perú se encontraba movilizándose en las calles, en rechazo a los atropellos que había desarrollado la dictadura contra el Tribunal Constitucional y contra la re reelección, hicimos acá los miembros del MRTA una huelga de hambre de 30 días, porque consideramos que aun, en las mismas entrañas de la dictadura, era posible resistir.
En esta lucha consideramos que el honor y la dignidad de nuestro pueblo y del MRTA estaban en juego y por eso no admitimos de ninguna manera hacer ninguna concesión a la dictadura fujimontesinista, una de las dictaduras más corruptas y criminales de nuestra Patria.
En estos años tan intensos vividos por el MRTA, dimos lo mejor de nosotros, lo entregamos todo, y con esa autoridad, queremos decirles que aquellos que sufrieron, padecieron el dolor y tuvieron que contar con víctimas, quiero llevarles a ellos, decirles, que lamento mucho y que le expreso mis condolencias. Expreso mis condolencias a los familiares y amigos de mis compañeros caídos; como también a los familiares y amigos de los caídos de aquellos que en algún momento fueron mis adversarios.
Sé que ahora se mantienen las causas o muchas de las causas que dieron base a la insurgencia armada, pero también sé que el Perú y el mundo ha cambiado, y sé que ahora es posible buscar nuevas vías, nuevos caminos, en lo cual podamos resolver los problemas que aquejan nuestra Patria.
En las últimas elecciones el pueblo votó por la democracia. Votó contra la dictadura, contra la corrupción, contra la impunidad. Y considero personalmente de que la tarea del ahora, la responsabilidad de todo peruano conciente, es defender esta democracia que tanto ha costado a nuestra Patria. Y defenderla es profundizar, desarrollar, extender esta democracia, permitir que de una vez por todas la sociedad civil juegue un papel fundamental, un papel protagonista y que sea un sujeto en la construcción de su propia historia. Creo que es importante que los partidos políticos, las organizaciones sindicales y populares, movimientos de mujeres, de jóvenes, etc. se fortalezca, que sean la garantía de este cambio democrático de nuestra Patria; y a eso apostamos, en eso creemos.
Desde muy niño, por ejemplo de mi padre y de mi madre y de mi pueblo he aprendido a asumir mis responsabilidades, yo no puedo decir que solamente he sido un ideólogo del MRTA, he sido también su jefe político y militar, y estoy dispuesto a asumir mis responsabilidades, solamente pido un juicio justo.
Pero quiero apelar a la grandeza de mi Patria, quiero recordar a los chilenos que eran salvados de las aguas en la Guerra del Pacífico que gritaban "viva el Perú generoso". Quiero apelar a esa grandeza y a esa generosidad para pedir la libertad de mis compañeros. La mayoría de ellos jóvenes que lo dieron todo por un ideal de justicia y que se encuentran con diez o quince años de prisión, en promedio. Creo que ellos deben tener la oportunidad de volver a reincorporarse a la vida del país, a volver al seno de su pueblo, al seno de sus hogares. Y estoy seguro que con la misma fuerza, con la misma voluntad, con la misma convicción con la cual se levantaron y nos levantamos en armas, apostarán ahora por afirmar el camino democrático que permita construir un Perú nuevo en un mundo nuevo.
Estoy seguro, tengo la firme convicción de que los futuros años nuestra Patria deben llevarnos a ir sentando las bases de construir un Perú nuevo en un mundo nuevo.