La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, febrero 13 de 2014
Cerramos hoy el vigésimo ciclo de conversaciones de paz en La Habana, Cuba, entre el gobierno de Colombia y las FARC, Ejército del pueblo, con avances y entendimientos en cuanto a generar una nueva estrategia distanciada de la fracasada e inconveniente “guerra contra las drogas” impuesta por los Estados Unidos. Esperamos construir una política novedosa que trate tan importante asunto, asumiéndolo como un problema social al momento de abordar la sustitución de cultivos de uso ilícito, el consumo como problema de salud pública, y la erradicación del comercio ilegal de las drogas y el narcotráfico en general, que es un mal que afecta a la humanidad.
Tenemos la fortuna de marchar ahora, estimulados por el extraordinario respaldo al proceso de paz, recibido de los presidentes y primeros ministros de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe, CELAC, que en su histórica segunda cumbre, izó como divisa la bandera al viento de convertir a Nuestra América en una zona de paz.
Nuevos apoyos alimentan hoy la esperanza de reconciliación para Colombia, que se abre paso desde La Habana, con el significativo llamamiento a alcanzar el propósito superior de la paz, hecho por muchas personalidades del mundo, entre las que se encuentran los ex presidentes Mario Soares, de Portugal, Jacques Chirac, de Francia, y Pedro de Verona Rodríguez, de Cabo Verde; los premios nobel de paz Desmond Tutu y Adolfo Pérez Esquivel; Andrea Riccardi de la comunidad de Sant´Egidio, Massimo D´Alema, expresidente del Consejo de Ministros de Italia, Federico Mayor Saragoza, ex Director General de la Unesco, Michel Camdessus, ex secretario del Fondo Monetario Internacional, Lucía Topolansky, senadora de Uruguay…, quienes recogiendo el sentimiento altruista de millones, han expresado que:
“Los colombianos están frente a la encrucijada histórica de poner fin a la guerra, de una vez por todas, o de continuar con el desangre que por más de 50 años han venido padeciendo… El diálogo es la vía para terminar con el conflicto. Aún resuenan en nosotros las palabras pronunciadas hace poco tiempo por el papa Francisco: “¡La violencia y la guerra hablan el lenguaje de la muerte! ¡Que cese el ruido de las armas! ¡La guerra siempre es una derrota de la humanidad!”
¡Ya es la hora de opciones sabias y valientes! La paz llegará pronto a los colombianos. Así lo anhela el mundo entero: alcanzarla es un signo de esperanza para todos”, nos han dicho.
Son estas, palabras colmadas de razón, que contrastan con posiciones en las que antes, sin que mediara ningún procedimiento judicial, y por determinación exclusivamente política del poder imperial, los que ayer eran guerrilleros, pasaron a ser de la noche a la mañana delincuentes terroristas, cuando meses antes eran recibidos oficialmente por Gobiernos e instituciones. Se había impuesto la absurda idea de llamar terrorismo a la resistencia de los débiles, y guerra, al terrorismo de los fuertes.
Pero esta política irracional que fabrica listados inquisitorios, en los que califica a los rebeldes como terroristas, pretendiendo con ello sofocar la inconformidad social que brota de la miseria, la desigualdad y las ansias de independencia, ya no soporta escrutinio ético alguno, y ha comenzado afortunadamente a quebrarse a partir de sus propias inconsistencias. Recientemente, también, la Dirección General del Parlamento Europeo para la Política Exterior de la Unión, por ejemplo, en un documento de trabajo, ha reconocido los perjuicios causados por esta equivocada política que ha tenido como consecuencia la inhabilitación de gobiernos e instituciones europeas para jugar un papel activo en la construcción de procesos de paz en sociedades atravesadas por conflictos armados internos o a las puertas de un escenario de post conflicto.
