Nuestro país es sin lugar a dudas un territorio de fervientes creencias religiosas, creencias que guian los pasos de millones, pero también que enceguecen la mirada sobre la realidad diaria. Quizas por ese arraigo tan fuerte que tienen las religiones, o la fe en sus diversas expresiones, en la idiosincrasia de nuestro pueblo, es que la política tradicional toma dimensiones religiosas y los polítiqueros que la representan se convierten en profetas, o a lo sumo en sacerdotes.
Hoy parecemos asitir a un momento en el cual "nuevas" creencias y "nuevas" ideologías nos llevaran por el camino de olvidar los mesias del pasado y por tanto, para no olvidar ese pasado y no dejarnos atrapar en los "nuevos" relatos, es necesario hacer memoria de profecias viejas y de aquellas que se anuncián como lo nuevo, sin serlo.
Es así como durante 8 años, de 2002 a 2010 el país pareció estar evocado a seguir la religión de la "seguridad democrática" pero más que a la religión, se seguía a su profeta, que más que ello fue mesias: Alvaro Uribe Velez. El mandamiento máximo del mesianismo uribista no fue otro que la guerra total contra las insurgencias y todo aquello que se le pareciera, llamese movimiento social, sindicalismo, oposición. Bajo la premisa que todos los males del país se debían a la guerrilla, se le permitió a este mesias del obscurantismo impulsar una cruzada de muerte para según el, llevarnos hacia el mayor bienestar para Colombia. Sin embargo la fe de los fervientes creyentes se fue deteriorando en buena medida por el mal ejemplo de sus "buenos muchachos", de aquellos pastores que aprovecharon el cuarto de hora de su religión, para llenar sus bolsillos e implantar un régimen de terror, criminalidad e impunidad.
Por eso las fuerzas del más allá, encarnadas en la figura de la corte constitucional, decidieron poner todo "en orden" y cerrarle el paso al mesias que cada día se hacia todopoderoso.
Se fue erigiendo entonces una nueva religión, aunque no fuese tan nueva su doctrina, ni mucho menos lo fuese su profeta. Desde entonces, y con mayor fuerza desde las pasadas elecciones presidenciales, ha surgido la religión denominada "Tercera Vía" y Juan Manuel Santos se ha catapultado como el nuevo profeta. Su mandamiento se ha basado en convencer a los creyentes, y a quienes se niegan a creer, que el único camino posible para la paz es la rendición de la guerrillas y la integración de las organizaciones sociales a las lógicas del mercado para lograr un país prospero. Bajo esa premisa, se le viene permitiendo que impulse un concilio en el cual los intereses de los poderosos no se toquen, el país se pacifique y todo siga como si nada.
Parece ser que esta "Tercera Vía" se ancla en la historia como el único camino posible para conseguir la paz. Sus designios así lo indican, por ello no es gratuito que algunos de sus profetas hayan sido los portadores de la misma en otras latitudes. Basta mencionar al gran mesias Tony Blair, ex primer ministro británico, quien logró luego de muchos intentos llevar al ERI (Ejercito Revolucionario Irlandes) a la firma del acuerdo del "viernes santo" (vaya paradoja) que culminó en un periodo de "paz" que hoy perdura. Igualmente, el profeta Jose Luis Rodriguez Zapatero ex presidente español, también logró mediante su sacerdocio llegar a un acuerdo con la ETA, que hoy se mantiene y ha silenciado, por lo menos hasta ahora el conflicto armado en dicho páis. Por ello, no es extraño que se quiera imponer que son los gobernantes de la "Tercera Vía" los verdaderos profetas de la paz.
Pero por más que hablemos de múltiples corrientes políticas y gobernantes, convertidos en religiones y profetas, todas llevan a un solo Dios verdadero: El gran capital y su fe en el neoliberalismo. Es esa la fe a la cual nos pretenden llevar, y es esa la paz que buscan que los pueblos oprimidos del mundo aceptemos: La paz del silencio, la de la resignación, la de bajar la cabeza y rezar porque todo vaya bien y los profetas sepan guiarnos. Una paz hecha a imagen y semejanza de sus intereses, una paz en la cual el ejercicio de la fe como creencia ciega garantice el dominio por la vida eterna...
Pero toda falsa creencia tiene su principio y tiene su fin, fin que solo será posible si los pueblos todos asuminos nuestros propios destinos y reafirmamos la convicción en otro mundo posible, una sociedad nueva que no está en los cielos, sino que se construye aquí en el mundo terrenal, que se construye con los sueños y anhelos de los humildes, de las víctimas de este modelo, de las madres desoladas, de los niños hambrientos, de los sin pan, de los sin techo,de los sin empleo. Esa nueva sociedad solo puede ser resultado y proceso de la firme decisión de quienes hemos padecido el engaño de los poderosos, de quienes siempre han estado sumidos en la desesperanza de sus creencias.
Por eso es necesario destronar a los mesias, desenmascarar sus profecias y derrumbar el sosten de sus religiones perversas que invitan a la muerte y la miseria. Edificar la nueva sociedad implica destruir la vieja y sobre ella cimentar la nueva civilización que hemos de construir.
Pero esa nueva civilización no podemos erigirla como una religión, cargada de profetas y verdades absolutas. Esa nueva civilización tiene que ser la posibilidad de construir con un espíritu crítico, con verdadero sentido de democracia, asumiendo que la historia no es líneal, que tiene picadas y subidas, avances y retrocesos y solo puede ser escrita por los hombres y mujeres, no como palabra sagrada, sino como construcción colectiva.
Por ello reivindicamos y ´queremos aportar a la construcción de una nueva civilización que reconozca como su pleno propósito la vida, anteponiendose al proyecto de -no vida- que nos han impuesto los profetas del capital.
NI UN PASO ATRAS LIBERACIÓN O MUERTE
Ejercito de Liberación Nacional
Conducción Frente de Guerra Central