El reto de entonces, en esa Primera Marcha del 4 de julio de 1964, con que fundamos el ELN, para emprender el camino de la liberación nacional y buscar la verdadera y definitiva independencia, presentaba tantas expectativas, como las que hoy tenemos delante al plantearnos la búsqueda de la paz con justicia y equidad social.
Es el mismo camino, la misma estrategia, son los mismos ideales y los mismos sueños, luego de medio siglo.
En aquella oportunidad, entendimos las búsquedas en que estaban los pueblos, en las cuales florecieron guerrillas en casi toda América Latina, no fue una ocurrencia, aceptamos ese reto histórico.
Comparadas las condiciones materiales con que contábamos, con los desafíos a enfrentar, era casi una locura, matemáticamente un imposible y por ello, muchos creían que era un suicidio intentarlo.
No somos la excepción, la historia de Colombia y la historia de los pueblos está llena de ejemplos; sencillamente, asumimos los riesgos, porque quien espera a que todo esté dado sin hacer parte de las construcciones, le pasará la historia por encima, porque lo que cuenta es la lucha, porque en ésta la construcción permanente es una incesante búsqueda.
Hoy el ELN existe, es una realidad, es un patrimonio de la rebeldía popular y sigue aceptando los retos que las circunstancias de la lucha nos imponen, aceptamos con humildad las críticas que consideramos justas por las equivocaciones, por desvíos en el camino, pero estamos convencidos de haber respondido al sentir del pueblo con el que nos comprometimos, sin esperar a cambio ninguna recompensa de tipo material, porque por encima de cualquier interés particular, han estado y están las convicciones, los ideales y el compromiso de ir hasta el final por la redención del pueblo.
El esfuerzo de estos 50 años de persistencia tiene altísimos costos en vidas humanas, de muchos compañeros y compañeras, quienes con derroche de dignidad y heroísmo lo dieron todo por lo que consideraron justo y necesario; la inmensa mayoría siguen anónimos, como también es desconocido el alto sacrificio de su vida, la cual entregaron a diario hasta el final; un día la historia podrá registrarlo, hoy sólo queda continuar el camino y lo hacemos con alegría, con la humildad que da el anonimato y el estímulo, que produce sentirse cumpliendo el sagrado deber revolucionario.
Con la misma fortaleza y sentimiento, con que homenajeamos a quienes en las filas del ELN lo han dado todo, para desbrozar el camino por un mejor futuro, también rendimos honores a los miles de revolucionarios que entregaron su vida en la lucha, aunque en otras organizaciones, que surgieron por los mismos años que nosotros, un poco antes o después, o sencillamente desde el campo popular.
Su fuerza la llevamos dentro para seguir la Marcha, que emprendimos aquel histórico 4 de julio de hace medio siglo.
Quienes conocen la historia colombiana del siglo pasado, saben muy bien, que la confrontación política y armada no inició con el surgimiento del movimiento guerrillero en la década de los años 60, sino desde antes de 1948, cuando la oligarquía desató las agresiones contra el pueblo, luego asesinaron a Gaitán, y así desataron la guerra civil que se conoce como La Violencia.
Hemos dicho en varias oportunidades que desde nuestro surgimiento, la búsqueda de la paz ha sido siempre uno de nuestros máximos objetivos.
Hoy, cuando la bandera de la paz se agita como un clamor de millones de hombres y mujeres, de los más variados sectores de la sociedad colombiana, además de contar con un respaldo de un gran número de gobiernos y pueblos del continente y el mundo, no tenemos la menor duda en comprometernos con ella. Sólo que debemos advertir, que no todos los que agitan esa bandera, están pensado, que ella sea por la justicia, la equidad y la soberanía.
Es necesario entonces precisar, a qué paz nos referimos y cómo estamos pensando construirla. Llamamos a la unión, organización y movilización del pueblo y la nación, para estas tareas esenciales, de tal manera que ese anhelo de todas y todos, no se use como retórica ni justificación, para seguir incrementando la guerra.
Sólo con la participación directa de las mayorías nacionales, se alcanzará la paz con justicia y equidad; la misma que buscamos hace ya medio siglo, la que también anheló Gaitán y por la que lo asesinaron las oligarquías.
Nicolás Rodríguez Bautista
Primer Comandante del ELN