Fue un simbólico 15 de agosto del año 1965 cuando nace públicamente el Movimiento de Izquierda Revolucionaria de Chile, al calor de las heroicas batallas insurgentes que recorran esa década las montañas y ciudades de nuestro continente.
Medio siglo de lucha revolucionaria y popular que hoy queremos aprovechar para reflexionar sobre esta historia viva y aquello que en nuestro mirista Ejército Guerrillero de los Pobres hemos venido refundando en medio de esta larga y golpeada marcha rojinegra.
LA REVOLUCIÓN PROLETARIA
El ciclo histórico iniciado con el Octubre Ruso estuvo caracterizado no sólo por la idea del Socialismo como sistema económico, político, social y cultural, sino por el concepto de que el sujeto social de la revolución era el proletariado y su vanguardia, el Partido revolucionario.
El marxismo, tal como el liberalismo, eran hijos de la matriz filosófica que dio origen y sustento a la Modernidad. Ambos se construyen en relación a la racionalidad y el humanismo que surgen a partir del Renacimiento. El hombre como centro del Universo es la idea fundamental de la Ilustración y de todo el pensamiento que dio origen a la Revolución Francesa.
La Igualdad, la Fraternidad y la Libertad fueron las banderas del progreso de la humanidad. La burguesía que emergió y se consolidó con la industrialización, fue el sujeto del cambio.
La idea del Progreso asume el carácter de motor de la historia, al tiempo que se consolidan los nuevos estados nacionales como organización territorial y soberana de los pueblos.
Allí se consolida el concepto lineal de la historia que a la vez anulaba el concepto cíclico y en espiral de las cosmovisiones ancestrales.
Esta visión eurocéntrica y cristiana occidental no fue ajena al marxismo. El progreso, a caballo del desarrollo de las fuerzas productivas, llevaría a la humanidad al reino de las necesidades satisfechas, y con ello, al socialismo y finalmente al comunismo.
La industrialización actuó como la locomotora del tren del progreso y por casi dos siglos la lucha de clases expresó la contradicción entre el desarrollo de las fuerzas productivas y la propiedad de los medios de producción.
La clase obrera, con sus grandes batallas y sacrificios, fue el sujeto emergente que desde las entrañas del capitalismo industrial se encargaría de la tarea de sepultar el viejo sistema.
La Revolución Proletaria convocó a millones en todo el mundo y distintas corrientes revolucionarias expresaron realidades y énfasis en un proceso global de avance hacia la superación del capitalismo.
La teoría y práctica del marxismo acompañó a la mayoría de los procesos de emancipación social a nivel mundial durante todo el siglo XX. La teoría sobre el capitalismo, y sobre todo, sobre su fase superior, el Imperialismo, dotó de las herramientas necesarias a un sin número de luchas independentistas al interior de las colonias tercermundistas. Así, los movimientos de liberación nacional dieron un nuevo impulso a la lucha por la libertad y el fin del colonialismo.
En nuestra América, Cuba marcó finalmente el camino de la revolución social y de un nuevo método para hacerla posible: la lucha guerrillera.
La discusión acerca de los métodos y estrategias de la lucha por el poder se acrecentaron y dieron origen a nuevas expresiones orgánicas que se autonomizaron de la izquierda tradicional, dando origen a una nueva Izquierda Revolucionaria, lejana del modelo soviético y abierta al pensamiento emergente y diverso que caracterizó a la década del sesenta y que surgió en los intersticios de las propias sociedades capitalistas.
Esa búsqueda de nuevos caminos se expresó también en la disputa chino soviética, donde el eje de las diferencias pasaba tanto por el modelo de construcción del socialismo, como por la concepción de la política de convivencia pacífica impulsada por la dirigencia soviética en el marco de la Guerra Fría.
Pero sin dudas fue el Movimiento 26 de Julio, encabezado por Fidel Castro, el modelo que inspiró a toda una generación de jóvenes revolucionarios en Latinoamérica y el Che quien encarnó de manera más nítida la voluntad de combate de esa generación.
