La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, marzo 5 de 2015
SALUDO DE LA SUBCOMISIÓN TÉCNICA DE LA DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP
El Comandante Carlos Antonio Lozada, integrante por las FARC-EP de la Subcomisión Técnica que en La Habana está encargada de tratar los temas Cese al fuego y dejación de armas, presentó el siguiente saludo a los oficiales de las Fuerzas Armadas designadas por el gobierno de Juan Manuel Santos, para tratar el asunto dentro de esta instancia que creó la Mesa de Conversaciones por la Paz.
General, Javier Flórez Aristizabal.
Brigadier General, Martin Fernando Nieto Nieto.
Brigadier General, Carlos Alfonso Rojas Tirado.
Brigadier General del aíre, Oswaldo Rivera Márquez.
Contra Almirante,Orlando Romero Reyes.
Brigadier General, Álvaro Pico Malaver.
Teniente de Navío, Juanita Millán Hernández.
Coronel, Raúl Rojas Huertas.
Coronel, Edwin Chavarro Rojas.
Capitán de Fragata, Omar Cortés Reyes.
Mayor, Rodrigo Mezú Mina.
Coronel, Vicente Sarmiento Vargas.
Coronel, Carlos Ignacio González Jaramillo.
Doctora,Mónica Cifuentes Osorio.
Señores:
César Andrés Restrepo Flórez.
Julián Thomas Hottinger.
David Aponte Castro.
Compatriotas:
“El futuro de Colombia no puede ser de guerra indefinida, porque ésta sólo beneficia los intereses de los gobernantes y ustedes y nosotros estamos retardados en dirimir nuestras diferencias mediante diálogos hacia la solución de la problemática nacional para bien de las futuras generaciones de compatriotas”.
Carta del Comandante Manuel Marulanda Vélez a los Generales de la república.
Marzo de 2003
Los asistentes a esta reunión no ignoramos su significado histórico. Para las FARC-EP se trata de una cita que debimos concretar hace muchos años, como fue el deseo expreso denuestro insigne Comandante en Jefe, Manuel Marulanda Vélez.
Quiso el azar, que los aquí presentes personifiquemos este encuentro entre adversarios, que por más de 50 años se han confrontado en los campos de la patria. Quienes nos sentamos de este lado de la Mesa, nos sentimos honrados de estrechar la mano de tan distinguida delegación de las Fuerzas Militares y de la Policía Nacional y no dudamos en expresarles nuestro reconocimiento y respeto de compatriotas.
De los legendarios marquetalianos aprendimos a no odiar, ni a ver en los integrantes de la Fuerza Pública enemigos irreconciliables. Todo lo contrario; siempre hemos sabido que el conflicto social, económico y armado que afecta nuestro país, es una dolorosa guerra entre hermanos.
Detener esa tragedia, es la sagrada tarea que nos han impuesto los más altos intereses de la patria. Terminar una guerra como la que nos hemos visto obligados a protagonizar desde orillas opuestas, es la más importante e histórica misión que nos pudieran haber encomendado. Estamos seguros que las dos partes sabremos cumplirla y honrar la confianza que en nosotros han depositado las generaciones presentes y futuras.
Dolorosa ha sido la historia de la nación Colombiana. Son casi 200 años de cruentas guerras y enfrentamientos civiles, desde cuando las armas patriotas, conducidas genialmente por el Libertador Simón Bolívar, derrotaron la tiranía colonial sin que hubiera logrado cumplir su sueño de redención social para las masas empobrecidas, de donde salieron los combatientes que formaron en las filas del ejército libertador: Indígenas, esclavos negros, campesinos y artesanos.
Lograda la independencia, se alzó con el poder una reducida casta de latifundistas, comerciantes y algunos oficiales que acapararon para sí todos los cargos del Estado, convirtiendo el ejercicio de la función pública en la forma más segura para retener y acrecentar sus bienes y riquezas, al tiempo que fueron postergadas las necesidades materiales y las aspiraciones de libertad de los sectores populares que aportaron su sangre para darnos patria. En esos primeros años de la república, está la génesis de nuestros males.
