Los dos árboles

CUENTOS REVOLUCIONARIOS

LOS DOS ÁRBOLES*

Antes había un árbol grande, alto, verde, con muchas ramas y hojas, y que daba frutos muy ricos, que tenían flores muy lindas y de delicado perfume. Allí anidaban los pajarillos y con su canto alegraban el ambiente. La sombra que extendía refrescaba el descanso de los caminantes. Era un árbol bueno y querido.

Pero llegó a ésta tierra gente extraña, de otras costumbres y de otro modo de vida. Ellos cortaron aquel árbol bueno, lo destruyeron y en su lugar sembraron otro árbol distinto.

Este árbol nuevo era grande y malo, daba frutos venenosos que mataba a quien los comía, no olía agradable, apestaba, no servía de nido a los pajarillos, era mas bien madriguera de alimañas de toda especie;: culebras, víboras, arañas y lagartos y todo animal conocido como enemigo y dañino del hombre.

Este árbol malo hasta ahora existe. Nosotros deseamos destruirlo ya que no brinda ningún bien-al contrario- nos ocasiona toda clase de desgracias y todo los males y daños posibles, pues somos sus victimas desde hace tiempo.

Unos plantean que hay que echar lazo a las ramas mas altas, subir a la copa y así subidos empezar a cortarlo hoja por hoja, ramita por ramita.

Otros, plantean que de ese modo no es posible ni es practico, proponiendo construir una tarima, un andamio de la misma altura que el árbol para empezar a cortarlo desde allí.

Unos terceros, afirman que ninguno de los dos métodos señalados antes son los correctos, un campesino para cortar un árbol-dicen-agarra un hacha fuerte y bien filuda y empezar a dar cortes en su base.

Entonces, como ven, la gente se ha agrupado en tres sectores y cada uno propone formas distintas de cortar el árbol malo que todos deseamos destruir.

Algo parecido, muy semejante, ocurre con nuestra historia y nuestra tarea actual de liberación nacional.

El árbol que había antes, grande, bueno y querido, es el Imperio de los Incas (que estaba organizado a manera de un estado socialista primitivo o como otros consideran un estado esclavista paternalista)

Los gobernantes de entonces se preocupaban de los problemas del pueblo y los resolvían con la ayuda de todos; los campesinos vivían en ayllus, cada hombre y cada mujer tenía tierra y ganado suficiente parta satisfacer sus necesidades; para tiempos de sequía había graneros donde almacenaban sobrantes de los años de abundancia; la forma de trabajo era colectiva: ayuda mutua entre los campesinos que laboraban como hermanos, estrechamente unidos; de esta época quedan restos de andenes, canales de irrigación, caminos , fortalezas que hoy admiran hombres de todo el mundo. No hay duda que- para su tiempo y con las herramientas muy sencillas que poseían- los Incas estaban muy adelantados y el pueblo vivía con sus principales necesidades satisfechas, salvo cuando las calamidades de la naturaleza se prolongaban y provocaban hambrunas.

El árbol bueno fue destruido por la conquista española y en su lugar fue plantado el árbol malo que es el sistema de explotación que desde hace tiempo nos oprime.

Los españoles destruyeron la organización social y económica, estableciendo en su lugar el sistema de haciendas que usurpo (robó) las tierras de los ayllus y convirtió a sus pobladores en siervos, o los llevó a trabajar como esclavos en los telares y minas donde murieron por millones.

Fue como si el día de pronto se convirtiera en noche; una sombra muy negra cubrió los corazones de los peruanos de entonces. Desde aquella época nuestros recuerdos son amargos, la tristeza congelo nuestra alegría, el grito jubiloso de vivir se volvió pena ahogada en la garganta; el contento de trabajar se transformó en pesadilla; los rostros alegres empezaron a reflejar gritos de angustia y quejas a nuestros espíritus adoloridos; el bien se volvió mal; la felicidad, desgracia.

Con la Independencia y la República nos liberamos del dominio español, pero no cambió la situación del pueblo peruano, especialmente la del campesinado; este hecho histórico solo significó el traspaso del poder de los gamonales españoles a los gamonales peruanos. El campesino siguió sufriéndola misma explotación e injusticia de antes. Es el mismo árbol malo que hasta hoy padecemos.

