28 años atrás, el 11 de octubre de 1987, cayó asesinado el doctor Jaime Pardo Leal, eminente jurista especializado en derecho penal, catedrático de la Universidad Nacional de Colombia, dirigente máximo del movimiento político Unión Patriótica y conciencia moral de la nación.
Su muerte se sumaba a la oleada de crímenes contra congresistas, diputados, concejales, alcaldes y líderes de esa opción política nacida de las conversaciones de paz entre el gobierno de Belisario Betancur y las FARC-EP, y ratificaba con su sello sangriento que la oposición democrática y de izquierda no contaba con las mínimas garantías para su ejercicio en Colombia.
El Presidente Virgilio Barco definía en su momento al paramilitarismo como un problema de semántica, al tiempo que las fuerzas armadas colombianas, con la asesoría directa del Pentágono y la CIA, no puede olvidarse que se vivía entonces la llamada era Reagan, echaban a rodar la especie de que los crímenes contra la Unión Patriótica tenían como origen último la disputa entre los grupos de grandes narcotraficantes y las FARC por el control de los cargamentos de drogas.
Así, cubriendo con el manto de la mentira y la calumnia lo que en realidad eran los desarrollos de la Doctrina de Seguridad Nacional, expresada en su momento como estrategia de Guerra de Baja Intensidad, el imperialismo y la oligarquía colombiana coincidieron en su afán por exterminar las diferentes expresiones de inconformidad política y social en el país, a objeto de garantizar la implementación de la globalización neoliberal en ciernes. La muerte de Jaime Pardo Leal, insigne abogado demócrata y revolucionario, significó un claro aviso de lo que se le venía encima a la patria de los colombianos, si no se sometía mansamente a la voluntad del gran capital.
Ni siquiera una corriente progresista del Partido Liberal, como la encabezada por el doctor Luis Carlos Galán, lograría ponerse a salvo de la furia asesina desatada desde las alturas del poder. La contradictoria pero eficaz alianza entre carteles del narcotráfico, grupos económicos, clase política y fuerzas armadas, inspirada en el afán de concentrar riquezas e incrementar ganancias que hoy llaman prosperidad, resolvió sin el menor escrúpulo condenar a Colombia a las sucesivas décadas de barbarie paramilitar que no termina. Ninguno de los gobiernos que siguieron a Belisario Betancur puede lavarse las manos por su responsabilidad en ese mar de sangre.
Grandes personalidades de la vida nacional, entre las que recordamos hoy especialmente a Jaime Pardo Leal, al igual que decenas de miles de colombianas y colombianos del montón, sacrificaron su vida o su libertad por enfrentarse de diverso modo, con dignidad ejemplar y singular coraje, a semejante maquinaria de terror y muerte. No nos cansaremos de gritar a los cuatro vientos que sus ideas, sus luchas y su sangre no pasaron en vano, que todas ellas se reproducen y multiplican en el alma de millones de compatriotas que trabajan denodadamente por alcanzar la paz, convencidos de que para ello es necesario que se publique de una vez por todas la verdad, conscientes de que larga noche de la impunidad debe llegar a su fin, claros como la luz del verdadero sentido y los amplios contenidos de la palabra justicia.
No queremos más mártires para ninguna causa en Colombia. Ningún hogar más en nuestro país debe cargar con llanto de viudas y huérfanos por razones políticas. Soñamos con una Colombia en paz, con justicia social, democrática y soberana. Desde un comienzo han sido esas nuestras banderas.
Por izarlas, nosotros y demasiados colombianos hemos sido objeto de implacables persecuciones. La paz brillará cuando cese por fin esa práctica nefanda de las clases dominantes. En eso creía Jaime Pardo Leal, por eso su crimen. Hoy rendimos el más sentido homenaje a su memoria.
SECRETARIADO DEL ESTADO MAYOR CENTRAL DE LAS FARC-EP