Paz con justicia social desde las mujeres

PAZ CON JUSTICIA SOCIAL DESDE LAS MUJERES

Desde las FARC-EP les damos la bienvenida con un abrazo como expresión de afecto; saludamos a la Delegación del gobierno, a las y los representantedes los países garantes y de los países acompañantes, igualmente a la invitada representante de ONU MUJERES. Queremos decirles a todas las mujeres de Colombia, hoy vísperas del 8 de marzo, que la paz con justicia social no sólo es una posibilidad cierta, sino una realidad tangible. Nosotras y nosotros estamos haciendo un esfuerzo enorme; hemos decretado un cese al fuego unilateral indefinido y eso es una prueba irrefutable de nuestra voluntad inquebrantable de paz con justicia social.

La Subcomisión de género es un escenario importante para la paz con justicia social desde las mujeres. La participación activa de ellas en el proceso de diálogo es no solo una obligación, sino además un deber moral, para quienes fuimos por tantos años invisibilizadas. Estamos escuchando a las mujeres las trabajadoras de la patria, las feministas, las intelectuales, las habitantes del campo y la ciudad, las víctimas, la diversidad sexual.

Hemos visto de cerca el dolor de las campesinas y de los campesinos; hemos visto pueblos enteros que han sido despojados, hemos visto la explotación minera a gran escala y nos duele la tierra, nos duele la patria, nos duele Colombia. Venimos con la cabeza levantada, altivas, insumisas, propositivas, pero sobre todo convencidas de que el porvenir de nuestro país debe estar despojado de la guerra. A nuestra Colombia fecunda y diversa hay que darle nuevos aires de Paz con inclusión y democracia. Ustedes y nosotras no estamos en orillas opuestas; hemos padecido el conflicto desde distintos ángulos; tenemos en común el dolor por tanta sangre derramada en nuestra patria; tenemos el convencimiento que ustedes, nosotros y nosotras queremos lo mejor para Colombia, lo mejor para las mujeres, por eso hoy nos convoca la esperanza.

La lucha por la equidad de género recorre hoy al mundo entero; en nuestro continente toma fuerza y se refleja en parlamentos, aulas de clase, fábricas y un sinnúmero de escenarios donde las mujeres asumimos roles sociales, económicos y políticos fuera de la esfera doméstica. Nos identificamos particularmente con las ideas feministas que se inspiran en los ideales de emancipación de las mujeres, unidas a las luchas anticapitalistas, antiimperialistas, antipatriarcales, como sistemas de dominación que no solo explotan social y económicamente a las mayorías, sino que excluye y violenta a las mujeres.

Entendemos que en todos estos años, ustedes han construído un movimiento social formidable forjado en las luchas de género, en las luchas sociales, en las movilizaciones, en la política y en la resistencia, pero también en la búsqueda de un pensamiento propio como mujeres colombianas, latinoamericanas y caribeñas.

Nosotras hemos decidido estar en esta lucha en la que hemos creído y a la que nos hemos dedicado con autonomía y con sacrificio, pero también con la alegría de saber que es una lucha justa. Hoy, con orgullo y compromiso, levantamos nuestra voz como sujetos políticos, constructoras de presente y de futuro de paz con justicia social. Hemos aprendido de ustedes muchas cosas. Pero también tenemos muchas cosas que enseñar, conocemos la selva, amamos la naturaleza, sabemos el valor de las especies y la biodiversidad, pero sobre todo conocemos la historia y el dolor de nuestro pueblo, su resistencia, su alegría. Por eso, las invitamos y los invitamos a intercambiar saberes.

En Colombia la violencia contra las mujeres es una constante, los titulares de prensa diariamente reseñan feminicidios, delincuencia social, maltrato intrafamiliar, agresiones con ácido, entre otras múltiples y atroces formas de ataque contra el género femenino. A eso le podemos agregar que si el atacante está ligado a las esferas de poder económico, político o religioso, esta condición le garantiza impunidad en la mayoría de los casos.

