"Arrancaron nuestros frutos. Cortaron nuestras ramas. Quemaron nuestros troncos, pero nunca lograron arrancar nuestras raíces"
Proverbio Maya
En los años sesenta cuajó una generación de jóvenes que tenía completamente claro los grados de injusticias de la sociedad capitalista y sentían la necesidad de tomar en sus manos las banderas de la revolución socialista. Sin duda, luego del triunfo y desarrollo de la Revolución Cubana se desarrolla un importante influjo en todo el continente. Eran los tiempos de la Segunda Declaración de La Habana: "La revolución es posible que los pueblos puedan hacerla y en el mundo contemporáneo no hay fuerza capaz de impedir el movimiento de liberación de los pueblos"
El ejemplo cubano, nos obligó a comprender la dimensión histórica de la Revolución de Octubre liderada por Vladimir Ilich Ulianov (Lenin), así como el conocimiento de la historia de Latinoamérica, esto es, de sus diferentes expresiones de resistencia: las insurrecciones indígenas lideradas por Tupak Amaru y Tupak Katari, las luchas campesinas y anti-imperialistas lideradas por un Sandino o un Emiliano Zapata, el auge guerrillero de los años 60's y 70's en Nicaragua, Guatemala, El Salvador, Colombia o Venezuela, era el momento histórico del heroico ejemplo vietnamita que derrotaba a tres potencias imperialistas de forma consecutiva: a Japón en 1945, a Francia en 1954 y a las bestias yanquis en 1975.
Éramos jóvenes profundamente antiimperialistas y apoyábamos a todos los pueblos que de alguna manera se levantaban contra las políticas del gran capital.
En medio del influjo de la revolución cubana, acompañada por los heroicos combates de Argelia y Vietnam, en Chile comenzaría a configurarse un destacamento revolucionario liderado por Miguel Enríquez, quien junto a un grupo de jóvenes revolucionarios, deciden, en el marco del Congreso de Febrero de 1964, dejar la Juventud Socialista y fundar la Vanguardia Revolucionaria Marxista (VRM), en donde confluirán diversos sectores de trabajadores, muchos de los cuales habían roto con el Partido Comunista años atrás.
El año 1965 comienza a configurarse un proceso de unidad de las fuerzas revolucionarias (VRM, POR, PSP, PRT, PS, grupos trotskistas aislados, grupos de la juventud radical, anarquistas, cristianos de base, importantes dirigentes sindicales como Clotario Blest, etc.) que madurarán finalmente en la constitución del Movimiento de Izquierda Revolucionaria.
El Primer Congreso se realiza en un local del Sindicato de Cuero y Calzado que dirigía el sindicalista Ernesto Miranda y que quedaba en la calle San Francisco Nº 269.
Allí se elige como Secretario General al Dr. Enrique Sepúlveda, quedando en el Comité Central dirigentes como Luis Vitale,Humberto Valenzuela, más representantes del grupo de Concepción donde destacaban Miguel y su hermano Marco Antonio, además de Bautista y Luciano Cruz.Esta dirección dura 2 años.
En el Tercer Congreso, el año 1967,es elegido Miguel Enríquez como Secretario General y se articula un nuevo Comité Central, dotándose el MIR de una dirección de orientación guevarista.
La nueva dirección imprime un sello diferente al quehacer del naciente partido revolucionario. Los cuadros dirigentes asumen una mayor responsabilidad e impulsan la profesionalización del partido.
En dicho transcurso, el MIR adquiere su verdadera dimensión, llevando a la práctica una política concreta contra la burguesía y el imperialismo, a través de la propaganda armada, la lucha directa de masas, la recuperación de tierras por parte de los campesinos pobres, especialmente mapuches en el sur de Chile, así como las tomas de terrenos en la lucha por una casa propia, construyendo campamentos que se transforman en pequeñas zonas liberadas a lo largo de las grandes ciudades de Chile.
