Las torturas en Chile

LAS TORTURAS EN CHILE

Se nos ha tachado de delincuentes comunes. Esta afirmación ya nadie la cree. El gobierno pretende cerrar los ojos antes una fría realidad.

Esta realidad indica que el obrero, el trabajador y el estudiante, ya se cansaron de escuchar patrañas, mentiras, promesas que no se cumplen. Han dicho: ¡Basta!, y se han incorporado de lleno a la lucha clandestina.

La intachable conducta de los actuales militantes de la VOP procesados por el Código Penal, demuestra la estupidez y ceguera de quienes hacen este tipo de afirmaciones.

La VOP está orgullosa de contar entre sus filas a los mejores hombres de la clase proletaria: porque su presencia en nuestra organización es reflejo del despertar de la clase obrera, que por primera vez en chile se incorpora de hecho a la lucha armada por el socialismo. Por lo cual, exigimos el trato de reos políticos que merecemos.

La policía chilena pretende suplir su falta de inteligencia con las brutalidades. Hemos de decirle que las redes clandestinas no se rompen con torturas: tampoco puede con torturas apagar la llama revolucionaria que esta encendiéndose en el corazón de los oprimidos.

Con nuestra detención, en febrero, la policía afirmó que la VOP había dejado de existir, pero nuevos camaradas a los cuales personalmente no conocemos, han sido detenidos y la policía, luego de “cargarle” los mismos delitos que a nosotros –aun sabiendo que no han participado en ninguno de ellos- vuelve a decir que la VOP “ha dejado de existir”, escudándose tras el sumario secreto. La falta de conocimientos respecto a la VOP los lleva a inventar delitos con el solo objeto de tapar con publicidad su incapacidad, corrupción y cobardía, haciéndose “cartel” de héroes que se matan trabajando “científicamente” contra los “extremistas”.

El cinismo de los jefes policiales llega a extremos cuando desmienten el que se aplique torturas a toda clase de detenidos (entre ellos nosotros).

Los revolucionarios hemos sentido en carne propia estas torturas:

-Ser tendidos en un camastro de fierro, luego de ser amarrados de pies y manos.
-Introducción de un palo envuelto en trapos sucios y malolientes en la boca para evitar gritos.
-Bajada de pantalones y aplicación de descargas eléctricas en los testículos, pene, boca, sienes, oídos, estómagos, piernas, manos, etc.
-Se pisan las manos, haciendo girar el taco de la bota sobre ellas.
-Se echa agua caliente por nariz y boca
-Patadas en riñones y pulmones hasta provocar hemorragias.

Y así innumerables torturas que dejan por los suelos nuestra falsa democracia.

Una tortura muy usada por Carabineros, es la de hacer comer excrementos al detenido.

A los mercenarios del “escuadrón de la Muerte”. Grupo represivo formado por el gobierno de turno, les decimos que seguirán encontrándose con la VOP; continuaran las expropiaciones a entidades creadas para el robo y la explotación; seguirán las expropiaciones de elementos para la revolución, mal que les pese.

Es muy posible que por esta declaración, mis familiares sufran las consecuencias ( por ser mujeres solas). Pero yo les digo que nosotros no hemos buscado el enfrentamiento y cuando lo busquemos será en las condiciones y en el lugar que nosotros fijemos. Y ahí verán los “héroes”, “valientes”, etc. que su “escuadrón” solo sirve para patear mujeres y niños, violar domicilios, etc. Pero no para combatir mano a mano con revolucionarios que dan su vida por un ideal.

La VOP esta formada por camarada de diferente extracción social.

Al ver a un obrero luchando por sus ideales, sienten desprecio por él, desprecio que no es más que producto de “complejos de clase”, sienten vergüenza de sentirse explotados y aun así convertirse en verdugos y asesinos de su propia clase.

La VOP es algo más que una organización armada, es un grito de libertad del pueblo, porque la VOP la forma puro pueblo.

ARTURO RIVERA CALDERON

VANGUARDIA ORGANIZADA DEL PUEBLO “VOP”
CARCEL PÚBLICA

Marzo de 1970
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Fuente: La VOP Vanguardia Organizada del Pueblo (1969 - 1971). Historia de una guerrilla olvidada en tiempos de la Unidad Popular, pp. 124-126.