El Comando Nacional del FAL, constituido en Tribunal Revolucionario, cree conveniente adelantar a su pueblo los considerandos de la sentencia a dictar en relación con nuestro rehén Waldemar Sánchez.
Nuestra intención al capturar al cónsul paraguayo fue, como se puede leer en nuestros comunicados, solamente lograr que se presentaran a la prensa a los compañeros Della Nave y Baldú, como un intento de parar la tortura y el asesinato. Llegamos tarde, es evidente que a esta altura de los acontecimientos la dictadura asesina eliminó al compañero Baldú en la cámara de torturas, porque no pudo arrancarle dato alguno y porque se enfrentó con su extraordinario porte revolucionario. De allí la desesperación de la dictadura por tratar de que no se viera, descaradamente y sin tapujos, su cara asesina. Para ello empezó a trenzar una burda maniobra para engañar al pueblo afirmando que nosotros, sus propios compañeros, le habíamos dado muerte.
Nuestro objetivo está puesto en el hombre, en la liberación del hombre, aunque en este duro camino queden vidas de hombres, pero siempre hemos tratado por todos los medios, aún a costa de nuestra seguridad, de evitar producir bajas innecesarias. Nunca hemos tenido que ultimar a hombre alguno. En la acción del Regimiento 7 de Infantería, optamos por evacuar prematuramente el terreno antes que abatir a un soldado conscripto que se dirigía a dar la alarma. En la acción de la toma de una comisaría en Tucumán, preferimos desarmar a golpes a varios policías antes que ultimarlos en el acto. En la acción durante la cual se copó un vivac en Campo de Mayo, permanecimos cincuenta minutos y nos retiramos sin provocar ningún daño físico a ninguno de los setenta soldados y suboficiales de la unidad.
Pero ahora ha sido ultimado, no en el combate, no en la acción, sino fríamente, premeditadamente, uno de nuestros compañeros más queridos. Esto cambia nuestra posición y nos obliga a adecuarla a esta realidad. Combatimos en nombre de la vida, de la dignidad humana, del hombre. Combatimos en nombre de la libertad y de la justicia. Para ello debimos enfrentar a una dictadura, a un régimen que, en nombre de la explotación, apaña a asesinos y condecora a ladrones. Quede claro ante nuestro pueblo que el terror, el crimen y la tortura no son responsabilidad de unos pocos matones, sino de todo un régimen que necesita de terroristas, de criminales y de torturadores para perpetrar su opresión.
Estamos totalmente convencidos de que el enfrentamiento no es entre el gobierno y el Frente Argentino de Liberación Nacional, que la represión no sólo es descargada sobre miembros del FAL, como lo atestiguan las masacres del gobierno hacia el pueblo cordobés para enfrentar la rebelión obrero-estudiantil. Los asesinatos de Bello, Cabral, (Santiago) Pampillón, Hilda Guerrero de Molina, Felipe Vallese, Emilio Jáuregui tampoco deben quedar impunes. Pero en realidad sólo se hará justicia cuando, definitivamente, el pueblo en armas, constituido en ejército revolucionario desde el campo y la ciudad, destruya golpe a golpe el aparato que sostiene el poder de la oligarquía y el imperialismo y comience a transitar por el camino de la liberación nacional y social. Que este día no está lejos nos lo dicen las luchas crecientes que desarrollan también los hermanos pueblos latinoamericanos y sus vanguardias. Nos lo dice también la dictadura que, atemorizada, amenaza al pueblo con reprimirlo en un desesperado intento de impedir el triunfo de los ideales revolucionarios. Comprendemos su desesperación; ellos saben que van a contramano de la historia.
Frente Argentino de Liberación Nacional (FAL)
27 de marzo de 1970
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Fuente: HENDLER, Ariel. La guerrilla invisible. Historia de las Fuerzas Argentinas de Liberación (FAL). Buenos Aires: Vergara, 2010.