Respuesta del primer comandante del ELN, al sacerdote jesuita Francisco De Roux:
Mayo 17 de 2015
Señor Francisco de Roux
Tengo su carta del pasado 6 de mayo en mis manos, y procedo a responderle no sin antes agradecer su aporte en estos intercambios, de utilidad para la sociedad colombiana y el proceso de paz.
Conocedor del alzamiento armado hace más de 50 años, tengo autoridad moral para decirle que ese camino fue emprendido no por satisfacción de quienes lo asumimos, sino por la convicción de que no era posible luchar y resistir de otra manera; por esos, años Camilo Torres estudioso de la realidad colombiana, concluyó que estaban cerradas las vías legales para que el pueblo accediera al poder, y con su decisión de alzarse en armas rubricó su testimonio y compromiso con las mayorías.
No tengo duda que toda la sociedad quiere la paz y el Ejército de Liberación Nacional, expresión también de ella, es una de las colectividades que más la quiere, la añora y la busca.
Sin embargo, sentimos profundas preocupaciones y temores en cuanto a la voluntad real de los señores dueños del poder, para disponerse a que esa paz ofrezca, lo que Usted señala en su carta.
No son pocas las lecciones históricas negativas que hemos aprendido por experimentos que terminaron en el aniquilamiento, la persecución y estigmatización de insurgentes que creyeron en la paz que les ofrecieron; no veo necesario detallar lo ocurrido, porque es parte de nuestra historia reciente.
Aun así, desde hace más de 20 años, en el ELN tomamos la decisión de buscar la paz y nada ni nadie detendrá este empeño; eso sí, sentimos la obligación de trabajar para que ahora sí este camino sea cierto, firme y sin frustraciones.
Ahora estamos empeñados en trabajar una agenda, que pueda irse concretando, al tiempo que la sociedad, sobre todo la excluida de siempre, llene de contenidos dicha agenda; porque solamente si la sociedad es la artífice de la paz, esta puede ser autentica e irreversible, ya que así será sujeto y no apenas convidada “al futuro”; como consideramos que ocurre en lo que hoy se llama el ejercicio democrático en Colombia.
Para nosotros la agenda es la hoja de ruta, que debe ofrecer certezas en la construcción del proceso de paz, por resto ha sido muy difícil elaborarla; a lo que se ha sumado una persistente campaña de desinformación, contra información y presiones mediáticas, que cabalgan en la mentira de que "el ELN no tiene voluntad de paz", lo que hace aún más difícil avanzar en el proceso.
Puedo darle mi palabra con toda honradez, que nuestro Quinto Congreso respaldó por consenso el proceso de paz y los avances logrados en los diálogos; sin embargo los grandes medios y altos representantes del gobierno y el Estado, levantaron la falacia de que el Quinto Congreso dejó sin posibilidades para concretar acuerdos, a la delegación que dialoga con el gobierno.
Desde los primeros contactos con delegados gubernamentales para los diálogos, dejamos claro que no compartimos un diálogo secreto, sólo nuestra voluntad de paz hizo que le aceptáramos esta condición al gobierno.
Tampoco hemos compartido que el diálogo deba ser en medio del conflicto y aún con esta diferencia, aceptamos este segundo requisito del gobierno, porque nos asiste voluntad para avanzar en la búsqueda de la paz.
Hoy la vida nos da la razón, al demostrar que esta imposición del gobierno puede llevar al traste el proceso y estamos de acuerdo con quienes claman para que se pacte un cese bilateral al fuego y las hostilidades, que blinde el proceso de paz, pero el gobierno sigue con los oídos cerrados ante ellos.
Nos disponemos a buscar y ayudar a crear las condiciones, que permitan ponerle fin al alzamiento armado, y así lo hemos expresado abiertamente y sin superficialidades. Basados en que estamos de acuerdo con el gobierno de Santos, en la necesidad de ponerle fin a la confrontación armada entre el Estado y la guerrilla.
Tenemos la disposición de desarrollar con toda responsabilidad una exploración a través del diálogo, de la voluntad real del gobierno para ofrecer condiciones y garantías, que permitan ir en un proceso gradual, de ser una organización alzada en armas, hasta convertirnos en una organización que sin armas desarrolle la lucha política por cauces institucionales; gran esfuerzo de cambio, que no se logra firmando un papel o con declaraciones retóricas de uno u otro funcionario estatal.
Para nosotros el ritmo del avance del proceso de paz está determinado por las garantías de cumplimiento de los acuerdos, y no por las presiones mediáticas.
La firme voluntad de paz ratificada por nuestro Quinto Congreso, realizado a finales del año anterior, se fundamenta en la premisa constitucional de que la sociedad colombiana tiene derecho a la paz, entendiendo que la paz son los cambios necesarios, para superar las causas que motivaron el alzamiento armado, hace más de medio siglo.
Cuando buscamos conocer a través de los diálogos la voluntad de la contraparte para cambiar y dotar de garantías a este proceso, es porque tenemos la disposición de seguir la lucha por el poder, por los cauces democráticos que debe construir este mismo proceso; por ello la participación de la sociedad en él, es indispensable.
Espero señor De Roux, que estas precisiones y ampliaciones, le ayuden a Usted y a otros muchos interesados de buena fe en el proceso de paz, a comprender mejor lo que pensamos sobre el proceso de paz y su futuro.