EL PARTO MIRISTA
En Chile, un grupo de anarquistas, cristianos por el socialismo, trotskistas y jóvenes disidentes de los partidos socialista y comunista, convergen en un proceso de unidad que busca construir un partido revolucionario de nuevo tipo, dando origen al Movimiento de Izquierda Revolucionaria y su marcha por nuestro sur.
Si bien en un principio la discusión teórica fue más importante que la práctica misma, poco a poco van surgiendo liderazgos que comienzan a concretar una relación profunda con el movimiento de pobladores surgido de la migración del campo a la ciudad, con el propio movimiento estudiantil que buscaba realizar reformas estructurales al sistema educacional y principalmente con un movimiento campesino emergente en el marco de la reforma agraria y con los trabajadores de las grandes ciudades.
El MIR surge entonces en el marco del avance de los procesos de liberación a nivel internacional y de emergencia de nuevos sujetos sociales, a nivel nacional, que los tradicionales partidos obreros no expresaban ni representaban.
Así, los pobres del campo y la ciudad serán el principal sujeto en el cual se construye el mirismo. Los frentes intermedios, como el Frente de Trabajadores Revolucionarios (FTR), el Movimiento de Pobladores Revolucionarios (MPR), el Frente de Estudiantes Revolucionarios (FER) y el Movimiento de Campesinos Revolucionarios (MCR) expresan la política de masas y de construcción social de la nueva izquierda revolucionaria.
Cuando la Unidad Popular, con Salvador Allende a la cabeza, logra vencer en las elecciones de 1970 el MIR ya era una organización con importante inserción en los sectores emergentes del movimiento popular, que venía madurando desde hacía décadas dentro del Estado de compromiso, surgido al alero del patrón sustitutivo de importaciones.
La política revolucionaria del MIR se basaba en ese momento en una estrategia insurreccional de toma del poder por parte del pueblo organizado, cuya piedra angular era el desarrollo y fortalecimiento del Poder Popular.
Como toda organización marxista-leninista, su funcionamiento se basaba en el centralismo democrático, cuya máxima expresión era el Congreso partidario.
Sin embargo, la alta legitimidad de sus dirigentes, encabezados por nuestro comandante y único secretario general, Miguel Enríquez, y la propia dinámica de la lucha de clases, hicieron que finalmente se concretara un único Congreso (el de 1967) en esa primera e importante etapa de su desarrollo como organización revolucionaria.
La política del MIR frente al triunfo electoral de las fuerzas de la izquierda tradicional consistió básicamente en un apoyo crítico al gobierno de Allende y una profundización del proceso de desarrollo del Poder Popular a través de la constitución de los Cordones Industriales, a nivel de la clase obrera, y de los Comandos Comunales, en el seno del pueblo organizado.
Con esta estrategia se hizo política durante los tres años que alcanzó a gobernar la Unidad Popular, hasta que el golpe militar de septiembre de 1973 puso fin a la mayor experiencia de profundización de la democracia y de desarrollo de la conciencia y organización del pueblo chileno en toda su historia.
Un nuevo ciclo se abría, tanto para las clases dominantes y el capitalismo neoliberal, que sería impuesto a sangre y fuego, como para el campo popular, que desde la derrota debería intentar resistir al embate furioso de las fuerzas más recalcitrantes de la oligarquía.
Con el valiente y osado llamado a no asilarse, el MIR se plantea la necesidad de desarrollar, en el nuevo escenario de represión y persecución al pueblo organizado, una estrategia de resistencia popular que significaría el comienzo de un nuevo ciclo de luchas populares y de reconstrucción del movimiento popular.
Sin embargo, el costo de esta política fue demasiado alto, al menos 600 militantes caen en los primeros años de la dictadura luchando bajo las banderas rojinegras enfrentando a una de las dictaduras más sangrientas de América Latina.
