La partida del escritor nacional, Gabriel García Márquez nos recuerda a los colombianos, la trascendencia de su obra, como visión de futuro para el país.
Algunos entendemos la dura realidad nacional, pero pocos son capaces de retratarla con genialidad y más pocos logran tener el valor, para hacer públicas sus verdades esenciales ante el país y el mundo, como él.
García Márquez tuvo el talento de crear un universo literario, que los críticos calificaron como mágico, que simplemente denuncia la realidad lacerante que padecen los oprimidos. Por eso, Macondo terminó siendo la patria chica de todos los parias del mundo.
Estudió como pocos, las esencias nauseabundas de las tiranías latinoamericanas y develó que es el sino propio de las oligarquías dominantes, herederas de la demencia europea por la riqueza. Por esto, fue un perseguido político más y tuvo que exilarse en México, desde 1981.
¡Qué cinismo la de esta oligarquía colombiana¡ que hoy decreta tres días de duelo, pero en privado se embriaga de felicidad, creyendo que con su partida física, enterrarán su testimonio de vida militante y su obra eterna.
Al terminar su discurso ante la Academia, que le otorgó el premio Nobel de literatura en 1982, Gabo se quejó por anticipado y pidió que no lo recompensáramos con la incomprensión y el olvido. Comprender su convocatoria por la vida y tenerla siempre presente, va a mantenerlo vivo entre nosotros.
Su llamado para crear una nueva y arrasadora utopía de la vida, para tener una segunda oportunidad sobre la tierra, lo debemos acatar los colombianos. Vida que Gabo entendió como paz, justicia social, independencia y originalidad, las que no obtendremos como regalo de los poderosos, sino como producto de lo que él nombró, como terquedad sin fin.
Gracias Gabo, por enseñarnos a descubrir que la poesía es el arte de conspirar por la felicidad de todos, como ardor que abriga los sueños libertarios; que la poesía es “esa energía secreta de la vida cotidiana, que cuece los garbanzos en la cocina, y contagia el amor y repite las imágenes en los espejos”; que la poesía es ese testimonio desgarrador “por su permanente victoria contra los sordos poderes de la muerte”.