La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, abril 4 de 2014
Desde hace ocho meses, la Delegación de Paz de las FARC-EP, está advirtiendo sobre un obstáculo que puede llegar a frenar la dinámica del proceso u obligarlo a marchar al ralentí.
Por todos los medios hemos insistido en la urgencia de conformar una Comisión de esclarecimiento de las causas y responsabilidades del conflicto, como una condición sin la cual, no podría abordarse el decisivo asunto de Víctimas y máximos responsables.
Esta comisión, no es la de la verdad que propone el Gobierno para después de la firma de un eventual acuerdo de paz, con la cual estamos de acuerdo, y compartimos que deberá tener su propio período y duración.
Hablamos de la Comisión de esclarecimiento, y nos preguntamos nuevamente: ¿Cómo pueden establecerse las responsabilidades, o cómo puede abordar la mesa el tema de víctimas, de su reparación, del perdón y el compromiso de un “nunca más”, si no se establece cómo se dieron los hechos de violencia que derivaron en seis décadas o más de conflicto armado?
Sin este insumo, la discusión del Punto 5 referido a víctimas, será una discusión en el aire, un ejercicio estéril que no conducirá a ninguna parte. Hoy queremos dejar constancia en el inicio del ciclo 23 de las conversaciones de paz en La Habana, de esta desatendida alerta temprana.
Es obvio que si no se establece el origen del conflicto y su verdad histórica, no puede haber paz, ni reconocimiento de sus víctimas, ni justicia ni reparación.
Proponemos que el período de estudio histórico abarque desde la expedición de la Ley 200 de 1936, frente a la cual surgió una reacción que desató la violencia terrateniente y partidista, hasta nuestros días, signados estos, por el drama humanitario del desplazamiento forzoso de 6 millones de campesinos, del despojo violento de tierras cuantificado en 8 millones de hectáreas, el impacto del neoliberalismo generador de miseria, las masacres paramilitares y los falsos positivos.
No se trata de colocar contra la pared al Estado, ni de desatar insolubles consecuencias judiciales, ni cacerías de brujas, sino de establecer el cuadro completo de los horrores de la violencia y las consecuencias de la respuesta popular, para, una vez establecida la verdadera historia de lo ocurrido en seis décadas de confrontación fratricida, puedan las partes, las víctimas y la opinión, encontrar una salida, necesariamente política, a la vorágine violenta que persigue a Colombia, que no permite labrar nuestro destino de justicia, en democracia, soberanía y paz.
A nadie debe preocupar que propongamos, que el que esté sin pecado que tire la primera piedra, porque ese es un presupuesto necesario para sanar definitivamente las heridas.
Ningún protagonista de los horrores de la contienda puede pretender pasar de agache. Se trata de que el Estado y las ramas del poder público, los presidentes, los partidos hegemónicos, los terratenientes, los empresarios, los bananeros, los ganaderos, los banqueros, la iglesia, los grandes medios convertidos en instrumentos de la guerra, los militares, los paramilitares, la policía, los guerrillerosy ex guerrilleros, los organismos de inteligencia, los Estados Unidos, y hasta la hipocresía y la indiferencia, hagan un análisis de conciencia para comprender, que debemos hacer hasta la imposible por lograr definitivamente la reconciliación de la familia colombiana. Colombia merece la paz, y no solamente, sino que debemosconvertirla en factor dinámico de extensión de la paz en Latinoamérica y el Caribe.
Es un hecho incontrovertible, que si no se conoce la verdad del pasado, no se puede construir una paz estable y duradera. Debemos mirar entonces a los ojos de nuestra propia historia si queremos solucionar el conflicto y garantizar la no repetición del mismo.
No hemos venido a la mesa de La Habana a negociar impunidades y en consecuencia con ello, ya hemos colocado en manos del gobierno un paquete de propuestas, para que, frente a este tema, las víctimas, las partes contendientes y la opinión, queden plenamente satisfechas con un acuerdo que por fin nos saque del infierno de la guerra.
Llamamos a todos los movimientos políticos y sociales del país, a las organizaciones populares, a la nación en masa, a respaldar sin reservas este proceso de paz, a movilizarse por los cambios y un nuevo país, y a no dejar que se apague esta esperanza colectiva.