Las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejército del Pueblo, FARC-EP, saludan a las mujeres en su Día Internacional, el 8 de marzo. Un día de lucha, de rescate de la memoria y de resistencia incansable de las mujeres contra el sistema capitalista, un orden que se funda sobre la explotación de clase y la opresión de la mujer.
Las mujeres trabajadoras son doblemente explotadas y por tanto han de ser doblemente luchadoras. De ahí el indisociable carácter de clase de sus luchas. No en vano esta fecha es una proclama de la II Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, reunida en Copenhague en 1910 y liderada por la revolucionaria alemana Clara Zetkin.
Con sus luchas, las mujeres latinoamericanas, caribeñas y colombianas, han esculpido a Nuestra América. En estas tierras bolivarianas siempre han estado presentes en la batalla por la construcción de la Patria Grande, desde la resistencia a la invasión europea y las guerras por la primera Independencia, hasta hoy, las heroicas acciones de campesinas, estudiantes, obreras, ambientalistas, creyentes, indígenas, afrodescendientes y mestizas las elevan a lideresas políticas y sociales, e incluso al admirable escalón de combatientes guerrilleras.
Mientras el ejército oficial, para mostrarse “incluyente”, ubica a las mujeres casi siempre en labores de oficina, en las FARC-EP las guerrilleras participan en todos los campos, con convicción y destreza, destacándose en cada uno de ellos. Aquí, miles de mujeres del pueblo son forjadoras de la Nueva Colombia.
Nuestra lucha es por la Paz con Justicia Social. Esto también significa para las mujeres el establecimiento de sus plenos derechos, entre los cuales mencionamos el derecho a participar en política y a vivir dignamente, a su diversidad y diferencia, y al reconocimiento de su trabajo dentro y fuera del hogar.
Buenos ejemplos nos dan otros países como Bolivia, donde la Ley Electoral hace cumplir la paridad de género en el gabinete ministerial y se alcanzan niveles históricos de participación de las mujeres en el legislativo, realidad que contrasta con la del Congreso colombiano, el de menor participación femenina en América Latina, sin mencionar la exclusión de clase.
Uruguay despenalizó el aborto desde diciembre 2012, reduciendo a cero los casos de muertes por esta práctica, mientras en Colombia anualmente mueren miles de mujeres a causa de abortos ilegales, y una tercera parte sufre el deterioro de su salud por malas atenciones.
En el caso de Cuba las mujeres disfrutan de licencia de maternidad remunerada desde las 36 semanas de embarazo hasta el primer año de edad del hijo, y durante el proceso de gestación reciben atención médica priorizada en todas las especialidades; además, la decisión de abortar es reconocida como parte de la soberanía sobre su cuerpo.
En lo referente al mercado laboral formal, en Colombia, no obstante que las mujeres representan más de la mitad de la población en edad de trabajar, y superan a los hombres en nivel educativo, su participación es inferior. Además, el desempleo femenino es casi el doble que el masculino, y las que trabajan ganan entre 15 y 20 por ciento menos que ellos.
En el marco del conflicto, la peor parte la han llevado las mujeres, siendo éstas la mayoría de las víctimas del desplazamiento y del despojo de sus tierras.
Los índices de violencia sexual y de género son aterradores. En los últimos diez años 26.000 colombianas quedaron embarazadas como producto de violaciones. Solo en el primer semestre de 2013, el Instituto de Medicina Legal registró 25.000 casos de agresión a mujeres, de los cuales 514 terminaron en muertes, lo que ha hecho de Colombia uno de los diez países con mayor índice de feminicidios en el mundo.
Por encima de todo eso, las mujeres persisten en la batalla diaria en todos los escenarios de la lucha popular; organizan, discuten, tropelean y combaten por la Nueva Colombia; disputan política y socialmente por sus derechos y los de sus congéneres, en busca de la Paz con Justicia Social.
La Nueva Colombia debe erigirse sobre garantías de participación para las mujeres, salarios justos, eliminación de la violencia y todo tipo de discriminaciones, titulación de tierras, derechos sexuales y reproductivos, políticas de equidad de género, y reconocimiento de todas y cada una como sujetos políticos que construyen esta nueva sociedad. De allí que su participación en una Asamblea Nacional Constituyente debe ser activa, a fin de instaurar una verdadera equidad en el nuevo pacto social que necesitamos todas y todos.
Es por eso que hacemos el llamado a la unidad de todas las mujeres en torno a la bandera de la Paz con justicia social para Colombia; a conformar un gran movimiento que exija y conquiste los derechos de las mujeres trabajadoras en campos y ciudades, que movilice y agite a esas valientes que lo han padecido y sufrido todo.
Desde las FARC-EP honramos la memoria de todas las mujeres que desde distintos puestos de lucha, de combate político-militar, han ofrendado sus vidas por la libertad e independencia de nuestra nación. Del mismo modo nuestro sentimiento de solidaridad con las lisiadas de guerra, quienes mantienen en alto sus ideales; alentamos y acompañamos a las revolucionarias y luchadoras que en las trincheras, cárceles, campos y ciudades, aulas, barrios, empresas, en el exilio, en los diálogos en La Habana, combaten por la Nueva Colombia, la Patria Grande y el Socialismo.
SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP