Respetado amigo batallador por los Derechos Humanos y la Dignidad de los pueblos, Boaventura de Sousa Santos.
Le transmito mi respeto y admiración a sus esfuerzos por la paz del mundo, causa sin igual e indispensable en estos tormentosos tiempos, que vive la humanidad.
Estudié con atención su magistral conferencia impartida en Medellín, durante la clausura del Congreso de la CLACSO y hago de ella la base de mis reflexiones.
Por fortuna, su vinculación con Colombia, desde hace casi dos décadas, le ha permitido conocer con propiedad la crítica realidad de mi país, en donde como Usted plantea, hay que preguntar si los Derechos Humanos son instrumentos para la paz o un obstáculo para ella.
En mi país esa pregunta tiene dos respuestas contradictorias, de acuerdo a quien la responda; el pueblo colombiano responde al unísono que ese instrumento es indispensable para alcanzar la paz. La clase en el poder los considera un obstáculo, y esto lo confirman el asesinato de millares de defensores de Derechos Humanos, junto a los desterrados, encarcelados o perseguidos sin misericordia por los organismos represores del Estado Colombiano, a quien el ex presidente Álvaro Uribe, no ha tenido reato para llamarlos “idiotas útiles del terrorismo”.
Así mismo, los Derechos Humanos se invocan por parte de las potencias imperialistas, de manera pérfida, para invadir países y controlar el mundo a nombre de la paz, como Usted bien lo señala.
Hoy en Colombia también son necesarias otras preguntas: ¿de cuál paz y de cuáles Derechos Humanos estamos hablando?
En las calles y campos de Colombia, la gente agita la consiga de “la paz son cambios”.
Esos cambios están referidos a las estructuras económicas y políticas del Estado, pero a su vez el gobierno ha reiterado que en este proceso de paz, el Modelo económico no está en cuestión y por tanto este no hace parte de las discusiones. En tales circunstancias es necesario reconocer que están sobre la mesa dos modelos de paz, el que se plantea desde las mayorías argumentando la urgencia de profundos cambios estructurales y el que plantea el presidente Santos, de silenciar los fusiles y legalizar las guerrillas, con la promesa que a futuro se pueda hablar del tema.
Hace dos años, los defensores de los Derechos Humanos en Colombia, dijeron a propósito del proceso de paz planteado por el Presidente Santos, que “el capital quiere paz”, haciendo una alusión directa a las necesidades que tienen las empresas transnacionales, de disponer de todo el territorio pacificado y sin conflicto.
Con esa lógica de la clase en el poder, la paz plantea una grave amenaza a futuro; en cambio, las grandes mayorías en Colombia tienen como gran objetivo, lograr una paz que signifique justicia y equidad social, democracia y soberanía.
Bien dijo Usted en su conferencia, que el proceso de paz de La Habana, no incluye al ELN y a nuestro entender, las diferencias que tenemos con el Presidente Santos, han demorado los tiempos para concluir un Acuerdo de agenda de negociación y pasar a la fase pública de diálogos; Aun así, hoy valoramos que estamos cerca de abrir esta fase.
Nuestro esfuerzo ha sido desarrollar una expresión de Paz, que abra un proceso marcado por la participación protagónica de los ciudadanos, sobre todo de aquellos, que como Usted lo plantea no son sujeto de paz, sino objeto de discursos de todos los matices. Este planteamiento de participación de la sociedad en el proceso de paz, se aparta de la fórmula del gobierno de Santos, que busca prioritariamente una pacificación de los alzados en armas.
Las grandes mayorías de Colombia, sí que han vivido esas Guerras Novísimas de las que Usted habla, porque ocurren en las áreas periféricas de todas las grandes ciudades, en las regiones rurales a donde han llegado los mega proyectos de las transnacionales; en los territorios ancestrales de los indígenas y afrodescendientes, y de manera muy fuerte en extensas regiones de Colombia, donde en este más de medio siglo, hemos luchado la insurgencia.
Por lo anterior, un proceso de paz en Colombia, no puede llevarse a cabo sin que esas comunidades, esos conglomerados poblacionales, sean sujeto forjador de ella y mucho más, cuando pueden participar representadas con sus propias organizaciones.
Ya no son 23, como lo dijo Usted en su conferencia de Medellín, sino 25, los indígenas asesinados desde que se inició el proceso de paz. A la criminalización de la justicia indígena, es necesario agregar la criminalización de la protesta social en general y la criminalización de la vida de las cárceles colombianas, donde se cometen las más terribles violaciones a los Derechos Humanos, la primera de ellas consiste en desconocer, que en Colombia existen presos políticos.
Esta es la Colombia, que el presidente Santos plantea “modernizar”, basado en el desarrollo capitalista, que se cae a pedazos en el mundo, pero que las oligarquías criollas se niegan a reconocer y por el contrario, persiguen un proceso de pacificación, para seguir entregando los Bienes Comunes que nos quedan; porque como usted bien lo plantea, este es el objetivo de la guerra y la paz, de las clases capitalistas en el poder.
Luchar para que las grandes mayorías entiendan los retos de la paz, es un esfuerzo descomunal porque es enfrentar la Guerra en Red que Usted menciona; pero además, es desafiar el poder militar de esta, la “democracia más antigua de América”, tan publicitada por la elite dominante.
Por ello tiene tanta validez, la titánica tarea de educar al pueblo y educarnos los revolucionarios, para comprender las complejas tareas de la paz, y uno de los tantos esfuerzos necesarios, está referido a la propuesta que le hicieron nuestros compañeros en la cárcel de Bellavista, para crear una universidad de los pobres, como parte de una gran red de universidades populares; vale en ello, traer a la memoria la profunda frase de Martí, de “ser cultos para ser libres” .
En su conferencia, se refirió a la Justicia Transicional, porque a Usted como a todos, nos produce grandes interrogantes y preocupaciones, por ello se requiere de un debate e intercambio político, donde tengan participación los millones de víctimas del conflicto y las grandes mayorías de la sociedad, solo así se logrará una idea común de verdad y justicia, para sanar las profundas heridas de este agudo conflicto, que ya pasa de los 70 años de duración.
Finalmente compañero Boaventura, lo invito a que, además de inaugurar la Universidad popular propuesta por nuestros compañeros presos en la cárcel de Bellavista, nos acompañe con su experiencia, sus aportes y sus enseñanzas, en este complejo proceso de paz, que hemos emprendido y que aspiramos llevar a buen puerto, para que los humildes de Colombia puedan por fin, realizar sus sueños y esperanzas de futuro.