Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, mayo 27 de 2015
“Hubo un número de combatientes dispuestos
a darlo todo por la causa revolucionaria,
y por eso Marquetalia se creció en la resistencia
y sentó las bases políticas, militares
y morales de lo que serían un poco más tarde las FARC”. Jacobo Arenas.
El pasado 21 de mayo el presidente Juan Manuel Santos dio la orden de bombardear un campamento del 29 Frente de las FARC-EP en Guapi.
El resultado de esta orden, ejecutada con uso excesivo de la fuerza, fue una masacre. Murieron 27 guerrilleros, la mayoría por efecto de las bombas, y según testimonio de los sobrevivientes, varios heridos fueron rematados con tiros de gracia por la tropa oficial cuando reclamaban auxilio.
El presidente sabe muy bien, y sobre todo después de lo sucedido con nuestro comandante Alfonso Cano, que no se puede matar a nadie en estado de indefensión, ni a combatientes prisioneros, porque se incurre en crimen de guerra, conducta proscrita por el Derecho Internacional Humanitario y el Derecho Penal Internacional.
En medio del luto que nos embarga, informamos al país y al mundo, que el compañero Jairo Martínez, integrante de la Delegación de Paz de las FARC-EP en La Habana, quien estaba en misión de Pedagogía de Paz en dicho Frente, se encuentra entre los guerrilleros asesinados. Una roja flor de homenaje a su memoria depositamos hoy sobre la digna tumba de los compañeros y compañeras caídos.
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Ya que los cadáveres fueron entregados a Medicina Legal en Cali, solicitamos a quien corresponda que estos sean inspeccionados por forenses nacionales e internacionales, bajo la mirada neutral del CICR, para que los colombianos podamos acceder a un informe confiable en torno a las circunstancias de sus muertes.
Sea este el momento para enviar a los familiares de los guerrilleros caídos, a nombre de todo el conjunto de las FARC-EP, nuestra más profunda condolencia. Cayeron ellos mientras enarbolaban la bandera de la causa más justa: la paz con justicia social y democracia para todos los colombianos.
Cuando intentamos en La Habana rescatar el valor de la vida y la dignidad humana, nos vemos forzados a hablar de más muertes ordenadas desde el Palacio de Nariño. El 23 de mayo en Segovia, fueron asesinados por el ejército otros 10 insurgentes de las FARC-EP pertenecientes al Cuarto Frente, y el 25 de mayo, en el Chocó, en un ataque del ejército fue asesinado el comandante del 18 Frente e integrante del Estado Mayor Central, Román Ruiz, y tres de sus acompañantes. Desde este estrado, les rendimos honores, disparando una salva atronadora de hasta siempre compañeros.
Queremos afirmar de manera enfática, que se equivocan quienes piensan que con los cuerpos destrozados y la sangre de nuestros compañeros, van a imponernos una justicia que no persigue la responsabilidad de los poderosos, que solo fija su mirada punitiva en los de abajo, en los que tuvieron que hacerse rebeldes contra la injusticia, en una lucha que ya se prolonga por 51 años, cuando en una fecha como hoy, mayo 27, fueron atacados en Marquetalia.
Ese tema, el de justicia, deberá ser abordado por las partes en su debido momento. No lo rehuimos. Tenemos fórmulas para buscar la reconciliación de la familia colombiana. No hemos venido a La Habana a negociar impunidades. Pero primero deberá darse una respuesta al paquete de propuestas mínimas sobre víctimas del conflicto que hemos presentado al gobierno en la Mesa de Conversaciones y que recogen las formuladas desde hace años por las organizaciones de víctimas y de Derechos Humanos.
Es urgente cumplir el mandato de la Agenda que ordena, entre otros, el esclarecimiento del fenómeno del paramilitarismo, y especialmente, su ataque y desarticulación definitiva. Tenemos que estudiar las responsabilidades de este largo conflicto, retratadas en el informe de la Comisión Histórica del Conflicto y sus Víctimas.
Es imperativo conjurar el fuego de la guerra que amenaza con reactivarse en el territorio nacional, cuando hasta hace poco avanzaba a paso seguro el desescalamiento del conflicto. Las conversaciones de paz no progresarán con baños de sangre, presidente Santos.
Como gente que sinceramente quiere la paz y la reconciliación para Colombia, pensamos que hay que restablecer la confianza y retomar el esfuerzo de las partes tendientes a concretar las medidas de desescalamiento del conflicto que estábamos analizando. Tenemos que salir de esta turbulencia para entregarle al pueblo colombiano un horizonte diáfano que nos permita transitar, libre de enredaderas, el camino hacia el Acuerdo Final. No más pérdidas de valiosas vidas humanas. No más asesinatos de militantes de la Marcha Patriótica y del Congreso de los Pueblos, de reclamantes de tierras, de defensores de derechos humanos, de líderes del movimiento social y sindical. No podemos los colombianos tirar por la borda los importantes avances logrados en la Mesa de Conversaciones.
Colombia necesita el concurso y la solidaridad de Latinoamérica, de los gobiernos y pueblos del mundo para salir de la horrible noche de la que habla nuestro himno nacional. El destino de Colombia, como decía nuestro comandante Jacobo Arenas, no puede ser el de la guerra.