La Resistencia Popular sentó las bases políticas y morales para la emergencia de un nuevo ciclo de lucha antidictatorial que convocó a millones. La Operación Retorno a fines de los 70 y comienzos de los 80, que reinsertó en Chile a cientos de militantes miristas, fue la base para Neltume y Nahuelbuta, que implicaron el intento de desarrollar bajo la concepción de la Guerra Popular Prolongada fuerzas guerrilleras rurales y la Fuerza Central como guerrilla urbana, marcando un camino de rebeldía y de reimpulso de las energías revolucionarias en el seno del pueblo consciente.
Sin embargo, el derrumbe político militar de estos proyectos guerrilleros implicó el comienzo de un proceso de división y atomización orgánica que coincidió con la derrota a nivel global de las fuerzas que impulsaron el socialismo durante el siglo XX. El ciclo de luchas abierto con la Revolución Rusa se cerró con la caída del Muro de Berlín, generada fundamentalmente por la transformaciòn de las luchas revolucionarias originarias de la clase obrera y el pueblo en las luchas por el poder de una nueva clase gobernante, burocrática y represiva que se construyó en la misma lógica de dominación y depreciación del otrora enemigo de clase. La guerra fría y la lucha entre potencias por conquistar territorios geopolíticos fue la máxima expresión de esta lógica autodestructiva desde el punto de la revolución social y el poder de decisión de los pueblos. Así la experiencia de construcción del Socialismo terminó finalmente en la debacle y derrota del proyecto de la revolución proletaria.
HACIA LA REVOLUCIÓN LIBERTARIA
En Chile, la burguesía toda y sus yanaconas acuerdan terminar con la dictadura e iniciar un ciclo de democracia protegida y de carácter policial, diseñada para administrar el capitalismo en las nuevas condiciones mundiales.
La Concertación es la alianza que permite relegitimar y darle continuidad al sistema político y económico impuesto por la dictadura militar.
En ese marco surge, en octubre de 1991 y desde el seno de la crisis profunda del MIR, nuestro Ejército Guerrillero de los Pobres para continuar la lucha iniciada por Miguel y los miles de hombres y mujeres rojinegros que aquel 15 de agosto deciden fundar su organización revolucionaria e iniciar su propia marcha insurgente.
Es entonces cuando en medio de las acciones directas generadas por este nuevo parto mirista se hizo necesario dar respuestas ideológicas, justamente cuando se proclamaba a los cuatro vientos el fin de las ideologías. Y no fue fácil, en medio de la persecución y la cacería de brujas desatada por la Concertación y su gusanera represiva conocida como la Oficina.
La traición, el soplonaje, los montajes y la alianza con los antiguos esbirros de la dictadura, fueron los métodos de los adalides de la democracia para acabar con la resistencia del MIR, el Mapu-Lautaro y el FPMR Autónomo. Decenas de militantes fueron asesinados y otros cientos encarcelados en momentos en que el discurso de reconciliación era coronado con el perdón y el olvido de los crímenes del Terrorismo de Estado.
En medio de todo esto dimos a luz a la Caja de Herramientas y posteriormente a la Bitácora. Ambos documentos apuntaban a dotarnos de refundadas cosmovisiones, basadas en la comunidad valórica, la concepción del Poder Popular y la necesidad de revalorizar las sabidurías ancestrales.
En este andar fuimos asumiendo que el marxismo no puede ser una cosmovisión, sino una herramienta más entre otras herramientas de análisis, sin duda la más importante y la que más ha aportado a la lucha de los trabajadores y el pueblo en el siglo XX. Además entendimos que la nueva estructura económica y social del capitalismo había engendrado nuevos sujetos sociales, de naturaleza múltiple y que sintetizamos en el concepto de Pueblo Pobre.
Aprendimos a entender que la Ecología no era un tema de especialistas o una moda más, sino un elemento esencial a la hora de entender la totalidad de la vida en el planeta y los riesgos casi apocalípticos a que nos está llevando el comportamiento suicida del capitalismo, en su afán de reproducirse y de eternizarse como sistema único.
Pero más aún, entendimos que los límites de la Naturaleza son los límites del Progreso. Que no sólo el capitalismo destruyó y contaminó la naturaleza en la loca carrera por la industrialización y su hambre de despojo, sino que el socialismo vivido también usó y abusó de los recursos naturales con políticas extractivistas y de sobre-explotación, todo en nombre del progreso y en pro del desarrollo de las fuerzas productivas.
