Mediante comunicación privada dirigida a Su Eminencia a mediados del año anterior, expusimos de manera sucinta cómo las razones políticas de nuestra lucha coinciden en buena medida con lo expuesto por Su Santidad en su reconocida encíclica Laudato Si, en especial en lo que hace al sufrimiento que se ocasiona a los pueblos por cuenta del egoísmo del mercado y los capitales. La guerra es quizás la más dura de todas esas consecuencias.
Por eso también referíamos a Su Excelencia los vientos favorables que soplaban para el proceso de paz que adelantamos en La Habana con el gobierno del Presidente Juan Manuel Santos. Hoy día podemos contar con el mayor entusiasmo que hemos avanzado enormemente hacia la concreción de un Acuerdo Final, al punto de tener acuerdos parciales firmados sobre cuatro de los seis puntos que integran la Agenda pactada, y hallarnos cerca de cerrar el quinto de los temas abordados, que tiene la denominación general de Fin del conflicto.
Pero además podemos dar cuenta del gran apoyo internacional obtenido por las conversaciones de paz, que cuentan con el respaldo expreso del gobierno de los Estados Unidos, la Unión Europea, la CELAC, UNASUR, la Organización de las Naciones Unidas y su Consejo de Seguridad. Hemos expresado reiteradamente que nuestro real interés no es otro que hacer política legal y abierta, con garantías plenas, no solo para quienes nos reincorporaremos a la vida civil y tranquila, sino para todos los sectores inconformes y de oposición. Aspiramos a una efectiva reconciliación nacional.
Siguiendo a San Francisco de Asís, podemos decir que la paz que anunciamos con palabras hace realmente nido en nuestros corazones. Iniciamos el proceso de paz haciendo todo lo necesario, continuamos haciendo lo posible y hoy estamos a punto de coronar lo que parecía imposible. Aparecen, sin embargo, serios peligros de tormenta en el horizonte, que amenazan con echar a pique tan grandioso esfuerzo de todos los colombianos de buena voluntad.
Organizaciones paramilitares desatan en nuestro país una ofensiva criminal que apunta a desmoralizar a los amigos de la paz, emplazándolos por medio de las armas en contra del proceso, capaces de intimidar varias regiones del territorio nacional. Su acción nefasta coincide con la confabulación emprendida por sectores políticos beneficiarios de la guerra, que agitan los ánimos y pretenden movilizar la opinión pública en contra de los acuerdos alcanzados.
Creemos que nunca como ahora nuestra patria requiere la siembra del amor en donde crece el odio, la fuerza del perdón en donde hay la ofensa, el calor de la unión donde anida la discordia, la fe donde reinan las dudas, la verdad donde hay error. Y que en ello el poder de la Iglesia de Cristo está llamada a cumplir singular protagonismo. Ya lo dijo el hermano Francisco, parece ser más acorde a la voluntad de Dios que, interrumpiendo la calma de la oración, salgamos a trabajar en el mundo.
Su Santidad ha dado muestra evidente de ese apostolado, recorriendo uno y otro lugar del planeta con su mensaje de amor. Pensamos que su Iglesia podría desplegar una tarea correspondiente en Colombia, desde la más humilde parroquia a sus más altas jerarquías: despertar en el corazón de los confundidos el respaldo a la paz y la reconciliación. Por oscuros que sean los nubarrones que se asoman, no podemos rendirnos ante su furor. Aprendimos del de Asís, que toda la oscuridad del mundo no puede apagar la luz de una sola vela.