Aspiramos a que estas voces sabias ayuden a remover los obstáculos que durante décadas no han permitido el entendimiento entre las partes contendientes. No es fácil avanzar con la sola voluntad de reconciliación, mientras se enfrenta el militarismo y la mezquindad de quienes se lucran de la guerra. Pero el pueblo colombiano debe saber, que si transitamos juntos como una sola fuerza de cambio, ninguna dificultad será inamovible para construir el nuevo contrato social que funde la paz.
En torno al punto de sustitución de cultivos de uso ilícito y narcotráfico, si el gobierno asume que la política de guerra antidrogas trazada a sangre y fuego por los Estados Unidos en nuestro país, ha fracasado, no debe entonces persistir, en la tozudez de mantener contra la razón, la represión y el prohibicionismo que han agudizado el problema, en el acento punitivo dirigido a los eslabones más débiles de la cadena (los campesinos y los consumidores), en la erradicación, como conjunto de procedimientos plagados de corrupción y entrelazados con la estrategia política de control y consolidación militar de territorios, que son preparados para ser entregados a las grandes trasnacionales minero energéticas y agroindustriales que saquean nuestros recursos naturales.
Dentro de esta dinámica, el reinicio de las nefastas aspersiones aéreas que tanto daño han causado a las comunidades y al medio ambiente, va en contravía de las líneas de solución que plantean las mayorías para ser discutidas en la mesa. Las FARC-EP rechazamos tajantemente este crimen contra la naturaleza.
Recogiendo el clamor de las comunidades,expresamos convencidos que la única vía cierta de solución al problema que estamos debatiendo en lo que concierne a la eliminación de los cultivos de uso ilícito, no es la erradicación forzada, de tajo, y las fumigaciones, sino la sustitución voluntaria, concertada y gradual acompañada de planes alternativos promisorios. Propósitos frente a los cuales Washington, que mucho tiene que ver con las decisiones que toma el gobierno colombiano, debiera considerar la posibilidad de colocar un delegado suyo en La Habana.
No tenemos duda que si las comunidades acuerdan la sustitución, ellas mismas se encargarán de que todos los involucrados en el acuerdo se disciplinen y acaten los compromisos, porque la gente no va a permitir que mientras la gran mayoría de los integrantes de una zona o comunidad trabajan por sobreponerse a las economías ilegales hacia las que los empujaron las equivocadas políticas económicas neoliberales, otros, ya teniendo opciones de vida digna, persistan en los usos ilegales de la coca, la amapola y la marihuana.
Conocemos de la disponibilidad y determinación de las gentes del campo por coadyuvar en la solución del problema de los cultivos de uso ilícito, pero el gobierno debe abandonar el miedo a la legalización regulada y a los usos alternativos que generen beneficios a la sociedad. El prohibicionismo hirsuto y fundamentalista sólo agrava los males al producir violencia, aumento de la población carcelaria y dificultades para tratar el tema como problema social y asunto de salud pública.
Por otra parte, insistimos en que existe una cara oculta de la luna que representada en el lavado de activos, la responsabilidad de bancos y banqueros al incorporar ganancias criminales a los circuitos financieros, integran el verdadero poder que estimula al narcotráfico, y que se beneficia de sus fabulosas ganancias, pero que a pesar de ello, la acción punitiva en lugar de perseguirlos, los mima y los protege. No los encarcelan, no los judicializan, como sí ocurre con campesinos consumidores y pequeños transportadores. Igual ocurre con empresarios, latifundistas, militares y policías corruptos ligados directamente con las mafias del narcotráfico. No hay simetría en el accionar punitivo de las autoridades para contrarrestar el fenómeno, porque como lo denunciaba Bolívar hace muchos años, aquí las leyes están hechas para enredar a los débiles y de ninguna traba para los fuertes.
Persistimos en plantear que la mesa debe abrir plenamente sus debates al escrutinio nacional, porque es la participación del pueblo la única garantía para lograr conclusiones y acuerdos que traigan verdaderas satisfacciones para un país que ha puesto toda su fe en este intento de encontrar por fin la paz.
Con el concurso de los pueblos del mundo será más fácil encontrar el camino de la paz y la finalización del más largo conflicto social y armado del hemisferio americano.