Iván Ríos vive en la rebeldía que crece y se moviliza en Colombia, es pueblo en lucha y los pueblos nunca mueren.
Este 7 de marzo se cumplen seis años del asesinato brutal del comandante Iván Ríos, un crimen ordenadoy planificado por el mando de las fuerzas militares y su depravada inteligencia, en coordinación con la oficina estatal denominada Agencia Colombiana para la Reintegración. Estos aparatos institucionales de guerra se encargaron de ensalzar y presionar a un personaje pérfido y desclasado, a quien orquestaron en cada paso, para dar muerte mientras dormía al comandante guerrillero y cercenar su cuerpo inerte, reviviendo viejas prácticas de la barbarie colonial y aplicando los manuales norteamericanos de terrorismo.
La forma repugnante como el mando militar y la agencia ya citada procedieron contra la humanidad del comandante Iván Ríos, fue la señal de que en Colombia se establecía un nuevo código de terror contra quienes se movilizaran por la trasformación radical del modelo económico y político vigente. Ya no serían sólo los instrumentos encubiertos y paralelos de violencia en cualquiera de sus versiones, paramilitar o bacrim, los encargados de hacer el trabajo sucio para atemorizar a la sociedad. Ahora lo haría la institución directamente.
Dentro de esa perversa estrategia se han ejecutado los llamados falsos positivos, las interceptaciones contra los críticos al gobierno de turno, así como los secuestros, chantajes y asesinatos que se orientan en las líneas de acción de la política de reintegración, ejecutada contra los familiares de guerrilleros que rechazan ser utilizados como cebos para buscar la desmovilización o en su defecto el asesinato de familiares insurgentes. La misma estrategia ha garantizado la extensión de la corrupción y el fortalecimiento de las mafias que desde tiempo atrás operan dentro de las fuerzas militares y de policía.
Por encima de todas las campañas mediáticas para manipular la opinión, ese mes de marzo se recordará como una época aciaga, por la descomposición de las formas empleadas por el Estado para imponer el terror en su guerra contra el pueblo y las organizaciones insurgentes. En marzo de 2008 se expresaron en su más alto grado la degradación moral y la irracionalidad en que se sustenta el poder de las clases dominantes. La fiesta mediática que acompañó la difusión de tan horrorosos sucesos, develó la bajeza política y moral del régimen y su prensa.
Esas estrategias de guerra han terminado sin embargo estrelladas con la capacidad de lucha del pueblo colombiano, lucha que se ha sostenido y cualificado, expresándose al tiempo en amplias movilizaciones populares por los cambios, y en el escenario de la lucha guerrillera,que no sólo logró desvirtuar campañas efectistas como la del fin del fin, sino retomar el camino de la solución política al conflicto. Contrario a lo publicitado por el Presidente Santos, fueron la movilización por la paz y la lucha guerrillera las que obligaron a la oligarquía colombiana a explorar nuevamente la vía del dialogo e inaugurar la Mesa de La Habana.
Cuando evocamos desde trochas y barriadas la memoria del comandante Iván Ríos, además de la condena a la infamia del Estado, avivamos su recuerdo con el sueño de paz que asiste a la inmensa mayoría de nuestros compatriotas. Iván vivió y murió con el convencimiento de que la paz representaba el futuro y la única garantía de existencia plena de la humanidad.
Colombia lo conoció desbordante de energías, tejiendo el sueño de la paz al frente de la Comisión Temática de las FARC-EP en el Caguán, pero Iván ya tenía recorrido un largo trecho en esa dirección. Recién se hizo guerrillero por causa del acoso de la represión en el Medellín de su juventud, fueron suscritos los llamados Acuerdos de la Uribe con el gobierno de Belisario Betancur. Sus ilusiones de paz crecieron a la par con las de la mayoría de los colombianos y entonces se sumó a esa esperanza que en campos y ciudades gestó con espíritu altruista la Unión Patriótica. Cada uno de los crímenes contra esa naciente organización política laceró su alma. Y se encargó de hacer de él un auténtico apóstol por la paz.
Para la memoria insurgente y de muchos colombianos, el comandante Iván Ríos siempre será un arquetipo de la praxis revolucionaria, de la sencillez y la firmeza. Inspirará infinitamente a nuevos contingentes de luchadores por la paz con justicia social y democracia. Iván vive en la rebeldía que crece y se moviliza en Colombia, es pueblo en lucha y los pueblos nunca mueren. Honor por siempre a su ejemplo.
Montañas de Colombia, 7 de marzo de 2014.
SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP