LA REALIDAD NACIONAL Y LA LINEA POLÍTICA DE LA CONVIVENCIA
A LA IV CONVENCION NACIONAL DEL PARTIDO APRISTA PERUANO
I.- INTRODUCCIÓN
Los que suscriben, apristas militantes de actividades, profesiones y residencias diversas, haciendo uso de nuestro derecho de iniciativa partidaria y cumpliendo con nuestra obligación de participar activa y constructivamente en la marcha del partido, hacemos llegar a la IV Convención Nacional, nuestra opinión sincera y responsable sobre el momento crucial que vive el país, nuestro gran partido, y las decisiones que este precisa tomar para su marcha futura.
Nuestra actitud democrática y consecuente se fundamenta en el convencimiento profundo de que los principios doctrinarios del Aprismo, constituyen el lineamiento teórico mas acertado para enfocar y solucionar la problemática nacional e indoamericana, acierto corroborado por la historia de América en las últimas décadas, por las realizaciones revolucionarias de pueblos hermanos que aplican nuestras tesis, y aún, por las expresiones y actitudes de los mas encarnizados adversarios de nuestro movimiento.
Sumada a esta convicción doctrinaria, consideramos necesario insistir en el papel que al APRA le corresponde desempeñar, para cumplir su destino histórico de movimiento antimperialista, antioligárquico, indoamericano, democrático, revolucionario y moralizador. En otras palabras, es el único partido en nuestro país con capacidad para transformar todas las estructuras económico-sociales que atan su desenvolvimiento. Lógico es que pensemos que para cumplir aquella misión histórica y hacer dinámica nuestra potencialidad, destruyendo “el pasado vergonzante” y edificando “la libertad con pan”, sean imperativamente requeribles: consecuencia ideológica, unidad de pensamiento y de acción, organización y disciplina.
La consecuencia ideológica es indispensable para el logro de las metas partidarias y para el fortalecimiento y consecución de los ideales del pueblo peruano. Ella compete a los dirigentes y a los militantes de base. Cualquier desviación ideológica o pragmática, a la derecha o a la izquierda, pone en peligro la esencia del movimiento. Y no se hable de tácticas para justificar determinadas actitudes de la dirección del partido, de sus organismos departamentales, de sus órganos de publicidad o de cualquier sector intrapartidario. La táctica no puede apartarse de la doctrina en forma tal que la niegue o contradiga. La doctrina es la dirección, la táctica es el camino. La doctrina señala la meta, la táctica, el itinerario y la ruta. Sólo cuando se carece de basamento doctrinario puede aceptarse indiscriminadamente cualquier forma de actuar, o puede dejarse la forma de actuación a criterio de una persona o de un grupo. Sólo cuando se ha claudicado de un principio puede negársele tras la mascarada de la táctica. Sólo cuando se ha fracasado en política, se mendigan los derechos y a eso se le llama táctica.
La Unidad es esencial para un partido revolucionario. Ella se funda en la identificación principista y se expresa en la acción organizada. Es imperativo defender la unidad partidaria, desde arriba y desde abajo. Más ella no se edifica a base de arbitrariedad, de intriga o de difamación. Sólo a base de consecuencia ideológica puede exigirse la identificación principista, el trabajo organizado y la disciplina, es decir, la Unidad.
Comprendemos que la Unidad es fundamental para que el APRA cumpla su destino; conocemos todos los intentos de los enemigos del partido para romper nuestras filas; estamos convencidos que es deber de todo aprista salvar la Unidad, para salvar el partido, y con ello, al más grande instrumento revolucionario en la historia del Perú.
Pero que conste también, que la Unidad que propugnamos y defendemos no es la Unidad del rebaño, no es la Unidad del silencio, no es la Unidad del temor, no es la Unidad de la genuflexión o la hipocresía. La Unidad que propugnamos y defendemos es a base de convicción, Unidad en el ideal de redimir a un pueblo, Unidad en la doctrina del Aprismo, Unidad en la lucha, Unidad en el dolor, y, con reservas, la Unidad en la victoria (porque en ese momento aparecen los oportunistas y los aventureros).
De allí que no podemos aceptar que se juegue con la bandera de la Unidad, cuando se trata de discutir con claridad y honradez sobre los grandes problemas que agobian a la patria y sobre la nefasta línea política que sigue el partido. De allí que tenemos que rechazar la calificación de “divisionistas” que se aplica a quienes ejercitan un derecho y cumplen al mismo tiempo un deber, al expresar sus puntos de vista sobre determinados problemas nacionales y partidarios, sin complejos, sin temores, sin adulación, sin hipocresías, sin mitos, sin tabús; con honestidad, convicción y sentimiento.
Insistimos en la necesidad de defender la unidad partidaria, de pensamiento y de acción, a base de consecuencia ideológica, de lealtad doctrinaria y de honestidad revolucionaria.
La Organización es la anatomía del partido. La acción es un conjunto de funciones que realizan determinados órganos. Sin convicciones y sin mística no puede haber organización fuerte y saludable. Hay crisis de organización debidas a desconocimiento o negligencia; pero las hay también, y este es el caso, debidas a males ajenos a las estructuras morfológicas, a enfermedades del espíritu o de la fisiología del movimiento.
La Disciplina esta llamada a defender el principio doctrinario, la organización y la unidad del movimiento. La disciplina es indispensable para salvaguardar los cimientos partidarios. Disciplina tiene la augusta misión de defender al Partido de la traición, de la desviación, de la claudicación, del oportunismo, de la negligencia y de la inmoralidad. Más la disciplina no es el instrumento de la arbitrariedad; no es el medio de amedrentamiento, amordazamiento o venganza de un grupo contra otro; no es instrumento de represión al servicio de determinados intereses; no es el medio de defender posiciones, satisfacer egoísmos o eliminar competencias.
Repetimos: la Disciplina es una institución de defensa del Partido; defensa de su doctrina, de su trayectoria, de su mística, de su organización, de su unidad, de su prestigio; nunca instrumento de venganza personal o de grupo. Ella debe servir para tutelar los principios rectores de nuestro movimiento, la conducta de sus dirigentes y militantes, dentro y fuera de la actividad, el cumplimiento de los deberes partidarios por dirigentes o militantes, sin distingos de ninguna naturaleza y una adecuada marcha de los organismos.
La Disciplina se funda en la convicción ideológica y no en la arbitrariedad. La aceptación de la disciplina por cada militante le implica renuncia de sus derechos para dejarlos a discreción de los órganos respectivos. Nadie puede hipotecar su libertad. Sucede que cada militante condiciona voluntariamente su pensamiento y su acción a un principio ideológico y político determinado, asumiendo la responsabilidad de defenderlo y de aceptar las determinaciones de los organismos elegidos democráticamente, siempre que se ciñan a esos principios rectores.
La Disciplina tiene que estar adecuada en la línea doctrinaria del movimiento, pues apenas se aparta de ella, por una u otra razón, deja de ser democrática para lindar con la arbitrariedad y el totalitarismo.
Después de dejar perfectamente esclarecido nuestro pensamiento sobre aspectos que son esenciales y que servirá para evitar desnaturalizaciones de la exposición que sigue, cumplimos con hacer llegar a la IV Convención Nacional del Partido Aprista Peruano nuestros puntos de vista sobre la situación nacional y la línea política partidaria.
II.- ANALISIS DE LA REALIDAD NACIONAL
Podemos caracterizar al Perú como un país subdesarrollado por los fuertes resabios semifeudales y precapitalistas y por la situación de dependencia en que se encuentra frente al imperialismo norteamericano. El magistral análisis de nuestra realidad que hiciera nuestro c. Jefe, Víctor Raúl Haya de la Torre, en el Antimperialismo y el APRA, mantiene su vigencia, porque en líneas generales la situación nacional es la misma.
La Tierra
Las condiciones que imperan en la tierra son determinantes de todo el proceso económico nacional.
Veamos la forma cómo está distribuida la heredad nacional.
El grado de acaparamiento de la tierra en el Perú es elevadísimo, situación paradojal si se tiene en cuenta que nuestro índice agrario es excesivamente bajo, puesto que de 1’249,049 Km2. tenemos en cultivo aproximadamente 1’800,000 hectáreas, lo que representa el 1.44% de la superficie total.
918 grandes haciendas ocupan 1’126,685 hectáreas de tierra cultivada, sin contar las inmensas extensiones de tierras de pastos, sobre los que se asientan latifundios gigantescos, muchos de los cuales cubren provincias enteras. Estas inmensas extensiones pertenecen a particulares, instituciones religiosas e instituciones públicas.
Junto al latifundio impera el minifundio, que pauperiza y postra. Hay muchos millares de parcelas minúsculas pertenecientes a campesinos pobres, algunas de las cuales increíblemente se miden por surcos, como en la zona “Cuper”, provincia de Urubamba, Cuzco; “Chucuito”, en Puno; “Lleuin”, en Otuzco, “Chota” en Cajamarca, etc.
La pequeña y mediana propiedad, como los “Alodios” medioevales, constituyen islotes o archipiélagos perdidos en el inmenso mar del latifundio. Las comunidades indígenas tienen en su poder más de 1’000,000 de hectáreas de tierras de muy variada y relativa calidad.
Veamos el grado de desarrollo de los distintos tipos de propiedad agraria, y encontraremos las más distintas etapas de evolución: explotación capitalista plena, explotación semifeudal, explotación comunal y pequeña o mediana propiedad libre.
La explotación capitalista tiene sus principales centros de localización en los valles costeños, en las planicies andinas y en determinadas zonas de la selva. La empresa capitalista está fundamentalmente dedicada a la producción exportable: azúcar, algodón, lanas, maderas. Su régimen de trabajo es salarial, pese a que muchas haciendas costeñas tienen como fuentes de mano de obra barata, inmensos latifundios serranos, donde conservan relaciones de producción precapitalistas. Caracteriza también a la gran empresa capitalista su alto grado de capitalización y de técnica, que justifican los altos índices de productividad y rentabilidad de la tierra.
El latifundio semifeudal está muy extendido, tanto en la costa como en la sierra, predominando en el agro nacional. Los niveles evolutivos, tanto en lo que se refiere a sus relaciones de producción como sus métodos de trabajo, son muy variados, yendo desde la explotación servil calificada, cuya institución característica es el “pongaje”, hasta las formas semifeudales de renta-producto, renta-dinero, cuyas tipificaciones están en el “Colonato” y el “arrendamiento subsistencia”; desde el empirismo mas completo hasta la mediana y parcial tecnificación. El latifundio semifeudal esta dedicado casi exclusivamente a la producción para satisfacer las necesidades del consumo interno nacional.
Los propietarios o accionistas de las empresas capitalistas y de las haciendas semifeudales constituyen la gran burguesía nacional agraria, es decir, el sector agrario de la oligarquía. Como se comprenderá, su compenetración tiene fuentes económicas, sociales, políticas.
La pequeña y mediana propiedad sufre los efectos de la descapitalización constante, de la subdivisión continuada, de la absorción latifundista, de la falta de garantía y refacción de parte de los órganos del Estado, todo lo que da lugar al empirismo en los métodos de trabajo, a los bajos niveles de productividad consecuentes, a la postración y al pauperismo.
Las comunidades indígenas -1,500 reconocidas, de las 5,000 existentes aproximadamente-, pese a que agrupan a cerca de 3’000,000 de peruanos y que cuentan con elementos espirituales y materiales de primer orden como para servir de base al nuevo edificio agrario nacional, atraviesan por un grave proceso de desintegración, empirismo, postración, abandono y agresión gamonalista constante.
Así como la pequeña y mediana propiedad generan la clase media; profesionales liberales, pequeño comercio, pequeña industria, burocracia y alto proletariado, la explotación semifeudal y la explotación comunal son fuentes de los sectores bajos de la clase media, del proletariado, de la servidumbre y del “lumpen proletariat” (bajos fondos).
Si revisamos ligeramente las relaciones de producción en el campo en forma más específica, nos encontraremos con que predominan las precapitalistas, como renta-trabajo (pongaje), renta-producto (colonato), renta-dinero (arrendamiento-subsistencia). La aparcería y el yanaconaje, que podrían considerarse como contratos de transición entre los precapitalistas y los capitalistas, están muy extendidos. Todos estos contratos están preñados de hibridaciones serviles. El arrendamiento capitalista y el régimen salarial funcionan en determinadas, reducidas y dispersas zonas agrarias, sin que pueda pensarse que están exentos de las influencias y contaminaciones feudales.
Otro de los elementos calificativos de nuestra realidad campesina es la técnica agropecuaria.
A excepción de limitada zonas de alta capitalización, la mayor parte del agro nacional se explota dentro de índices técnicos increíblemente bajos, que dan lugar a la mínima productividad de la tierra y del trabajo. En este aspecto no cabe diferenciación entre latifundio feudal y la comunidad, mediana y pequeña propiedad. Todos viven estadios de descapitalización y empirismo.
Veamos algunos datos que son indicativos: Hasta el año pasado había en el país 6,005 tractores, distribuidos por zonas así: 4,924, o sea el 82%, en la costa; 961, o sea el 16%, en la sierra; y 120, es decir el 2%, en la selva.
Las cifras anteriores son reveladoras de nuestro atraso técnico y justifican que más de la mitad del área cultivada en el país ocupe tracción animal y que haya inmensas zonas donde se usa todavía el chaquitacllo, herramienta del estadio de la azada, que sirve para la labranza de inmensas extensiones usando únicamente la fuerza humana.
Si a lo anterior agregamos otros aspectos, como consumo mínimo de fertilizantes, desinfectantes, fungicidas, la falta de rotación de cultivos, selección de semillas, defensa de la erosión, reforestación, control de epizootias, mejoramiento de castas, selección y mejoramiento de pastizales, etc., podremos comprender el miserable grado de productividad en nuestros campos.
Dada nuestra condición de país eminentemente agropecuario, por el aporte de estas actividades a la renta nacional –el primer renglón- y por el volumen de la población que de ellas depende –dos terceras partes del total económicamente activo-, las estructuras agrarias: propiedad, relaciones de producción y técnica, influyen determinantemente en el desarrollo integral del país, afectando a todos los sectores sociales no privilegiados.
La Renta Nacional
La renta nacional es muy reducida –25,400 millones de soles el año 1958- en relación a la potencialidad económica del país y ello se debe a los bajos índices de producción, la inexploración de nuestra riqueza nacional, la condición de país productor de materias primas, la dependencia del mercado internacional, todo lo que configura nuestra condición de país subdesarrollado (colonial).
La renta per-cápita ha sido el año pasado de S/. 2,540. Este dato hay que tomarlo como simple valor teórico, pues indica lo que tocaría a cada habitante del país si se distribuyera igualitariamente la renta nacional entre todos los peruanos.
Pero como aquello no es cierto, sino que, por el contrario, nuestro país presenta las mayores desigualdades concebibles, dejando notar a simple vista la opulencia irritante de unos pocos y la miseria desoladora de los más.
La Comisión Económica para América Latina (CEPAL), en su informe sobre “El Desarrollo Industrial del Perú” se refiere a este aspecto: “En todo el amplio sector de los pequeños propietarios y asalariados agrícolas de la Sierra, que representarían tal vez una población de unos cuarto millones de personas –incluidos los dependientes-, el ingreso per-cápita no sea muy superior a 4 ó 5 dólares mensuales. Es obvio que un nivel de ingreso tan exiguo en el que quedaría comprometido el 45% de la población del país, significa en el hecho que existe todo un amplio sector prácticamente al margen de cualquier consumo que no sea de mera subsistencia”.
Como consecuencia de lo anterior, el mercado interno nacional es muy limitado. Tres o cuatro millones de habitantes en mayor o menor grado participan en la producción y el consumo, mientras de 6 a 7 millones viven en estadios de economía autárquica, casi completamente al margen del fenómeno económico nacional.
La Industria
La limitación del mercado interno por si extensión –marginamiento de la mayoría nacional- y por su intensidad –mínima capacidad adquisitiva de las mayorías nacionales- imposibilita el desarrollo de otras actividades económicas, especialmente la progresión industrial, fabril.
Nuestra industria es fundamentalmente liviana y su nivel de desarrollo es muy limitado. El aporte de la actividad industrial a la renta nacional más o menos se mantiene estable en los dos últimos años, siendo el 13%. El tipo de producción industrial también se mantiene estable, predominando ostensiblemente, con más de 50%, la producción de bienes de consumo, siguen los bienes intermedios, con más de 25%, dando los bienes de capital porcentaje bajísimo.
Aproximadamente, una quinta parte de la población económicamente activa está absorbida por la industria, debiendo dejar perfectamente establecido que de este sector laboral el 75% corresponde a la industria casera y artesanal, y sólo el 25% está empleada en la industria fabril. De la conformación de la clase laborista industrial se desprende la explicación de su baja capacidad adquisitiva general, pese a los altos promedios que devenga la industria fabril, los mismos que al promediarse con los bajísimos y mayoritarios promedios artesanales, disminuyen notablemente sus índices.
El c. Ing. Humberto Espinoza da como características fundamentales de la industria manufacturera peruana, las siguientes:
a) Crecimiento de la industria, prácticamente vegetativo;
b) Mínima producción de bienes de capital;
c) Elevadísimo porcentaje de artesanado;
d) Muchas industrias son extensión de las actividades agrícolas y mineras, no sólo por la materia prima, sino por el capital y la localización; y
e) Falta de diversificación, pues tres renglones (alimentos, bebidas y textiles) cubren más de la mitad del personal ocupado.
Habría que agregar el hecho de que muchas industrias gozan de un conjunto de liberalidades de parte de los Gobiernos, con la pregonada intención de fomentar la producción y favorecer al consumidor; sin embargo, los únicos favorecidos con aquellas granjerías son los allegados a los hombres de gobierno, que ponen al consumo productos de inferior calidad que los extranjeros y cuyos precios no difieren mayormente. (Leches enlatadas, cemento, etc.)
Un índice más del incipiente desarrollo industrial lo puede dar el consumo de energía eléctrica per-cápita, que en el Perú es notoriamente bajo, muy inferior al de Chile, Argentina, México, Brasil, Cuba, Venezuela, etc.
En cuanto a la industria derivada de la minería, encontramos en la revista “Informaciones Comerciales” Nº 102, de junio de 1958, los conceptos siguientes:
“El Perú minero no ha superado aún su etapa de colonialismo económico al solo producir materias primas en bruto (minerales y concentrados) sin llegar a alcanzar siquiera la etapa final dentro del proceso extractivo de obtener metales refinados, los que a su vez podrían ser puente fácil para su manufactura y transformación, base de una racional industrialización, meta y aspiración de nuestros pueblos, tan duramente desmedrados por ser caso exclusivamente abastecedores de materias primas, tributarios de pueblos altamente industrializados”.
Aquel mismo fenómeno lo estamos viendo en nuestra industria pesquera. Aceleradamente aumenta la exportación de harina de pescado, que es materia prima para la obtención de grasas y proteínas de primera calidad.
La industrialización del azúcar también presenta defectos gravísimos, como consecuencia del régimen monopolista imperante. Los medianos y pequeños propietarios de caña están obligados a pagar del 65 al 75 por ciento de su producción a los ingenios de propiedad de grandes empresas azucareras. Ejemplo: Cartavio y Laredo.
Otro aspecto digno de consideración en esta revista de la realidad industrial es la tarea asfixiante que cumple el capital bancario. Los Bancos comerciales participan abiertamente en su afán de copar a la industria, aprovechando la máxima participación del Banco Industrial. El monopolio bancario ha hecho de nuestra moneda la mercancía más cara (más de 20 por ciento de intereses) limitando en esta forma el desarrollo industrial del país.
El falso criterio de fomento industrial a base de proteccionismo ciego, ha determinado que muchas de nuestras industrias anden con muletas o sean fuente de enriquecimiento ilícito por los precios que fijan.
El fomento industrial será imposible sin estabilidad monetaria, sin reforma agraria, sin alza de la capacidad adquisitiva de las mayorías, es decir, sin fortalecimiento y ampliación de nuestro mercado interno; sin defensa de la agresión imperialista, sin ayuda crediticia y técnica, y sin un régimen político al servicio de los sagrados intereses de pueblo, que destruye a todas las canonjías y abusos existentes.
El régimen semifeudal o precapitalista imperante en el agro, da lugar a:
-Subproducción, especialmente alimenticia; pauperización de las mayorías campesinas, por las relaciones serviles vigentes; creación de un mercado de mano de obra miserablemente retribuida en los trabajos mineros, las haciendas costeñas y en las industrias citadinas; congelación de nuestro mercado interno; y obstaculización del incremento de la industria nacional.
Alimentación
Desde hace varios años se viene hablando del problema de la desnutrición del habitante peruano. Indiscutiblemente, la distrofia popular se ha agudizado en los últimos años.
El Servicio Cooperativo Interamericano de Producción de Alimentos (SCIPA), en uno de sus informes de noviembre de 1956, denuncia el déficit de más de 1,100 calorías diarias y 38 gramos de proteínas en la dieta del habitante peruano. Como estos cálculos fueron obtenidos a base del consumo nacional, habría que pensar en los niveles de alimentación de las mayorías desposeídas, como para explicar esos déficit totales. La baja capacidad adquisitiva del habitante es la causa principal de la desnutrición. Priman en la alimentación popular los alimentos calóricos o energéticos (papas, cereales, grasas, etc.) mientras es mínimo el consumo de alimentos protectores (carne, leche, huevos, hortalizas, etc.). Y ello no porque el pueblo no le agrade la carne, los huevos, la leche, etc., sino porque son alimentos que están fuera de su alcance económico.
Barriadas Marginales
Desde hace varios años también miles de campesinos bajan hacia la Costa, para constituir alrededor de las ciudades esos “cinturones de resentimiento y de miseria” que son las barriadas clandestinas. El indio explotado en la Sierra e ignorado en la Costa, huye del agro para hacerse presente en la ciudad, con toda su miseria, su ignorancia, su realidad; para decirle a nuestros gobernantes y dirigentes que también es peruano, que sus problemas día a día son más hondos e irresistibles, que ya está cansado de escuchar promesas y cantos líricos, que viene a hacerse escuchar, a exigir solución perentoria de sus males seculares.
Y las ciudades costeñas ya no sólo se inflan con enriquecidos provincianos que vienen a disfrutar de la renta de lo que labraron, heredaron o usurparon, si no también con miles de campesinos indígenas que vienen tras el espejismo de una vida mejor, para terminar en la barriada clandestina, en el desecho, la antihigiene, la promiscuidad, la mendicidad y el hambre. 30% en Lima, 25% en Arequipa, 10% en Trujillo, 40% en Chimbote, etc., son los porcentajes de la población de nuestras ciudades que viven en barriadas marginales, y que es una demostración palpable de la imprevisión, de la falta de sensibilidad social y miopía de nuestros gobernantes.
Hoy más que nunca es posible comprender nuestra condición de país subdesarrollado y semifeudal. Anteriormente con la política de que Lima es el Perú o la Costa es el Perú, el ciudadano pudo obtener nociones erradas sobre la cruda realidad nacional o dejarse llevar por los pregones sobre “el progreso acelerado de la etapa capitalista que vivíamos, del sitial de honor que ocupábamos entre los países de América”. Lima, con sus urbanizaciones residenciales, con sus avenidas, edificios, sus industrias ligeras, sus escaparates comerciales, su frivolidad y su humorismo, era la cara sonriente de la realidad peruana.
Hoy, el hombre de la ciudad, del país entero, puede ver la otra faz, la realidad andrajosa, famélica y angustiada del Perú. El drama feudal del agro tiene su expresión citadina en la barriada marginal. Allí está el excampesino, en su afán supremo de sobrevivir. Llegó ilusionado a la gran ciudad, pero no hay trabajo, porque no hay industria suficientemente desarrollada; no hay esa industria porque no hay mercado; no hay mercado porque no hay capacidad adquisitiva suficiente en las mayorías nacionales. Unos problemas se concatenan con otros, mas todos ellos encuentran su explicación en la etapa de subdesarrollo económico que vivimos por acción de la oligarquía nacional y el imperialismo norteamericano, que nos gobiernan, subyugan y explotan.
Dependencia del Imperialismo Norteamericano
Esa alianza de intereses económicos que tiene expresión política nacional e internacional, es otra característica de nuestra realidad. Sobre el yugo oligárquico se ha yuxtapuesto el yugo imperialista. Nuestra economía ha sido y sigue siendo deformada por ese maridaje. Somos un país económicamente dependiente, como lo son la mayoría de los países indoamericanos.
En los años aurorales de nuestro Movimiento, las obras fundamentales del Aprismo así lo señalaron. Ese fue uno de los asertos doctrinarios esenciales de nuestro gran partido.
Nuestra economía depende del comercio exterior, los productos de mayor densidad económica del agro (algodón, azúcar, lanas, etc.) así como los productos mineros, se destinan al mercado internacional. Las bonanzas o depresiones de nuestra economía dependen de las fluctuaciones de un mercado que no controlamos.
El esfuerzo productivo nacional se resiente por la relación desfavorable de los términos del intercambio. Si hace treinta años el Perú debía exportar como tres T. M. para importar una, en la actualidad le es preciso exportar cinco T. M. para importar una. Esta relación determina nuestras deficitarias balanzas comerciales y de pagos.
Por otra parte la dependencia del país es evidente por el hecho de que los puestos claves de su economía, están en manos de consorcios internacionales.
Las inversiones norteamericanas en el país, porque las inglesas han venido a menos, controlan la minería, la agricultura, la exportación, los sistemas de comunicación, (aéreas, marítimas, terrestres), la energía y se proyecta también a la industria liviana (textil, alimenticia, química, farmacéutica) y aún el comercio y la ganadería. El grueso de las utilidades que producen estas inversiones, aprovechando nuestras riquezas y nuestra mano de obra, emigra al exterior.
Además del desbordamiento capitalista, el imperialismo implica inversión para producir materias primas u otros elementos complementarios de sus complejos monopolistas, deformando nuestras economías hasta grados increíbles. Como dice Haya de la Torre, el capital imperialista no viene “a hacer máquinas”, viene a fomentar las industrias extractivas, para de esta forma fortalecer el vínculo de dependencia de nuestra economía a la del país comprador, que es al mismo tiempo el vendedor de productos manufacturados para nuestro consumo interno.
Para alcanzar sus designios, el imperialismo actúa en íntima alianza con los sectores oligárquicos, que sirviendo intereses comunes, desde el poder político, que utilizan para sojuzgar al pueblo, abierta o solapadamente, confunden a la opinión pública, deformando la verdad, organizan un aparato estatal mercenario, corrompen, calumnian, intrigan y utilizan directa o indirectamente a personas o grupos políticos que se ponen a su alcance.
La insipiencia de nuestro proceso capitalista ha obstaculizado la constitución de una verdadera burguesía nacional, capaz de resistir a la penetración imperialista. Tanto el capital financiero como la reducida inversión industrial transformadora, tienen su origen directo e indirecto en el capital fundiario o imperialista.
Nuestra oligarquía tiene dos sectores diferenciados por sus medios de actuación aunque confundidos en su origen: El sector financiero y el sector agrario. Recién en los últimos tiempos, bajo el tutelaje de uno u otro, se va constituyendo lentamente la clase capitalista industrial.
Y como el poder económico es la fuente de poder político, la oligarquía peruana gobierna al país, a la sombra del Departamento de Estado y Wall Street, con ligeras etapas democráticas o de caudillismo autónomo.
La oligarquía nacional aliada con el imperialismo viene gobernando al país unas veces con sus propios hombres, y otras, por medio de testaferros militares o civiles. El gobierno deviene en un instrumento de defensa de sus intereses ante el creciente despertar de las clases explotadas. Esta pugna caracteriza la vida política nacional durante las tres últimas décadas en medio de concesiones o violencias.
Para terminar este ligero análisis de la realidad nacional, diremos que las otras manifestaciones del quehacer social como educación, administración, moralidad, civismo, etc., sufren las mismas o peores deformaciones a consecuencia precisamente de las anteriores estructuras.
III Origen y Planteamiento del actual Gobierno.
El año 1956 se inicia la etapa de la convivencia con la elección del actual gobierno, a base de la mayoría electoral aprista: No es necesario reseñar aquellos momentos cruciales que vivió el país y el Partido, y que tuviera su desenlace en la elección del Dr. Manuel Prado, como Presidente Constitucional de la República, acompañado de una fórmula vice-presidencial propia y de una mayoría parlamentaria en ambas Cámaras.
Lo que tiene importancia para nosotros es la gestión gubernamental durante los años transcurridos, por lo que haremos un ligero análisis.
Para comprender y valorizar la acción de este gobierno oligárquico, que desde su génesis hasta el presente ha contado con el respaldo del Partido, recordemos ligeramente los planteamientos esenciales, hechos durante la campaña electoral por el candidato Manuel Prado que se constituyeron en compromiso histórico con la ciudadanía al emitir sus votos.
-Se instauraría un régimen de derecho con libertades plenas para todos los peruanos, con igualdad de oportunidades y respeto estricto de la Constitución y de las leyes.
-Se propendería a solucionar el grave problema económico nacional por medio de la estabilidad monetaria, el abaratamiento del coste de vida, el reajuste presupuestal, y la elevación del nivel económico, social y cultural de las mayorías nacionales.
-Se fomentaría la producción en todas sus ramas para aumentar la riqueza nacional.
-Se desterraría la política tributaria como medio de incrementar la economía fiscal, evitando especialmente los impuestos indirectos.
-Se propendería a la reorganización del aparato administrativo con el fin de efectivizarlo, moralizarlo, seleccionarlo y disminuir las cargas burocráticas injustificadas.
-Se llevaría adelante una política de completa austeridad gubernamental como medio de recuperación de la crisis económica fiscal.
-Se convocaría a elecciones municipales para establecer el gobierno local, conforme lo establece la constitución dotándole de autonomía administrativa y económica.
-El Estado cautelaría con prolijidad y decisión los derechos de los trabajadores de acuerdo con la Constitución y con las leyes laborales vigentes.
-El campesinado nacional sería objeto de la acción tutelar del Estado propiciando la elevación de su nivel económico, técnico y cultural.
-El Gobierno buscaría soluciones inmediatas al grave problema de la alimentación nacional, fomentando la agricultura de consumo.
En fin, un conjunto de planteamientos que el pueblo peruano consideró viables pese a que se trataba de una plataforma de un sector de la derecha y que las circunstancias del momento electoral eran por demás contradictorias. Conviene recalcar que en ningún momento se pensó que este gobierno podría realizar una tarea de profunda transformación de las estructuras económico-sociales del país, precisamente por su extracción y representación calificadamente oligárquica. Las esperanzas del pueblo peruano y especialmente del pueblo aprista que votó con angustia por el actual mandatario, estaban circunscritas a un plan mínimo de acción de gobierno, adecuado para un régimen de derecho dirigido por hombres de la oligarquía, pero que por paradojas históricas gozaba con el respaldo del aprismo.
Veamos qué ha significado el régimen de la convivencia:
En lo político:
El saldo positivo de este régimen está constituido por la vigencia relativa de la Constitución, de las leyes y de las libertades públicas. Sin embargo, el régimen democrático se ha desprestigiado por las repetidas violaciones de la Constitución y de las leyes, en su afán de servir los intereses oligárquicos.
Como en las épocas de tiranía, se ha masacrado al pueblo de Toquepala, Chepén, Casagrande, Chan-Chan, Yanacoto, defendiendo intereses imperialistas y oligárquicos. Se ha apaleado a trabajadores y estudiantes, y al pueblo en general, tratando de acallar con golpes, gases y balas su descontento y su protesta en distintos lugares del país. Se ha violado la libertad individual deteniendo a dirigentes sindicales y políticos contrarios al régimen.
La mayoría parlamentaria integrada por los grupos pradista e independiente, por su incapacidad e incondicionalidad, salvo contadas y honrosas excepciones, han dado lugar al descrédito del Parlamento ante la opinión pública.
La inmoralidad administrativa ha alcanzado sus más graves caracteres, bajo la tolerancia y el amparo de los hombres del gobierno. La impunidad ha sentado numerosos precedentes, basta citar: los casos de la sequía del Sur y de Matucana, el favor y la prebenda están a la orden del día. El Gobierno local, sigue teniendo su origen en la designación a dedo desde el Ministerio de Gobierno gracias a los méritos del favor o la componenda. Las Juntas de Notables que se criticaron están rigiendo los destinos municipales. La Ley de Elecciones Municipales se viene retardando intencionalmente. Los grupos de oposición se vienen fortaleciendo a base de los errores e inmoralidades de los hombres del gobierno. La oposición está enarbolando las banderas que pertenecen al PAP desde hace treinta años y que están siendo abandonadas una por una. La derecha peruana ha asumido el poder total. Los dos sectores más fuertes e importantes de la oligarquía se han consolidado en el poder: el sector Financiero-Bancario, que representa Prado y el Sector Agrario que representa Pedro Beltrán.
En lo económico:
Se ha desvalorizado nuestro signo monetario de S/. 19.00 por dólar a S/. 28.30, para favorecer a los exportadores cuyos representantes gobiernan el país.
La inflación monetaria ha dado lugar a la elevación del costo de vida que en el período 56-58 ha sido del 16% según las propias fuentes gubernamentales, lógicamente acondicionadas y disminuidas.
La inflación monetaria y el alza del costo de vida, dan lugar a una verdadera reducción del salario real de los trabajadores. Es decir, que la oligarquía gobernante no sólo no ha mejorado los salarios, sino que los ha disminuido al pagar en soles devaluados, cuya capacidad de compra lógicamente es mucho menor. En esta forma han rodado por el suelo todas las poses reivindicacionistas de determinados líderes que creen haber mejorado la condición de los trabajadores al haber conseguido mínimos aumentos nominales, sin comprender que la oligarquía desde el poder no sólo invalida esos aumentos sino que reduce aún más los salarios.
La disminución de la capacidad adquisitiva de la mayoría nacional, conduce al desmejoramiento del ya miserable nivel de vida, es decir a la pauperización y a la miseria.
Asimismo la disminución de la capacidad adquisitiva de las mayorías nacionales limita y postra al mercado interno, provocando crisis en todos los sectores económicos nacionales no exportadores, determinando a la postre una insuficiencia del desarrollo económico integral.
La renta nacional, uno de los índices de la riqueza del país ha disminuido en términos reales. Veamos: 22 mil millones en 1956, 23,600 millones en 1957, y 25 mil millones cuatrocientos en 1958, lo cual indica que el aumento nominal en el bienio 1957-1958 ha sido de 15%. Sin embargo este aumento es aparente, porque el proceso inflacionista del sol peruano en el mismo período alcanza al 16%, lo que demuestra que la Renta Nacional no sólo se ha estancado sino que ha disminuido en valor real en 1% durante los dos primeros años del actual gobierno.
Analizando la participación de las distintas actividades económicas en la Renta Nacional, durante estos dos años, vemos que entre las actividades primarias y secundarias (agropecuaria, minera e industrial) sumaban en 1956 el 53.68% de la Renta Nacional, reduciéndose en 1958 a 49.26% lo que implica que predominan en la formación de nuestra renta nacional no las actividades básicas propiamente productivas, sino las actividades terciarias (servicios, comercio, finanza, diversos, gobierno). Esa evidencia es muy grave en un país subdesarrollado como el nuestro que atraviesa un proceso de franca disminución de la capacidad adquisitiva de sus mayorías.
La renta per- cápita, valor teórico obtenido por la división del total de la Renta Nacional entre el número de habitantes del país, como si todos se distribuyeran igualitariamente el ingreso nacional, es sin embargo muy indicativo para ver el agravamiento del problema económico durante el gobierno de la convivencia. La renta por habitante no sólo ha sido afectada por la desvalorización monetaria sino también por el aumento de la población lo que daría S/. 2,540.00 al año, es decir, S/. 211.16 mensuales lo cual representa 5% de disminución en valor real en relación a 1956.
Crisis agraria, miseria, desocupación:
No se ha producido ninguna modificación, aunque fuese parcial de las estructuras semifeudales de nuestro agro, pese a los bombos y platillos que se hicieron sonar con motivo del nombramiento de una comisión para que estudie el problema. Sería ilógico pensar que un gobierno oligárquico como el actual pudiera afrontar el problema agrario en forma profunda y consecuente, pero sin embargo, no era difícil pensar en la posibilidad de algunas medidas tendientes al fomento de la producción agropecuaria y a la revisión de las relaciones de producción campesinas con objetivos estrictamente económicos. La frustración ha sido total. Si a la insolución del problema agrario agregamos, la disminución de la capacidad adquisitiva de las mayorías que participan en el proceso económico, comprenderemos la imposibilidad de pensar en el fomento industrial precisamente por la falta de mercado para esa producción. Sin embargo, hay quienes se presentan propugnando desde el poder el desarrollo industrial, sin tocar las causas últimas de nuestra postración económica, ya antes citada. Lo que podrán hacer es una fábrica de muletas con las que puedan caminar industrias paralíticas, a costa de la economía del Estado y del Pueblo.
Hambre y Barriadas:
El problema alimenticio se ha seguido agravando con el alza del coste de vida, la disminución de las áreas cultivadas de panllevar y el bajo rendimiento de las explotaciones. Con esta realidad la desnutrición avanza.
Las migraciones campesinas han seguido en crecimiento y las barriadas clandestinas proliferan en las ciudades costeñas. Hasta el momento no hay plan alguno para encarar las causas ni las consecuencias. Hasta ahora la única actuación notoria del Gobierno en torno a este problema, ha sido la acción policial para evitar que nuevos grupos de peruanos sin techo afinquen su miseria en tierras de algunos enriquecidos.
La ascensión de Pedro Beltrán al Gobierno, como ya dijéramos, representa la consolidación de la oligarquía en el poder. Pese a sus actitudes demagógicas y a la publicidad de sus minucias, la realidad es que está cumpliendo fielmente con los sectores oligárquicos e imperialistas que representa. El alza de los precios del petróleo en momentos en que los consorcios petrolíferos internacionales hablan de sobreproducción mundial y en los que la economía popular sufre las consecuencias de una nefasta política económica, es prueba fehaciente de su compromiso de servir a una compañía imperialista como la International Petroleum Co. agravando con mil millones de soles la ya exhausta economía popular, la víspera de fiestas patrias y con las garantías suspendidas para acallar la protesta.
Habrá quienes pretendan seguir descargando la responsabilidad de toda la catástrofe económica actual en la gestión de gobierno anterior, argumento que puede ser valedero, en parte, pero que no puede ser esgrimido por quienes ocultaron y silenciaron la situación desastrosa que dejaba la tiranía y cubrieron la depredación, malversación y robo de los hombres del ochenio.
Quienes consagraron una vez más la impunidad (como en el año 1945), no tienen derecho para argüir a posteriori lo que debieron haber denunciado y sancionado en su momento como se ha hecho y se está haciendo en otros países de Indoamérica.
En lo Social:
Como consecuencia de todo lo anterior reina en el país un clima de frustración, de escepticismo de defraudación.
Los valores espirituales están en crisis.
Aquello es el daño más grande que se está haciendo a nuestro pueblo; la prédica de la mentira; el ejemplo de la hipocresía y el oportunismo; la condenación de la entereza moral y del idealismo; la solución del contubernio o del silencio, están matando lo más noble y sagrado que tiene nuestro pueblo: LA FE EN SU PROPIO DESTINO Y EL VALOR MORAL PARA CONQUISTARLO.
IV.- El Apra y la Convivencia
¿Qué es el Apra?
El Aprismo insurgió en la vida política continental como un movimiento popular indoamericano, a base de un frente único de clases explotadas para luchar contra la oligarquía y el imperialismo.
La sustentación doctrinaria que hiciera nuestro compañero Jefe Víctor Raúl Haya de la Torre en su obra “El Antimperialismo y el Apra”, y la múltiples expresiones de pensamiento oral y escrito de nuestros líderes, y las ponencias, debates y acuerdos de nuestras Convenciones y Congresos han creado un verdadero cuerpo de doctrina política que muy pocos partidos en América están en condición de exhibir.
Junto al basamento teórico nuestro Partido cuenta con la mística revolucionaria lograda con el sacrificio y el esfuerzo de miles de mártires del pueblo que sintieron y abrazaron los ideales redentores del Aprismo. Treinta años de luchas incansables al calor de los ideales apristas han forjado el gran instrumento revolucionario que integramos y que constituye el Partido Aprista Peruano.
Como movimiento político, no somos fruto de la improvisación o del oportunismo, tenemos principios doctrinarios y bases programáticas.
Como movimiento social participamos de una gran fraternidad popular y estamos imbuidos de una mística revolucionaria.
Como movimiento histórico tenemos un destino que cumplir, una misión que realizar, un futuro que conquistar. No somos simple expresión del pasado, ni intrascendente actitud presentista; somos fruto de un pasado glorioso que nos impone respeto y consecuencia, y nos proyectamos hacia el porvenir a base de idealismo y sacrificio; nuestras esencias democráticas se ponen en evidencia en certámenes como éste en los cuales es imperativo que digamos con sinceridad, fraternidad y emoción nuestros puntos de vista sobre la forma que objetiviza nuestra acción en esta crucial etapa en la que vive el Perú.
El Apra y el Imperialismo
Preguntemos al fondo de nuestra conciencia aprista: ¿La dirección del Partido, mantiene nuestra condición esencial de Partido antimperialista? No.
En este aspecto fundamental de nuestra razón de ser, estamos en la condición de cualquier partido tradicional que pretende con el silencio o la concesión, congraciarse con los amos del Norte para llegar al poder.
Y no para llegar a la verdad nos engañemos con los comunicados balanceados y gaseosos del Comité Ejecutivo Nacional o los editoriales del diario “La Tribuna”, porque es triste decirlo, pero se ha llegado al extremo de que se dice una cosa para la exportación y se hace otra entre bambalinas y secretos.
El alza del precio del petróleo y sus derivados para favorecer a la International Petroleum Company y para cubrir parte del déficit presupuestal del presente año, es una prueba fehaciente del abandono de nuestra condición de Partido antimperialista y al servicio de los intereses del pueblo.
Sería interesante que se esclarezcan las posiciones adoptadas por la agrupación Nacional de Ingenieros Apristas y el Consejo Nacional de Técnica, el Primer Plenario de Dirigentes del año pasado y el Comité Ejecutivo Nacional, habría que recordar también los comunicados y editoriales de “La Tribuna” cuando todo estaba consumado, los artículos del c. Luis de las Casas y confrontarlos con la actitud real de los dirigentes del PAP, especialmente del c. Secretario General, Ramiro Prialé, contrariando y burlando todos los acuerdos y recomendaciones de los Organismos técnicos y políticos.
Por grandes que sean los compromisos con el Régimen y la vehemencia con la que nuestros dirigentes hayan tomado la defensa de la convivencia, no es posible que se dejen de lado nuestros principios doctrinarios rectores; consideramos que antes que nada es exigible la consecuencia ideológica.
El afán de los trabajadores mineros de Toquepala para organizarse en un sindicato dio lugar a una masacre por las fuerzas policiales; estos crímenes, como tantos que se han cometido durante la vigencia del presente régimen, quedaron impunes. Nuestro Partido hizo también en este caso el doble juego, la protesta lírica y la acción divisionista y de apaciguamiento. Como en otros casos se habló de agitadores y se dejó gozar de impunidad a los verdaderos responsables. Habría que pensar que en este caso el compromiso era doble; con el Gobierno y con la gran empresa imperialista que se prepara para una explotación desorbitada de nuestra riqueza cuprífera.
El diario “La Tribuna” que es el órgano oficial del Partido, sigue una línea vergonzante de forzar a los trabajadores, cuando se trata de empresas imperialistas u oligárquicas. Ahí están los casos de Toquepala, de la Cerro de Pasco Cooper Corporation, de la International Petroleum Company, Casa Grande, Chepén, Chin-Chin, etc., etc. Hay que hacer la honrosa excepción de la columna Sindical del c. Luis López Aliaga, quien constituye botón de muestra del aprismo verdadero en el diario “La Tribuna”.
En fin, muchas expresiones de lo que parece ser táctica de determinados dirigentes para gozar de los beneficios que reporta el imperialismo o sus órganos sindicales o de publicidad. El caso de la ORIT y sus vinculaciones con determinados y conocidos dirigentes del Partido, que está dando lugar a la quiebra de los valores morales, antimperialistas y antioligárquicos de nuestros dirigentes sindicales, salvo honrosas excepciones. A base de subvenciones para el funcionamiento de presuntas escuelas sindicales, y de bolsas de viaje para los incondicionales, se está pervirtiendo y matando la actitud revolucionaria de los dirigentes sindicales beneficiarios de estas granjerías.
La tolerancia del Partido a estas maniobras de una de las principales agencias del imperialismo yanqui en Indoamérica, sólo puede conducirnos a pensar en complacencias cómplices y en inconsecuencia doctrinaria.
Todos estos hechos hacen pensar, aún al más ingenuo, que nuestra política de hoy busca la aquiescencia imperialista para llegar al Poder.
El Apra y la Oligarquía
El régimen que preside el Dr. Manuel Prado y que ha sido integrada con don Pedro Beltrán Espantoso (abajo), es indiscutiblemente representativo de la oligarquía nacional. Los dos sectores fundamentales de la oligarquía peruana: el financiero y el agrario, han asumido el poder total con la aquiescencia del partido anti-oligárquico del Perú, que es el Apra.
El PAP, no sólo ha participado en la génesis de este régimen oligárquico sino que es su soporte y su respaldo. Los dirigentes sindicales apristas desinflan los movimientos reivindicacionistas de la clase trabajadora en aras de la convivencia, que en verdad resulta, en defensa de la oligarquía.
En aras de la convivencia, es decir, en buen romance en defensa de la oligarquía, se han permitido las masacres de Chepén, de Casagrande, de Chin-Chin, de Toquepala, Yanacoto, los atropellos en la Pampa de los Castillos, la desnaturalización de la función social de la Irrigación del Quiroz, incondicionalidad y desvergüenza de los funcionarios de Asuntos Indígenas, la postergación de las soluciones agrarias, en fin, un conjunto de problemas en los que el CEN, ha actuado en forma tal que ha dado lugar a que se acuse a nuestro Partido de inconsecuencia, timidez y claudicación.
Por colaboracionismo con el régimen hemos dividido al movimiento obrero y empleocrático, hemos conducido a nuestros dirigentes al desprestigio y a muchos a la caída, y estamos matando paulatinamente la fe del pueblo aprista y no aprista, en nuestra condición de Partido anti-oligárquico y revolucionario.
Con el fantasma del golpe estamos siendo conducidos en forma que parecería que vamos de claudicación en claudicación. No sólo hemos permitido que permanezcan intocadas las estructuras agrarias, sino que estamos siendo cómplices de la oligarquía en sus usurpaciones, iniquidades y fortalecimiento.
La oligarquía financiera está sirviéndose del poder político para acrecentar su poder económico, a base de todo tipo de maniobras; desvalorización monetaria, liberalidad y estrechez en el crédito sucesivamente para precipitar la crisis de los pequeños y medianos comerciantes e industriales, y absorberlos, control del precio del dólar por los exportadores para mantenerlo dentro de índices favorables para su enriquecimiento, etc., etc.
El PAP sirviendo de instrumento al servicio de los intereses de la oligarquía está defraudando las más caras esperanzas del pueblo del Perú.
El Apra y el Gobierno
En la exposición política del Comité Ejecutivo Nacional de fecha del 24 de agosto de 1958 se sostiene: “la diferenciación” y la “clara y definida línea del Partido del Pueblo”, “frente al gobierno”.
Se afirma, asimismo, que “la posición del PAP, frente al régimen y frente al gobierno ha sido determinada por su inequívoca y desinteresada posición patriótica y su deseo de contribuir al afianzamiento de las instituciones y por la defensa de los intereses de los trabajadores manuales e intelectuales que representa”.
Se dice en fin que el “Partido del Pueblo no está con el gobierno”. Lamentablemente la verdad es muy distinta a la letra de los comunicados y las exposiciones. Y aunque sea doloroso hay necesidad de decirlo buscando una rectificación. Lo importante es el Partido. Y en un Partido democrático hay ideas, hay discusiones, hay discrepancias, sin que aquello signifique mella de la fraternidad y menos de la unidad del movimiento.
La “diferenciación” de la que se habla no existe. Lo que se advierte es por el contrario, identificación, que se presta para que algunos sectores hablen de incondicionalidad y otros de complicidad con los actos del gobierno.
La verdad es que la “diferenciación” y la “clara y definida” independencia, sólo la aprecian quienes se encargan de difundirla, pues las actitudes partidarias ante los hechos trascendentales de la vida del país sólo demuestran mediatización, afán de silenciamiento, función de freno y alianza estrecha con el Gobierno.
¿La aceptación de cargos diplomáticos que implican representación directa del Presidente de la República, pueden ser índice de clara y definida independencia?
La participación de apristas en la conformación de las Juntas de Notables encargadas por el Ministerio de Gobierno para regir las Municipalidades, dejando de lado la bandera de las Elecciones Municipales no consideramos que signifique clara y definida independencia.
La Representación Parlamentaria Aprista o Simpatizante actúa, salvo honrosas excepciones, en bloque con la Representación Pradista, en los asuntos fundamentales para el País, en los cuales era imperativo que se hiciese notar la tan predicada diferenciación. Y no se diga que los integrantes del Frente Parlamentario Independiente actúan por propia iniciativa; ellos siguen las directivas emanadas del Comité Ejecutivo Nacional o por el c. Secretario General del Partido, ingerencia que en muchos casos ha sido muy notoria y al mismo tiempo perjudicial para los intereses del pueblo como lo sucedido en el debate sobre el alza de los precios del petróleo.
El Partido Aprista nació a la vida política como una fuerza moralizadora. Ya que a este régimen de derecha no le hemos exigido medidas radicales de transformación porque era pedirle a los actuales gobernantes oligárquicos y pro-imperialistas que fueran contra sus propios intereses, si ha estado a nuestro alcance actuar dentro de una función fiscalizadora de los actos del gobierno. Sin embargo, todo el pueblo del Perú conoce la descomposición e inmoralidad que reina en el aparato administrativo de gobierno de la Convivencia, los peculados que se cometen, el favoritismo que impera, la prebenda que funciona; y sabe también, de la actitud de tímida denuncia del PAP, cuando no la indiferencia o tolerancia.
¿Denunciar enérgicamente la inmoralidad reinante, es acaso poner en peligro el Régimen de Derecho?
¿Exigir sanción para las autoridades políticas y jefes militares que atropellan y masacran al pueblo, pone en peligro la estabilidad democrática?
La falta de una posición “clara y definida” frente al Gobierno, hace pensar en la identificación, en la alianza o en el pacto. Ha habido casos en los cuales el Partido estaba obligado a tomar actitudes francas y decididas en favor del Pueblo, y sin embargo los dirigentes prefirieron el silenciamiento y la búsqueda de soluciones de convenio, matando en esta forma la esperanza y la confianza popular. Hubo casos como los de Chepen y Casagrande en los que el Partido notoriamente ha tratado de dar satisfacciones al Gobierno sacrificando a sus propios miembros y dejando a los trabajadores en real desamparo pese a la lírica condena.
El Apra y el Pueblo
El pueblo peruano abrazó los ideales apristas y los defendió con su esfuerzo, con su sangre y con su vida. Difícil sería reseñar la capacidad de sacrificio del pueblo al servicio del ideal aprista. Ningún partido como el nuestro goza de la confianza y respaldo popular.
Ahora preguntémonos:
¿El partido, durante esta etapa de convivencia está defendiendo consecuentemente al Pueblo?
¿No es que acaso estamos sacrificando los intereses populares para no resentir a la oligarquía y al imperialismo?
¿No nos hemos convertido en muro de contención o en compañía de bomberos, para calmar los impulsos reivindicacionistas de la clase trabajadora?
¿No es cierto que, una vez más, estamos postergando la solución de los grandes problemas nacionales a base de la promesa de 1962, quizá en torno a una nueva Convivencia?
¿Cuándo lleguemos al 62, al paso que vamos, no tendremos que hablarle otra vez al pueblo, de postergación y espera, para 1968?
¿La llegada del Partido al poder en 1962 por los caminos de la transacción y el convenio no significará la muerte de nuestro movimiento.
¿No comprendemos tal vez que con la insurgencia de nuevos Partidos, el agravamiento de la situación económica, las esperas repetidas y las claudicaciones constantes, el Pueblo deje de creer en nuestro Partido y nos vuelva las espaldas?
Detengámonos a meditar sobre nuestro destino histórico, la sangre derramada, los hogares destruidos, la trayectoria gloriosa, la fe de todo un pueblo, la mística, la doctrina de nuestro gran partido y después contestemos: ¿será posible que cambiemos todo aquello por “un plato de lentejas”?
El Apra como Partido Revolucionario
El Aprismo nació como un Partido Revolucionario al servicio del Pueblo del Perú, e indiscutiblemente esta llamado a ser el gran instrumento de la Revolución Peruana e Indoamericana.
Lamentablemente, la línea política actual esta negando nuestra contextura revolucionaria y, lo que es más grave, esta provocando el ablandamiento del impulso revolucionario de la Juventud y el Pueblo.
Ni la tiranía, ni la persecución, ni las prisiones, ni el destierro han sido capaces de doblegar nuestra rebeldía. Sin embargo, esta última etapa esta haciendo estragos en nuestras estructuras ideológicas, místicas u organizativas.
Mienten los incondicionales cuando informan que el Partido esta más fuerte que nunca, que nuestra organización es perfecta, que la fe del Pueblo Aprista esta incólume, que la mística se ha fortalecido.
Nuestro partido atraviesa la crisis más grave de su historia. La organización, la propaganda, la economía, la disciplina, están en desastre. La mayoría de nuestros Comités Departamentales, Provinciales y Distritales tienen actividad mínima, casi nula. Nos estamos convirtiendo en un Partido de Directivas, hay una laxitud, desconcierto, escepticismo en nuestras bases. Esa es la verdad, pese a lo que digan quienes se defienden a sí mismos hablando de maravillas inexistentes.
El diario “La Tribuna”, por su línea zigzagueante y confusa, ha devenido en uno de los periódicos menos leídos del Perú. Su tiraje y su circulación minimizados son la mejor prueba de la falta de aceptación, aun dentro de las filas Apristas. El déficit del último balance arroja S/. 3’471,000.
La economía del Partido es también crítica, y se salva por milagros cuyo santo muy pocos conocen. Poquísimos compañeros colaboran para el mantenimiento del presupuesto.
La Disciplina está relajada. Muchas veces se aplica para satisfacer rivalidades, animadversiones, o egoísmos personales o de grupos, tanto en el Consejo Nacional como en las Secretarías Departamentales. Se han dado casos escandalosos de arbitrariedad, donde se ha festinado trámites, inventado cargos, agravado imputaciones o silenciado faltas. Hay casos graves que se han silenciado por influencias de determinados dirigentes, pasando sobre los reglamentos y disposiciones del Consejo Nacional de Disciplina.
El Comité Ejecutivo Nacional trabaja con una parte de sus miembros, pues hay nueve cargos, entre secretarios y sub-secretarios, cuya actuación ha sido nula, conforme se denunciara en el último Plenario, lo cual demuestra que el mal es general, grave, y que alcanza a todos los niveles partidarios.
Por otra parte, estamos sufriendo un proceso de descapitalización política. El Partido pierde paulatinamente respaldo de sus masas. Nuestros dirigentes son sacrificados por la consigna al servicio de una línea política equivocada. Las masas están rebasando a sus dirigentes al impulso del hambre y del descontento. A excepción del departamento de La Libertad y algún otro lugar, aunque parcialmente, la situación de nuestros cuadros obreros “no es color de rosa”, como lo pintan algunos cc.
El panorama empleocrático es semejante o peor.
El problema estudiantil, pese al gran esfuerzo de nuestros cc., no es nada halagador.
Nuestro antiguo prestigio internacional, pese a los informes de los turistas de “La Tribuna”, está muy desmedrado.
Cabe preguntar:
¿Cuáles son las causas últimas de esta situación?
Consideramos que es imperativo categórico de la hora presente, profundizar en la realidad partidaria y en la realidad nacional, para contestar de inmediato esta interrogante angustiosa. No podemos esconder la cabeza bajo el ala para no ver ni oír; no podemos dejarnos llevar por los cantos de sirena de la adulación o del espejismo ingenuo; no podemos mentirnos a nosotros mismos y mentir a los demás a base de sofisticaciones y encubrimientos.
V.- PLANTEAMIENTO SOLUTIVO
No cumpliríamos íntegramente con nuestro deber de Apristas leales y conscientes si nos limitáramos a señalar los males que nos aquejan, sin plantear soluciones viables para superar la crisis presente, fortalecer nuestro Partido y factibilizar el pronto cumplimiento de sus históricos designios.
Nuestro planteamiento se desprende de la exposición que precede, y está en la conciencia de los Apristas de todo el país, que, al unísono, vibran en torno de la esperanza de un Aprismo fortalecido a base de consecuencia ideológica, de unidad y fraternidad auténticas y de acción revolucionaria.
Consideramos que la etapa democrática que vivimos es necesaria e indispensable para el futuro partidario, ingenuo sería pensar en otra forma. El régimen de derecho, la vigencia y el clima democrático son factores esenciales para los fines ulteriores de nuestro movimiento.
La Convivencia, como COEXISTENCIA DEMOCRATICA, entre los sectores políticos, sin preferencias, entreguismos o identificaciones, es positiva y valedera.