Ahora todos queremos destruir esta organización mala que nos impusieron los españoles. Y como en el caso del árbol, no todos los peruanos nos hemos puesto de acuerdo todavía.

Unos, creen que con elecciones-postulando para Presidente, senador o diputado- se puede llegar al poder y cambiar la situación. Pero ocurre que no pueden subir, o que si alguno lo logra no puede hacer nada, ni siquiera dar una gota del río de promesas que hizo como candidato; todos conocemos como es el carnaval electoral y nunca hemos visto mejorar nuestra vida por ese método. Estos son los que quieren subir al árbol echándole lazo y cuando alguna vez lo hacen. Son picados por las alimañas que hay arriba, haciéndolos caer o corrompiéndolos.

Los segundos, creen que hay que basarse solamente en la organización sindical de cada hacienda, distrito , provincia, departamento, etc., hasta que sea tan fuerte que se cree otro poder igual al de los explotadores y que entonces habrá llegado el momento de establecer el poder revolucionario. Pero nuestros enemigos no nos permiten este desarrollo, pues con las suspensiones de garantías, redadas, masacres, detienen cuando se les da la gana el avance sindical y la propia experiencia de esta lucha prueba que la organización de masas sola es impotente para tomar el poder o gobierno en sus manos. Estos son los que quieren construir el andamio que muchas veces cae y ofrece una postura muy incómoda para dar el corte.

El tercer grupo, piensa que hay que formar guerrillas y empezar a luchar por los derechos de los campesinos con estos grupos armados y preparados. La experiencia de las recuperaciones de tierras nos prueban que si los campesinos no se organizan, unen y arman, son masacrados y derrotados por los enemigos del pueblo cuando tratan de reclamar sus derechos. A la violencia represiva de los gamonales y demás explotadores hay que oponerle la violencia organizada popular revolucionaria. El único poder valedero y real es el que sostiene en los fusiles, por eso el campesinado y el propio pueblo en general debe tener su propia fuerza armada cuyos embriones son las guerrillas. Estos son los que quieren cortar el árbol malo con un hacha.

Pero esto no es senillo. El hacha tiene dos partes principales: la parte del metal y el mango de madera. La parte de metal es la que corta y debe estar bien afilada, y el mango o cabo tiene que ser de madera escogida, dura, resistente y, también tallada en la forma conveniente a fin de que se una bien con la parte metálica del hacha.

De igual manera, son las guerrillas-como método fundamental para hacer la revolución- son el metal afilado, y la ayuda directa del campesinado es el cabo del hacha.

Las guerrillas deben estar armadas y bien preparadas, saber el método correcto de este tipo de lucha. Pero solas no pueden actuar eficazmente; tiene que contar con el apoyo directo de los campesinos seleccionados y organizados en células del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), .Tal como no se puede poner madera blanda o quebradiza de cabo de hacha, a la organización revolucionaria-que es distinta al sindicato- no pueden entrar campesinos miedosos y faltos de conciencia, solo pueden entrar los muy seleccionados, concientes y probados. Tal como no se puede poner una raja de leña como cabo de hacha, no se puede hacer el apoyo desorganizado, tiene que ser de campesinos selectos y organizados en células secretas y pequeñas de nuestro Partido: el MIR.

En nuestros montes hay muchos árboles de madera buena para hacer buenos cabos de hacha. Así, en nuestro pueblo hay buenas organizaciones de masas, buenos sindicatos probados en su lucha contra el gamonalismo, de donde saldrán buenas células revolucionarias de nuestro Partido.

El “hacha“(guerrilla) es un instrumento del pueblo. De los explotados del Perú, con ella vamos a cortar el árbol de nuestras desgracias en su misma base; su aparato represivo, Mientras mas “hachas” existan, mas rápido podremos traer abajo el árbol malo. A medida que aumentemos el número de guerrillas fuertes, aceleraremos la caída del actual sistema de explotación insoportable que padecemos.

* Texto escrito por Luis de la Puente Úceda, comandante del Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR) en 1964. Tomado de ILDEPU