Entrevista a Joaquín Villalobos, Comandante general del FMLN:
“NO TENÍAMOS NADA, HEMOS GANADO TODO”
F. ORGAMBIDES, San Salvador 9 FEB 1992
Joaquín Villalobos, el más joven de los cinco comandantes del Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN), se ha convertido a su vuelta a casa en un líder político al que se reclama desde todos los rincones de El Salvador. El que fue gran estratega militar de la insurgencia salvadoreña piensa que su país está pasando del salvajismo a la civilización, y advierte que percibe un ambiente de seguridad y confianza, de que las cosas van a cambiar. “Sin unidad no hay poder, y sin contradicción no hay desarrollo”, asegura Villalobos.
Con los ojos humedecidos, Joaquín Villalobos, de 40 años, recuerda aquel día de 1970 en que su rebeldía frente a la injusticia y la barbarie institucional le obligó a escoger el camino de la lucha armada para intentar hacer de El Salvador un país distinto. Aquel joven de formación y militancia cristiana, educado por maristas españoles, que un día cambió sus estudios de Ingeniería por los de Económicas para acercarse más a la realidad social que vivía un país dirigido desde los cuarteles, es hoy un político esforzado en que El Salvador viva una verdadera reconciliación nacional. Para él, la revolución ha triunfado porque ha hecho posible su ansiada meta: el nacimiento de un nuevo país donde el Ejército quedará para siempre sometido a la sociedad civil.
Pregunta. ¿Cómo se siente en casa, comandante?
Respuesta. Yo diría que es el paquete de emociones más grande que me he encontrado en mi vida, aparte de otras, positivas, y negativas, que me proporcionó la guerra. Desde que llegamos al' aeropuerto esto no ha parado. Percibo un ambiente de seguridad y confianza en la gente de que las cosas van a cambiar. Y también una disposición a que los acuerdos se van a cumplir. Me siento comprometido, porque tenemos que garantizar que todo salga bien.
P. ¿No teme por su vida?
R. Hay dos formas de ver este problema: el riesgo personal y el temor político. Sobre lo primero, tengo que reconocer que toda nuestra vida ha sido un riesgo. Y ahora que ha acabado la guerra se da la circunstancia de que este riesgo es más suave. Pero está el temor político. Si en el país comienza a configurarse un cuadro de guerra sucia, eso nos haría regresar al pasado. Y yo, aunque estuviera muerto, no querría jamás un regreso a la guerra. [El presidente Alfredo] Crístiani ha dicho que siempre puede haber un loco por ahí... Aquí no hay locos. En El Salvador todo es organizado. Cuando alguien manda matar a alguien es porque hay una decisión política.
P. El Salvador es también un país con mucho odio acumulado.
R. Sí, aunque creo que hay que hacer un gran esfuerzo por crear un ambiente de reconciliación y, si todos nos proponemos cuidar la paz, esto se consigue. Nosotros, particularmente, jamás hemos odiado a nadie. Nuestro odio era hacia un sistema dictatorial que cometía injusticias y estaba destruyendo nuestro país.
Un golpe, intolerable
P. Parece que los ruidos de sables no han cesado en América Latina. Ahí está la intentona golpista de Venezuela.R. Me ha dejado sumamente preocupado y sorprendido que este tipo de golpes militares que considerábamos desterrados ocurra especialmente en Venezuela, un país que desde los años cincuenta inició un proceso de cambio que, si no ha sido del todo perfecto, sí por lo menos ha tenido una continuidad. No podemos tolerar esas situaciones. A nosotros, como FMLN, nos pone en alerta con respecto a todo lo que tenemos que hacer.
P. El Ejército salvadoreño saludó la paz atribuyéndosela como una victoria sobre el comunismo. ¿Le preocupa que los militares se conviertan en un péndulo permanente sobre las cabezas del FMLN?
R. Si creen que somos comunistas están equivocados. Ya se lo dije al general Mauricio Ernesto Vargas. Lo que ha tenido el Ejército enfrente ha sido una guerrilla cristiana y campesina. Que haya gente que haga uso del marxismo como instrumento de análisis es otra cosa. El FMLN ha sabido combinar muy bien historia y realidad. Si nos ha traído algo la guerra fría es, por un lado, el fin del militarismo, porque dejó desnudo al Ejército, y, por otro, la liberación del reférente ideológico que nos dañaba, porque nos presentó como lo que verdaderamente éramos: una fuerza nacional.
P. El FMLN lo configuran cinco organizaciones. ¿No cree que existe el riesgo de la división?
R. Esa etapa ya la pasamos Cuando nacimos como FMLN. Hemos salido de un proceso acelerado de madurez política que nos ha proporcionado tal nivel de pragmatismo en cuanto a lo que es la unidad que no vamos a cometer ningún tipo de locura. Hay una cosa clara: vamos a constituirnos en partido político, y lo vamos a hacer gradualmente. Nuestro propósito es que el agrupamiento orgánico vierta en intendencias que puedan cohabitar dentro de una misma estructura de carácter democrático. Sin unidad no hay fuerza o poder, al igual que sin contradicción no hay desarrollo.
P. ¿Qué han ganado y qué han perdido en esta guerra?
R. De momento, vamos a gozar de un país distinto. No podemos decir que hemos obtenido una victoria total, pero los vacíos que puedan tener los acuerdos no desfiguran nuestro proyecto de cambio revolucionario. Tampoco hemos hecho ninguna concesión, porque no teníamos nada. Hemos ganado todo.
Con 200 años de retraso
P. Ustedes han anunciado que se presentarán a las elecciones de 1994 en una coalición abierta. ¿Acaso desconfian del apoyo popular?
R. No es eso. El problema es que El Salvador está saliendo del salvajismo para pasar a la civilización. Estamos haciendo cosas que en otros lugares del mundo se hicieron hace 200 años. El agrupamiento de la derecha es muy fuerte y no hay otra forma de combatirla que con una oposición democrática unida. Hoy ya no hay grandes fronteras ideológicas, y sería una ingenuidad que las fuerzas democráticas salvadoreñas acudieran fraccionadas a las elecciones por el color de su camiseta.
P. Por último, comandante, ¿se sabrá algún día la verdad de tanto crimen y tantas matanzas?
R. No toda, porque ha sido demasiado lo que ha ocurrido. Pero si hay algo que es necesario, es que el sistema judicial funcione y se esclarezca la verdad en muchos casos. ¿En qué proporción? En la que se necesite para dar confianza a la gente y se convenza ésta de que el país ha cambiado. Lo que no vamos a hacer es satisfacer las peticiones del Ejército de que se excarcele a los asesinos de los jesuitas. Si lo hiciéramos le estaríamos dando un cheque en blanco a la guerra sucia, porque con este precedente cualquiera puede dedicarse a matar a quien le dé la gana.
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Fuente: El País (Madrid), Domingo, 9 de febrero de 1992.