Duro y difícil ha sido el proceso de construcción de nuestra nacionalidad, marcado por la sucesiva dependencia de potencias extranjeras y el acaparamiento violento del poder económico y político por parte de una élite apátrida, con la consecuente exclusión social y política de las mayorías.
Nuestro pueblo no ha conocido un solo día de paz y sosiego; desde el atentado fallido contra el Libertador la noche septembrina, hasta el alzamiento de las guerrillas revolucionarias en la década de los 60 del siglo pasado; pasando por el asesinato de Antonio José de Sucre; los sucesivos enfrentamientos civiles del siglo XIX que culminan en la cruenta guerra de los mil días; y ya en el siglo XX: la masacre de las bananeras; el desangre del campo de los años 30; el magnicidio del caudillo popular Jorge Eliecer Gaitán y la consecuente violencia generalizada contra los campesinos para despojarlos de sus tierras.
Esa es nuestra historia y de allí se deriva la importancia del momento que protagonizamos los aquí presentes y la profunda significación que cobran para los destinos de la patria, las decisiones que debemos ayudar a construir a la Mesa de conversaciones.
Por más de 50 años los combatientes farianos hemos chocado nuestras armas con las del Estado, convencidos de la justeza de nuestra lucha. Nunca nos ha motivado razón personal alguna; nuestra única razón es el firme deseo de alcanzar un país mejor para los colombianos; justa aspiración que nos nace del más profundo amor por nuestro pueblo; a la que hemos consagrado nuestras vidas y a la cual jamás renunciaremos; pero que estamos seguros se puede lograr sin necesidad de derramar una sola gota más de sangre colombiana.
Lo hemos dicho desde siempre y hoy lo repetimos; estamos dispuestos a encontrar por la vía del diálogo la solución política del largo conflicto social, económico y armado que nos ha mantenido enfrentados y que debe llevarnos a una paz con justicia social, democracia y soberanía para nuestro pueblo.
Se trata de encontrar una salida civilizada que posibilite la libre confrontación de ideas y visiones de país, sin necesidad de recurrir a las armas, lo que presupone la existencia de un régimen abierto a la participación libre y democrática con opción de poder, de todas las fuerzas sociales y políticas para que sean las mayorías nacionales las que decidan el camino más conveniente para sacar a Colombia de la dependencia, el atraso, la miseria y la exclusión política en que la han sumido 200 años de poder oligárquico. Supone también, la existencia de un Estado cuya legitimidad y monopolio de la fuerza sea el resultado de la renuncia a utilizar las armas contra el pueblo soberano que se las ha confiado.
Como combatientes guerrilleros, acudimos a este encuentro convencidos de que no hay alternativa distinta a la solución política y estamos dispuestos a aportar lo necesario para lograrlo, comenzando por aliviar el dolor y el sufrimiento de la familia colombiana producto de la confrontación armada. Razones estrictamente humanitarias han motivado nuestra reciente declaración de cese al fuego unilateral e indefinido. Consideramos que si es cierta la voluntad de paz que anima las partes; tras más de dos años de conversaciones y con algunos acuerdos parciales alcanzados, no hay razones para empeñarnos en continuar los enfrentamientos armados, que provocan de manera innecesaria la muerte de más colombianos.
Un cese al fuego bilateral inmediato, verificado por instancias nacionales e internacionales, es un imperativo ético para las partes; es el mayor gesto de humanidad que podemos dar a los millones de compatriotas que miran con esperanza este proceso; pero es también, la mejor forma de corresponder los nobles y solidarios esfuerzos de la comunidad internacional que nos acompaña en este empeño por la reconciliación nacional.
Silenciemos ya los fusiles y que la próxima vez que se vuelva a escuchar su ruido ensordecedor, solo sea para anunciar con su salva el amanecer del nuevo día para Colombia.
De ustedes, atentamente,
Subcomisión Técnica de la Delegación de Paz de las FARC-EP