El MIR lucha contra el dogmatismo burocrático, rompe con el inmovilismo de la izquierda política chilena, circunscrita hasta ese entonces en un parlamentarismo estéril defensor a ultranza de los postulados de conciliación de clases impuestos por el reformismo liderado por el PCUS.
El MIR rompe con la concepción institucional de la política, desenmascarando las limitaciones de la democracia burguesa y llama a emprender un proceso revolucionario empleando todas las formas de lucha, impulsando la lucha armada contra el régimen dominante, en la perspectiva de construir un proyecto de completa liberación y en línea con el ideario emancipatorio socialista.
A partir de esa época se instala en nuestro país un nuevo proyecto político, un proyecto que apunta a un cambio revolucionario verdadero.
El MIR y su proyecto revolucionario logra crecer y fortalecerse en el período de la Unidad Popular de Salvador Allende, periodo en el cual se diferencia totalmente de los sectores reformistas, encabezados por el Partido Comunista.
En el gobierno de la Unidad Popular, se desarrollan dos líneas al interior de la izquierda:
Una posición encabezada por el Partido Comunista y Salvador Allende, que levantaba las tesis que a partir de la institucionalidad se podían realizar cambios profundos contando con el beneplácito y anuencia de la clase dominante y sus FFAA. Esta corriente, prefirió la implementación de una política de alianzas hacia el reformismo burgués demócrata cristiano, en desmedro de cualquier posibilidad de acuerdos con el MIR, y la izquierda revolucionaria en general.
El otro sector, encabezado por el MIR, acompañado en menor medida por sectores vacilantes (MAPU, IC, PS), planteaba la necesidad de desarrollar una fuerza social revolucionaria, de sobrepasar los estrechos márgenes de la institucionalidad burguesa y sobrepasar al gobierno por medio de la movilización de la clase obrera y el pueblo. Este sector comprendió la inminencia de la contrarrevolución burguesa y dimensionó la necesidad de preparar a la clase obrera para un combate a muerte con la burguesía y el imperialismo.
La historia es por todos conocida, el reformismo fue desarrollando concesiones cada vez más profundas a la burguesía y desorientando al proletariado respecto de su enemigo de clase, al momento del golpe, no existía una política clara para enfrentar en el campo militar a la clase dominante, y peor aún, en el momento decisivo, la Unión Soviética negó cualquier tipo de ayuda al gobierno de Salvador Allende. Es evidente que esta acumulación de errores y vacilaciones facilitó el camino de las fuerzas de la reacción.
Durante ese periodo, acertamos en varios aspectos y equivocamos en otros, por una parte desarrollamos el potencial combativo de la clase obrera y el pueblo mediante los embriones de poder popular (Comandos Comunales y Cordones Industriales), así como nuestro trabajo de inteligencia al interior de las FFAA que nos permitió penetrar al Ejército, la Marina, la Fuerza Área y Carabineros de Chile, situación que nos permitió señalar las intenciones golpistas con bastante antelación, sin embargo, por otra parte, expusimos innecesariamente nuestra estructura partidaria y no fuimos capaces de preparar con la profesionalidad necesaria el desarrollo de un ejército revolucionario del pueblo que pudiera enfrentar adecuadamente al enemigo en el terreno militar. Tampoco logramos constituir una sólida retaguardia al interior del pueblo.
En el mismo sentido, no visualizamos a tiempo la importancia de la articulación internacional de los revolucionarios, constituyendo tardíamente la Junta de Coordinación Revolucionaria (JCR) en 1974.
Después del Golpe Militar, el MIR fue la única fuerza política en Chile que llama de inmediato a la resistencia política y militar constituyendo los Comités de la Resistencia Popular. Tomamos la decisión de no asilarnos, nos quedamos en Chile, sin embargo, pese a la críticas que recibimos por parte del reformismo y más tarde de la fracción de mirista renovados, esta política nos dotó de una fuerza moral y un temple combativo que nos permitió sortear las dificultades que nos planteaba la resistencia. No nos equivocamos.