Finalmente, revalorizamos la libertad como el fundamento esencial de cualquier sueño emancipatorio, por sobre cualquier consideración estructural o material. De igual modo la autonomía y el territorio como sustentos vitales de la construcción del poder popular comunitario, despojado de fronteras y estados nacionales y transnacionales.
En este proceso reinvidicamos y proclamamos la Revolución Libertaria como proyecto histórico-cultural antagónico a la Modernidad en crisis. Y con ello reafirmamos una cosmovisión basada en la comunidad valórica, donde la solidaridad, la cooperación, la autogestión, la justicia, la dignidad, el respeto entre iguales, a la naturaleza y a las cosmovisiones ancestrales que hoy luchan por reconstruirse, constituyen lo esencial del proyecto revolucionario.
Porque en más de un sentido el capitalismo es la enfermedad de la Tierra, hoy 15 de agosto de 2015, reafirmamos nuestro compromiso con la defensa de los territorios amenazados por la voracidad implacable del gran capital transnacionalizado y convocamos a refundar la Resistencia y los órganos autónomos y libertarios que de ella se desprendan por nuestros territorios urbanos y rurales para enfrentar la depredación de los recursos naturales, sociales y culturales.
Así mismo, convocamos a construir la Alianza entre el Pueblo Pobre y el Pueblo Nación Mapuche, respetando la autonomía de cada proceso de constitución en particular y entendiendo que enfrentamos a un enemigo común: el gran capital y su maquinaria de guerra total contra los pueblos.
El Wallmapu es un territorio ancestral que está en reconstrucción gracias a la lucha frontal de muchos peñi y lagmen, que con su sacrificio y voluntad vienen abriendo la senda hacia la reconstitución de la Nación Mapuche y del propio Wallmapuche, que sólo pueden existir en un contexto de Autonomía y Libertad.
Nuestro continente es un territorio igualmente ancestral cuya Resistencia iniciada hace más de 500 años hoy continúa en un nuevo ciclo, donde la lucha libertaria enfrenta su mayor desafío combatiendo a un sistema capitalista globalizado cuya única lógica es la ganancia y su mayor arma, el neoimperio militar comandado por los EE.UU.
Enfrentarlo no sólo implica organizarnos y continuar en la tarea de construir el poder popular como expresión local y territorial del poder de los pobres y marginados y en contradicción al poder del Estado, sino también refundarnos en una nueva cosmovisión y estrategias de lucha nacidas de esta resistencia histórica y los acumulados de millones.
El Poder Popular es un poder dual, fuera de la lógica del Estado y antagónico a la acción de las clases dominantes. Sólo desde allí será posible reconstruir la esperanza y la posibilidad de una sociedad en equilibrio consigo misma y con la naturaleza. Y allí estaremos desde el mirismo y la insurgencia popular, contribuyendo a que la Revolución Libertaria sea la revolución del siglo XXI.
Saludamos así los 50 años de nuestro MIR y con ello a todos(as) quienes tuvieron su parto insurgente por esa década y dieron todo, sus propias vidas, luchando por la revolución que liberaría a nuestros pueblos pobres y marginados del yugo del capital en diferentes territorios del mundo y nuestro continente. Saludamos a todos(as) quienes hoy continúan luchando y organizando la resistencia popular en todas sus formas. Saludamos de manera especial rindiendo nuestro homenaje a todos(as) aquellos(as) miristas que han caído combatiendo en nuestro territorio y en la lucha internacionalista.
Asumimos nuestro compromiso como parte de la resistencia ancestral iniciada hace más de 500 años y del pequeño aporte de nuestro MIR en sus 50 años de vida y combate. Compromiso valórico e histórico de continuar con nuestros mayores esfuerzos y consecuencia la marcha de la resistencia insurgente y popular.
¡¡Pueblo, conciencia y fusil!!
¡¡Adelante con todas las fuerzas de la historia!!
¡¡Sólo la lucha nos hace libres!