La Habana, Cuba, sede de los diálogos de paz, agosto 28 de 2015
Fortalecer las relaciones bilaterales entre los dos países es condición indispensable para que en Colombia se consolide la construcción de una paz estable y duradera que irradie influjos de hermandad al continente.
Venezuela es y seguirá siendo fundamental para la paz de Colombia. Tenemos que echarle agua al incendio chovinista para promover la unidad e integración de dos naciones con una misma historia, hijas de un mismo padre, el Libertador Simón Bolívar.
Lo más conveniente es buscar, mediante el diálogo constructivo y sincero, la normalización de la situación en la frontera, ojalá con la conformación de una zona binacional de integración y desarrollo que favorezca la fraternidad, la convivencia y la construcción del proyecto de Patria Grande.
Hay que respetar la soberanía de la República Bolivariana de Venezuela; hay que cesar la perfidia que significa trasplantar el paramilitarismo que tantas victimizaciones ha causado en Colombia.
Como pueblos hermanos tenemos que unirnos para que prevalezca la paz cerrándole espacios a la crispación de los ánimos y el guerrerismo, haciendo que resplandezca el derecho de los pueblos, por encima de todos aquellos que quieren mediante la guerra económica y todo tipo de conspiraciones, desestabilizar el gobierno legítimo del Presidente Nicolás Maduro y echar por tierra la innegable solidaridad y apoyo social que desde los tiempos del comandante Chávez han recibido quienes tuvieron que partir hacia el exilio porque no hubo en nuestro país los beneficios de la inclusión y el respeto que aún seguimos reclamando.
Entendemos con claridad que la confrontación en Colombia, como la profunda crisis humanitaria que hoy desborda nuestras fronteras, tienen raíz en el injusto orden social vigente que nos flagela y cuyos responsable son los sucesivos gobiernos que han pasado por la Casa de Nariño. A esto no podemos cerrar los ojos, y por ello creemos que debe aflorar la serenidad y el sentido común, de manera tal que le salgamos al paso a ciertos políticos irresponsables que solo viven para sembrar el odio hacia Venezuela, pescar en río revuelto y favorecer sus intereses personales.
El cangro del paramilitarismo no puede destruir los lazos de concordia que históricamente, desde la lucha por la independencia han hecho de Colombia y Venezuela una misma familia, con un destino común de sueños de dignidad y libertad, inscritos en la sublime causa de la América Nuestra.
“Somos hijos de la patria que nos dejó El Libertador y a defender con amor, su herencia nos llama”. Que el relámpago del Catatumbo nos ilumine. Somos optimistas: como en la canción de Alí Primera, “el Orinoco y el Magdalena se abrazarán entre canciones de selva, y sus niños y mis niños le sonreirán a la paz”. Que perduren nuestros lazos de amistad.