Estuvimos presente durante toda la dictadura, organizando a las masas y nuestra propia fuerza, articulamos una Fuerza Central y las Milicias de la Resistencia Popular, desarrollamos expropiaciones a la burguesía y ajusticiamos a torturadores y asesinos del pueblo. En todo ese tiempo, además, desarrollamos tareas internacionalistas en Nicaragua, Guatemala, El Salvador, e incluso en África y Medio Oriente.
En los últimos años de la dictadura, nuestro partido sufre la escisión oportunista encabezada por Nelson Gutiérrez, quienes imposibilitados de imponer sus posiciones liquidacionistas al interior del Comité Central y el partido, previo el desarrollo de nuestro IV Congreso, deciden fraccionar la organización. Esta situación es aprovechada por un sector de la Comisión Militar, gestándose una segunda escisión encabezada por Hernán Aguiló.
La fracción reformista liderada por Gutiérrez, Moreno, Neghme, entre otros, apoyaba una salida negociada para lo cual buscó acuerdos con otras fuerzas políticas que se oponían a la dictadura. Este sector, en los últimos años de la dictadura fue el que implementó el mayor número de acciones armadas en la perspectiva de llegar en mejores condiciones a la mesa de diálogo. Una parte de su militancia se insertaría más tarde en los partidos de la Concertación e inclusive, algunos de ellos, integraron instituciones de inteligencia encargadas de desmantelar a las organizaciones revolucionarias. La otra parte mantuvo una actitud independiente y relativamente crítica a las políticas concertacionistas, especialmente en relación a las concesiones entregadas a la burguesía y a los militares. De esta forma la renovación mirista se expresa principalmente en dos tendencias: "La Surda", agrupación que reivindica una forma de autonomismo social, alejado de toda concepción marxista científica, y el malogrado "MIR" - Renovación, liderado por Demetrio Hernández y Mónica Quilodrán, quienes asume directamente una política reformista desde los años 90' hasta la actualidad. Los primeros derivarán en lo que hoy se conoce como Izquierda Autónoma, una suerte de renovación de la renovación.
Por otra parte, el grupo encabezado por Hernán Aguiló propone rechazar las negociaciones y proseguir con la lucha armada, ellos conforman el MIR-Comisión Militar. Este grupo, luego de algunos años de funcionamiento, toma la decisión de auto-disolverse.
Mas allá de esta dispersión y atomización, existe en la actualidad, un destacamento de revolucionarios que, sin renegar del proyecto histórico, sigue dando vida al proyecto revolucionario mirista.
El proyecto del MIR, en la actualidad, se plantea abolir la sociedad de clases, la explotación del hombre por el hombre y el desarrollo de una nueva moral revolucionaria que libere a los hombres y mujeres de la enajenación. Nuestro partido, al calor del movimiento de masas, prepara en la acción los futuros combates.
Esta es nuestra mejor forma de rendir homenaje a nuestros camaradas caídos en combate: Miguel Enríquez, Baustista Van Schouwen, Dagoberto Perez, Miguel Cabrera, Nelson Araneda, Lumi Videla, Paulina Aguirre, a los hermanos Vergara Toledo y a cada uno de nuestros compañeros y compañeras que ofrendaron lo mejor de sus vidas por la liberación de nuestra clase. El ejemplo de cada uno de nuestros mártires, repercute fuertemente en la juventud, que en cada ciudad, en cada marcha, en cada combate, alza las banderas rojinegras.
Seguimos en el camino estratégico de la guerra revolucionaria de clases. Es evidente que la clase dominante golpea día a día a la clase obrera y los pobres del campo y la ciudad. Hecho histórico que confirman la necesidad imperiosa de seguir desarrollando y extendiendo nuestro proyecto revolucionario.
Esta es nuestra historia, seguimos siendo militantes del MIR y la revolución socialista, seguimos formando cuadros y preparando las condiciones para el triunfo. Con la fuerza de la historia y la energía de las nuevas generaciones, templamos nuestra militancia y nuestro proyecto preparando la victoria final.