La Convivencia, como colaboracionismo abierto con el actual régimen y con el Partido Democrático Peruano; como apuntalamiento al gobierno de la oligarquía: como acción para silenciar errores; como actitud de freno de las justas reivindicaciones populares; como participación en el Gobierno, en la Municipalidades nombradas por el Ministro de Gobierno; como identificación con el Gobierno a base de apoyo incondicional con el Frente independiente, las organizaciones de trabajadores, los Comandos Departamentales, los órganos de prensa, etc., esa mal llamada pero cierta y actuante convivencia, es funesta, negativa y culpable.
La Convivencia, insistimos, como actuación democrática de todos los peruanos, buscando el afianzamiento institucional y legal, no puede ser condenada, sino por el contrario, respaldada y fortalecida.
Sin embargo, es conveniente que se diga sin recortamientos ni sordinas, que la línea seguida por la dirección del Partido en los tres últimos años se encuadra perfectamente dentro de esa falsa convivencia, que con todo calor combatimos.
Al analizar la actuación del Partido, ya lo hemos sostenido con toda claridad.
La Dirección del Partido sigue una política doble y desmoralizadora. En sus organismos y en sus órganos de publicidad, relativamente, se cumple la línea democrática de COEXISTENCIA, sin incondicionalidades ni dependencias; y los dirigentes actúan dando espaldas a los acuerdos y a los comunicados, dentro de planes maquiavélicos y zigzagueantes, que están matando la autoridad moral de nuestro partido, su mística y su pujanza.
Los cc. Dirigentes pueden mostrarnos sus comunicados, muy numerosos, y los editoriales o crónicas de “La Tribuna” o “Norte”, pero lo que no podrán mostrar es su verdadera forma de actuar frente al Gobierno.
Lamentablemente para ellos, esa política ha tenido sonadas expresiones y ha llegado a conocimiento de muchos apristas y de la opinión pública. Podríamos citar, para botón de muestra, tres hechos gravísimos: Toquepala, Chepén y Petróleo.
Aunque es muy doloroso decirlo, es necesario que se sepa: La línea que sigue nuestro Partido no es la de COEXISTENCIA DEMOCRÁTICA, como hasta el cansancio se pregona; la línea real y actuante es la de CONVIVENCIA Y COLABORACIONISMO con el GOBIERNO DE LA OLIGARQUIA.
Nuestra posición en este aspecto es: CONVIVENCIA DEMCORÁTICA, COEXISTENCIA DEMOCRÁTICA, DEFENSA DEL RÉGIMEN DE DERECHO, ACCIÓN REAL Y FRANCA EN DEFENSA DEL PUEBLO PERUANO.
Otro aspecto que debemos analizar es el siguiente:
Una etapa como la presente, en la que la oligarquía unificada gobierna al país, ¿debe ser considerada por nuestro Partido como UN MEDIO o como UN FIN?
Para contestar, precisemos con claridad cuál es la meta que el Partido se propone alcanzar.
Dice nuestro c. Jefe Víctor Raúl Haya de la Torre, en su libro “El Antimperialismo y el Apra”:
“… el Estado, instrumento de opresión de una clase sobre otra, deviene arma de nuestras clases gobernantes nacionales y arma del imperialismo para explotar a nuestras clases productoras y mantener divididos a nuestros pueblos. Consecuentemente, la lucha contra nuestras clases gobernantes es indispensable. El Poder Político debe ser capturado por los productores; la producción debe socializarse y América Latina debe constituir una Federación de Estados. ES ESTE EL UNICO CAMINO HACIA LA VICTORIA SOBRE EL IMPERIALISMO Y EL OBJETIVO FINAL DEL APRA, COMO PARTIDO REVOLUCIONARIO ANTIMPERIALISTA”.
“Nosotros, los antiimperialistas, indoamericanos, debemos sostener que la cuestión fundamental de la lucha antimperialista en Indoamérica es la cuestión del Poder”… “Debemos, en primer término, arrebatar el poder de nuestros pueblos, al imperialismo y a la oligarquía, y para eso necesitamos un Partido Político”.
Si el Partido Aprista surgió como Movimiento Revolucionario, señalando como meta fundamental la captura del Poder, para organizar el Estado antimperialista y romper todos los yugos que imposibilitan nuestro desenvolvimiento económico y social, político y cultural, no cabe la menor duda de que la etapa que vivimos, el régimen democrático bajo un gobierno de la oligarquía, sólo puede ser un medio, y que el FIN no puede ser otro que la captura del poder.
De esta realidad doctrinaria que es la esencia del Aprismo y que se está haciendo realidad magníficamente en otros pueblos indoamericanos, especialmente en la Nueva Cuba, se desprende otra interrogación:
¿Cómo el Partido pretende capturar el poder?
¿Acaso permitiendo que el Gobierno de la oligarquía rompa la convivencia, como lo está haciendo al violar la Constitución, al masacrar al pueblo, al agudizar la miseria de las mayorías, al corromper la administración pública, al desprestigiar el régimen democrático y constitucional?
¿Acaso matando la mística partidaria, apagando la rebeldía de la juventud y el pueblo, silenciando los errores del régimen, cargando responsabilidades con cargos diplomáticos y municipalidades nombradas por un Ministro?
NO.
Como partido mayoritario, democrático, antioligárquico y antimperialista, nos corresponde otra actitud.
Estamos obligados a fiscalizar los actos del régimen en el dicho y en el hecho, sin concesiones, sin complejos, sin inconsecuencia.
Debemos defender el régimen de derecho y al mismo tiempo defender nuestra línea principista y doctrinaria.
Ingenuo sería pensar, lo repetimos, que este Gobierno de la oligarquía transforme las estructuras económico-sociales que nos atan, pero esa imposibilidad no justifica la tolerancia de los homicidios, de las inmoralidades, de las pauperizaciones constantes de la economía de nuestros pueblos.
Se nos habla con frecuencia inusitada del peligro del golpe. Se argumenta con el temor de perder la libertad.
Quizá se olvida de que el desprestigio del régimen democrático y la intranquilidad social originada por la miseria, podrían ser las únicas causas que den lugar a la caída del gobierno por acción de militares inescrupulosos que se presten a servir a determinados sectores no favorecidos de la oligarquía gobernante.
Se piensa quizá que la libertad es una dádiva de este Gobierno y no una conquista del pueblo del Perú.
¿O es que se piensa repetir una vez más, en 1962, la transacción y la componenda electoral de 1945 y 1956?
El Partido debe ir al Poder en 1962, electoral o revolucionariamente, con sus propios hombres y sus propios medios, para cumplir plenamente el destino histórico que le corresponde.
Si el partido se señala como meta llegar al Poder, electoral o revolucionariamente, en el año 1962, es imperativo aprovechar de la etapa que vivimos dentro del régimen democrático, para lograr la reorganización total de nuestros cuadros, a fin de contar con el instrumento fuerte y eficaz que haga posible llegar al Gobierno y cumplir las bases programáticas de nuestro movimiento.
Es decir, consideramos nefasta la línea política que actualmente sigue la Dirección del Partido, la misma que debe ser rectificada radicalmente.
A base de esta rectificación se impone la inmediata reorganización total de los cuadros del Partido, comenzando en esta Convención, por el Comité Ejecutivo Nacional. Esta reorganización debe estar dirigida hacia las columnas básicas de la acción política y revolucionaria, es decir, a los planos organizativo, económico y técnico.
A las medidas anteriores de alcance interno, imperativamente hay que aunar una clara y definida actitud política frente al actual gobierno de la oligarquía. Se impone en primer lugar fijar una posición de absoluta independencia, para lo cual es indispensable la RENUNCIA INMEDIATA DE TODOS LOS APRISTAS QUE OCUPAN CARGOS DIPLOMÁTICOS, MUNICIPALES Y POLÍTICOS; y en segundo lugar, ASUMIR UNA ACTITUD FISCALIZADORA, en la letra y en la práctica de todos los actos del Gobierno actual, en los distintos aspectos: económico, político, administrativo, laboral y agrario.
Estamos seguros que nuestro planteamiento está ceñido estrictamente a la doctrina y mística del Aprismo, y que, de aprobarse, ha de significar la salvación de esta etapa crucial que vivimos; en caso contrario, quedará como expresión admonitiva demandada por nuestros mártires y que será sancionada por la Historia
Lima, 10 de octubre de 1959.
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Fuente: Instituto Luis de la Puente Úceda (ILDEPU)