Desde entonces y muchas veces, mis reflexiones han contemplado los escenarios de Colombia y el mundo, que he vivido en este medio siglo y en ellos he encontrado a Camilo para recibir sus consejos y apreciaciones en todos los aspectos.
En nuestro Quinto Congreso Nacional, de finales de 2014, además de una imponente pancarta que lucía al frente con su rostro de sacerdote y guerrillero, su espíritu recorría el aula donde se dieron las sesiones, porque al pensar en la paz, no puede faltar él como dirigente popular y sacerdote, que abrazó el evangelio y llevó a cabo el Amor Eficaz, que para él significaba vivir, amar y ser parte del destino de los humildes e ir con ellos hasta las últimas consecuencias, inspirado en la Teología de la Liberación que está hoy tan viva como él, en el corazón de su pueblo que es también cristiano.
Ha transcurrido más de medio siglo desde aquellos años en los que Camilo decidió alzarse en armas y debo expresar con toda claridad, que me diferencio enormemente de quienes consideran que Camilo fue un ingenuo, caracterización que hacen para buscar culpables de luctuosos acontecimientos.
Camilo, como todos los seres extraordinarios, junto a los que son del común, no se escapan de la realidad que los circunda, por ello es equivocado, juzgarlos por fuera de la realidad en que vivieron, para justificar posiciones políticas. Es necesario tener en cuenta que Camilo se hizo sociólogo y junto a otros prestigiosos investigadores, como monseñor Germán Guzmán, estudió cuidadosamente la llamada época de La Violencia, para concluir que la oligarquía fue la responsable de ella y no los campesinos, como han pretendido demostrar los señores del poder, que repiten dicha fórmula para eximirse de su directa responsabilidad en el conflicto.
Camilo en sus análisis políticos le dijo a la oligarquía con toda razón, que era ella la que decidía si el pueblo podía acceder al poder por las vías pacíficas o violentas.
Siendo que ésta fue la antesala de su vinculación a la guerrilla, no tiene cabida juzgar de ingenuo, a un estudioso de la realidad que se propone encararla y aportar a transformarla.
Los auténticos luchadores comprometen su vida en su noble empeño, así les implique riesgos; al contrario de los poderosos, quienes sacrifican a los demás por sus intereses.
Si Camilo hiciera hoy su histórica pregunta sobre las vías de acceso al poder para las mayorías, examinaría la realidad del sistema político colombiano, el contexto regional de feroz ofensiva imperialista y de la derecha violenta, que hacen una guerra sucia contra los procesos democráticos, porque no conciben que sea el pueblo, quien rija sus propios destinos.
Valoraría la política exterior de los Estados Unidos, de quien la clase gobernante colombiana es aliada incondicional, por lo que coloca el territorio patrio a disposición de esa potencia, entregando la soberanía colombiana; vería con profundo dolor la destrucción de las naciones del Medio oriente y el Norte de África en una vorágine de destrucción terrorista, hecha con el llamado Estado Islámico, engendro que se salió del control de sus ideólogos y financiadores imperialistas.
Estudiaría cada uno de los grandes fenómenos políticos y económicos de la actualidad, para concluir -como todos los críticos del sistema capitalista neoliberal-, que su crisis se descarga sobre los pueblos y que esta grave no tiene superación.
Camilo, inmerso en la lucha, escucharía atento las promesas de paz de la oligarquía, al tiempo que la cuestionaría, hechos como la venta de Isagen, la persecución violenta contra la mal llamada minería ilegal, con que dejan en la ruina a pequeños y medianos mineros artesanales, para abrirle campo a la gran minería que terminará, si se impone, en grave perjuicio del medio ambiente y de los colombianos.
Compararía Camilo la realidad de los Presos Políticos, a quienes antes les hacían Consejos de guerra y los enviaban a la isla prisión de Gorgona, donde se podrían en vida; dolor semejante al de ahora, cuando los hacinan en cárceles al estilo de las prisiones gringas, sin que se les reconozca su condición de luchadores políticos ni de presos de conciencia, criminalizados por ser opositores y por hacer protesta social.
Volvería Camilo la mirada a la década de los 60, cuando era normal torturar a los luchadores populares en las caballerizas del Batallón Charry Solano; reflexionaría que ello ya no existe y se le reemplazó por la guerra sucia del paramilitarismo, la parapolítica, los Falsos Positivos, el aumento desbocado de la cantidad de Fuerzas Armadas, la promoción de la compra de conciencias, el aumento de la corrupción de los funcionarios públicos y al pensar que todo este terrible desborde del conflicto, pueda ser canalizado en un proceso de paz, diría como dijo Human Rights Wacht, que estamos ante “una piñata de impunidad”, en que el régimen como el mayor culpable, elude su responsabilidad; y se interrogaría si esta es la paz que necesita Colombia.
Le llamaría mucho la atención, que la promesa de los cambios, es para después de 2015, y coincidiría nuevamente con la preocupaciones de millones de colombianos y colombianas humildes, que sienten que la construcción de un mejor futuro, no puede encargársela a nadie más, que a las mayorías empobrecidas y excluidas.
Respetado Monseñor Monsalve, en el Ejército de Liberación Nacional valoramos muy valiosos sus esfuerzos por la paz de Colombia y consideramos importante, que junto a ese clero con el que Usted comparte este sentir, continúe sin desmayo -como buen cristiano-, en tan importante tarea.
Tenga la seguridad que esta fuerza guerrillera, que se siente orgullosa de ser Camilista, seguirá imparable buscando la paz, convencida que el camino para hallarla, nunca debió ser la guerra, pero como lo afirmó Camilo, ha sido la oligarquía quien obligó a sectores del pueblo, a ejercer el derecho a la rebelión, no sólo para luchar por el poder, sino para resistir al aniquilamiento físico; los millares de muertos que ha tenido el pueblo en este empeño, son un testimonio contundente de ello.
Por lo anterior, desde hace 25 años, hemos acudido de manera sincera, a buscar mediante el diálogo -con los distintos gobiernos-, una salida política al conflicto y en ello no cejaremos, sino que recurriremos a todos los medios posibles, para hacer realidad un dialogo fructífero que conduzca a Colombia a una paz donde la justicia, la equidad social y la soberanía, sean las sólidas bases de ella.
Estamos convencidos, que pronto superaremos los escollos, que han interrumpido los diálogos con el actual gobierno. Aprovechamos para reiterar con profundo respeto por la población y empeñando la palabra, que tal interrupción no obedece a una conducta negligente de nuestra parte; más adelante se podrá esclarecer, dónde estuvo el atranque, para que todos conozcan la realidad.
Es oportuno reiterar ante Usted, la urgencia que vemos en el Ejército de Liberación Nacional, de acordar un cese bilateral del fuego y las hostilidades, que genere un clima favorable para continuar el proceso. Lo planteamos de nuevo, porque todos los territorios donde hacemos presencia, hoy resisten el embate de intensas operaciones punitivas de las fuerzas armadas del Gobierno, en su lógica de debilitar nuestra fuerza; ello nos obliga a responder dichos ataques. Algunos, ahora pretenden dejar la idea en la opinión, que tal respuesta es carencia de voluntad de paz nuestra.
Finalmente Monseñor, caminamos en estos diálogos exploratorios, con el espíritu de Camilo Torres y en su nombre seguiremos buscando la paz auténtica, que queremos los colombianos, en particular las inmensas mayorías por las que él fue, hasta las últimas consecuencias.