Repudiamos la violencia sexual como una agresión que tiene consecuencias terribles para la persona, sometiéndola a una vulnerabilidad absoluta, que transgrede lo físico y lo emocional. Denunciar y solidarizarse ampliamente con las víctimas de violencia sexista debe generar una ruptura a la indiferencia que permita hacer justicia y se extienda a todos los ámbitos. Una mujer violentada en el campo o en la ciudad es más que una cifra; es el reflejo de lo mucho que aún nos queda por cambiar, hasta destruir todas las formas de misoginia y sexismo, productos del patriarcado.

Hemos recogido las distintas propuestas que han llegado desde Colombia hasta La Habana. Hemos escuchado atentamente sus intervenciones e iniciativas en estas audiencias, las que han sido una conquista, con el profundo interés de poder compartir y comprender sus proyectos y planes de vidas. Compartimos la necesidad de dar a los acuerdos un enfoque de derechos de las mujeres y de la diversidad sexual, donde la creación, ejecución y seguimiento a los planes y programas se adelanten tomando en consideración las afectaciones y necesidades de las mujeres; es necesario explicitar el acceso gratuito a la propiedad de la tierra, en particular de mujeres campesinas, indígenas y afros (con vocación agropecuaria). Además, las organizaciones de mujeres deben tener representación en mecanismos y espacios de resolución de conflictos sobre tierras.

Especial atención se debe prestar al intercambio de saberes y experiencias exitosas que faciliten la recuperación de tradiciones y prácticas ancestrales, afros y campesinas; al fortalecimiento de procesos organizativos de mujeres rurales que permitan su empoderamiento económico, político, social y cultural. De igual forma, se deben adoptar medidas para el fortalecimiento de la participación política y la atención especial de riesgos diferenciales que enfrentan las mujeres para el ejercicio de la participación política social y comunitaria, para lo cual es fundamental la desmilitarización de la vida nacional, porque atenta contra la democracia y afecta también a las mujeres y comunidades en general.

Los acuerdos de paz no significan el abandono de las luchas estratégicas, por el contario, la lucha para erradicar el capitalismo y el patriarcado que oprime a todas las mujeres del mundo, continúa vigente. Este 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer Trabajadora es de resistencia, de reivindicación de las mujeres valientes, de la causa y las convicciones que nos impulsan a ser sujetos activos, políticos. Esta fecha nos permite valorar el empoderamiento femenino a través de la historia, y retomar con fuerza el camino de la eliminación de las distintas opresiones que produce el modelo capitalista y patriarcal, y que se reproducen en el Estado y la sociedad. Sea esta la oportunidad de fortalecer la unidad, no solo en torno a luchas de género, sino además a favor de la solución política, donde la movilización sea un grito de dignidad y de rebeldía.

Las nuevas generaciones deben interiorizar valores que permitan la reconciliación, el respeto y la tolerancia a través de una pedagogía para la Paz, desde una nueva educación y academia. Las mujeres debemos convertirnos en multiplicadoras de los conceptos de equidad y libertad, por cualquiera de las sendas que transitemos. Nuestro mensaje debe ser de rechazo a la violencia, y de comprensión de las causas que generaron el conflicto colombiano, para que la historia de los oprimidos y oprimidas, al igual que la de las víctimas, no se olvide.

Este tercer encuentro no debe ser el último; debe ser el inicio de una cadena de relaciones y discusiones que se conviertan en verdaderas acciones de materialización y apertura a la Asamblea Nacional Constituyente. La visión de un nuevo país debe sustentarse en el impulso de mecanismos legales y sociales para la prevención, sanción y erradicación de la violencia y discriminación contra las mujeres y la población LGTBI.

Nuestra apuesta es por la vida, por la paz con justicia social y por el bienestar de la humanidad.

DELEGACIÓN DE PAZ DE LAS FARC-EP