En 2010, a pocos meses de iniciado el período presidencial de Juan Manuel Santos, tuvimos conocimiento en las FARC del interés del nuevo gobierno por abrir conversaciones de paz con nosotros. Eso quiere decir que desde los primeros contactos secretos que posibilitaron el encuentro exploratorio, han transcurrido poco menos de seis años. Durante ese trecho ha germinado la esperanza y ya palpita muy cerca la firma de un Acuerdo Final de Paz.
Ha sido un tiempo largo dedicado a la reflexión, a la revisión de conductas, a la aproximación de temas, al estudio, al conocimiento de verdades, al intercambio con las víctimas. Hemos examinado temas de gran interés con prestantes personalidades nacionales y extranjeras, políticos, filósofos, hombres de Estado, jerarcas de la Iglesia Católica y de otras confesiones, juristas, funcionarios de la Corte Penal Internacional, científicos y excombatientes rebeldes de todos los continentes.
Hemos intercambiado con ex militares nacionales y extranjeros, con oficiales en servicio de la patria, miembros de la Policía Nacional, empresarios del campo y la ciudad, representantes de innumerables organizaciones sociales y políticas, congresistas, directores de medios, funcionarios de la ONU y otras entidades internacionales, regionales y locales. Hablamos con enviados especiales de los Estados Unidos, la Unión Europea y el Congreso Nacional Africano.
Antiguos jefes de Estado y de gobierno también se han reunido con nosotros. Hemos aprendido de todos y cada uno de nuestros interlocutores, al tiempo que todos han escuchado y recibido nuestras experiencias con bondad y comprensión. Muchos nos han dado a conocer sus preocupaciones y reservas. Pero en su conjunto ninguno ha dejado de animarnos a perseverar en la búsqueda de la paz por las vías del diálogo y la reconciliación.
Todos nos han repetido la lección, con odios no se llega a ninguna parte. Tenemos muy claro que la pasión y la polarización son malas consejeras, que nadie es dueño de la verdad absoluta, que la paz es una construcción colectiva. Todos los hombres y mujeres de Colombia debemos aportar a su concreción. La paz no solo debe ser mirada desde la propia experiencia, también es necesario proyectarla con vista a las futuras generaciones, al país mejor del mañana.
En La Habana se acordó un mecanismo especial de justicia, ante el cual todos los vinculados directa o indirectamente al conflicto deberán responder por sus actos. Eso nos incluye a nosotros. A la luz del derecho de los Derechos Humanos, el Derecho Internacional Humanitario y el Estatuto de Roma. Nos hemos acogido a los principios y estatutos de Naciones Unidas, a los tratados y convenciones internacionales sobre derechos humanos. No hemos evadido nada.
Es por eso que después de todas las tragedias sangrientas ocurridas en Colombia, tras sufrir en carne propia la muerte de propios y extraños, sentimos el derecho de pedir en nombre de la civilización, en nombre de las incontables víctimas, ¡ya no más muerte y horror para la patria! ¡No más guerra, en nombre de nuestros hijos y de los hijos de todos! ¡Ya nunca más violencia y miedo en nuestra tierra, doctor Uribe Vélez! Por caridad, ¡no más viudas y huérfanos adoloridos!
A todos aquellos que por diversas razones se sienten dejados a un lado por los diálogos de La Habana, a usted mismo, doctor Uribe, los invitamos del modo más comedido a deponer prevenciones. No es justo concluir con tanto desparpajo que los acuerdos alcanzados sin su presencia constituyen una traición a la patria, ni cabe continuar alimentando en la mente de parte importante de la población colombiana el rencor y los ánimos de venganza.
Los ocho años de su gobierno, doctor Uribe Vélez, hubieran podido ser de paz, pero se fueron en la más intensa confrontación de la historia nacional. Cuánta muerte, desolación y miserias ocurrieron por cuenta de ella. No debe olvidarse que pese a eso no se nos pudo vencer. Y si no se nos derrotó en la guerra que enlutó a Colombia, emerge entonces la opción de la paz, que no es otra cosa que la derrota de la injusticia, la desigualdad y la violencia política.
La paz no apunta contra nadie, contra ningún partido o movimiento político, contra ningún trabajador colombiano, sea este de derecha o izquierda. Que arroje la primera piedra aquel que habiendo tenido responsabilidades de Estado en el pasado, pueda clamar que no tiene nada que ver con lo sucedido, o que las cosas ocurrieron sin que él se percatara. Presidente Uribe, estamos dispuestos a conversar tranquilamente con Usted sobre el futuro de nuestra nación.
En La Habana, o en lugar de Colombia que usted prefiera, contando desde luego con las garantías de seguridad suficientes para nuestro traslado y estadía en suelo patrio. Discutamos sobre su llamado a la resistencia nacional contra la paz, producido sin haber escuchado a quienes tanto combatió por tierra, mar y aire sin vencerlos. Nosotros provenimos de la resistencia a la violencia, a la injusticia y la impunidad. Precisemos entonces el significado del término.
Cuánta sangre, cuántas lágrimas, cuánta desolación le han dejado a nuestro país llamados semejantes a los que Usted viene haciendo. Es cierto que siempre se sabe cómo comienzan las cosas, pero nadie es suficientemente sabio para saber cómo van a terminar. Es fácil azuzar la violencia desde cómodas habitaciones en los barrios altos de la ciudad, cuando los muertos caen en los campos y son hijos ajenos de gentes anónimas.
La resistencia iniciada por Manuel Marulanda Vélez, Jacobo Arenas y cuarenta y ocho campesinos en Marquetalia comienza a quedar atrás por quienes aceptamos convertirnos en constructores de paz y reconciliación. Lo acordado hasta hoy en La Habana, más lo que se irá anunciado en plazos próximos, conseguirá por fin hacer sonreír a Colombia, sin olvidar su pasado y sus víctimas. La calidad de acuerdo especial configura ni más ni menos que el cimiento del Nunca Más.
Lo queremos a Usted sentado a la Mesa de la Reconstrucción y Reconciliación Nacional. No a la mesa del capricho personal o las exigencias carentes de generosidad. Continuemos la marcha a partir de lo alcanzado que ya aplauden las naciones de todos los continentes, que responde al derecho de gentes, a tratados internacionales que hacen parte del bloque de constitucionalidad de la República, que aplauden mandatarios de todo el mundo y hasta el Papa Francisco.
Proponemos al país entero un acuerdo político para reordenar entre todos la nación colombiana. Nadie quedaría por fuera, queremos que Usted sea partícipe de él, doctor Uribe, conversemos. Fue Usted un formidable adversario que nunca nos dio cuartel, pero como ve, seguimos aquí, en la brega, trabajando incansables por la nueva Colombia. Venga esa mano, le extendemos la nuestra con un ramo de olivo. La paz sí que merece dejar atrás orgullos. Resuélvase.
Timoleón Jiménez
Comandante del Estado Mayor Central de las FARC-EP