También conocimos por los medios un comunicado que lleva la firma del Doctor Álvaro Uribe Vélez, y que bajo su encabezado trae como referencia un texto que dice, Carta del médico Rodrigo Londoño (Timoleón Jiménez), cabecilla de las FARC. Pese a que el Presidente Uribe debe saber bien que aquello de médico, referido a mí, no es más que otra tanta de las invenciones del servicio de inteligencia militar, interpreto que intenta responderme, con su ya conocido estilo personal.
Le gente dice dirigirse a Pedro para hablarle a Juan, así que sin falsos orgullos reconozco que el Presidente Uribe se dirige a mí y debo abonarle que por primera vez no leo en sus palabras ningún adjetivo insultante de carácter personal. Algo avanzamos, sin duda. Entiendo que a manera de respuesta, el Doctor Álvaro Uribe compendia el conjunto de sus más reiteradas manifestaciones de inconformidad con el proceso de La Habana, por conocidas no menos interesantes.
Pero igualmente incisivas y sesgadas. No basta, aunque contradigamos un viejo refrán de oscuros orígenes, repetir cien veces algo que no es cierto para convertirlo en verdad. De ello una inmensa mayoría de colombianos se convence cada día más. La exigencia de una previa concentración supervisada, muy probablemente hubiera hecho imposible lo que hoy avanza de manera inexorable. Nunca fuimos una fuerza derrotada, Usted mejor que nadie lo sabe.
Si algo hemos aprendido durante todos estos años de conversaciones con el gobierno nacional, y de interlocución con centenares de personalidades y gentes sencillas de todo el mundo, es que cuando se va a dialogar para consensuar una salida civilizada, resulta imposible imponer las propias aspiraciones. No se trata de renunciar a ideas y principios, pero sí de apelar a la sabiduría de hacer mutuas concesiones en aras de alcanzar el objetivo más valioso, la paz.
La guerra carecería de sentido si su objetivo no fuera la derrota final del adversario, imponerle por la fuerza de las armas la propia voluntad. Eso nos ha llevado a 52 años continuos de cruenta confrontación que nos resultaron insuficientes para vencer al Estado colombiano. Tampoco el Estado pudo reducirnos, pese al apoyo financiero y militar de los Estados Unidos y a la más cerrera voluntad de victoria exhibida por sucesivos gobiernos, particularmente el suyo.
Entonces la vía de las conversaciones para acordar una paz sin vencedores ni vencidos, ya no puede ser la del todo o nada. Hay que escuchar las razones de la contraparte, hacer gala del talento suficiente para comprender que así no se comparta lo expuesto por el interlocutor, es necesario encontrar puntos de acuerdo con él. Lo contrario significa la guerra, y el reconocimiento de su crueldad e inutilidad es lo que nos ha conducido a buscar la paz mediante el diálogo.
Nosotros fuimos constreñidos a aceptar que las conversaciones se produjeran sin cese de fuegos, so pena de que no hubiera mesa de diálogos. Y sabíamos bien que el objetivo del Estado era obligarnos con bombas y metralla a aceptar un sometimiento. La desventaja era doble para nosotros, poníamos los muertos, cualquier acción militar nos sería restregada en la cara, mientras que las autoridades y la gran prensa se regodearían con cada matanza de guerrilleros.
Aún así, fuimos a la Mesa, porque sabíamos que en Colombia habitaba ya el rechazo masivo a la guerra, porque comprendíamos que para el pueblo colombiano no había un bien más supremo que la paz. Usted sabe bien que de entrada el gobierno arrojó el cadáver del Camarada Alfonso Cano a nuestros pies. Ojalá algún día Usted comprendiera la fuerza moral que implica seguir conversando cuando a uno le hacen eso, cuando lo provocan de modo tan bajo.
¿Había una forma más seria de generar credibilidad y confianza en nuestra vocación por la paz? Estamos más que seguros de que así lo entendió la mayoría de la gente en nuestro país y el exterior. Usted, Doctor Uribe, se enfureció muchas veces tras visitar las instalaciones sanitarias de la fuerza pública en medio de la confrontación, lo aterraba el número de bajas del Ejército. Vaya hoy, y repita que las FARC seguimos mintiéndole al país con nuestro cese el fuego unilateral.
Doctor Uribe, para que la ciudadanía en Colombia pueda inferir que las FARC somos ajenas a cualquier delito cometido, necesitamos también de su sensatez, que Usted y los de su movimiento político acepten con cordura realidades incontrastables. Una década atrás, cuando se acercaba el fin de su primer período en la Presidencia, las condiciones de criminalidad, terror paramilitar, falsos positivos y demás eran exponencialmente superiores a lo que vive hoy el país.
Vale la pena empezar por revisar el vocabulario y hacerlo acorde con las cifras reales al respecto. En mi modesto parecer, los colombianos están cansados de sus palabras tan subidas de peso y tono, pánico ciudadano, control territorial terrorista, incremento de la criminalidad, capacidad criminal, tiranía, chantaje, impunidad. No quisiera parecer grosero, cuando pretendo llamarlo al diálogo, pero si nos vamos a eso, qué tal Colombia diez años atrás.
Doctor Uribe, el acuerdo de Jurisdicción Especial para la Paz ha sido aplaudido hasta por la Corte Penal Internacional. Es cierto que resulta imposible dejar satisfecho absolutamente a todo el mundo, pero cuando el gobierno de los Estados Unidos, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, el gobierno suizo e incontables estudiosos se pronuncian satisfactoriamente al respecto, no crea Usted que la astucia de las FARC es capaz de engañar a tanto iluso.
Concita permanentemente Usted la inconformidad de las Fuerzas Armadas, echando mano a argumentos que si los examinamos con detenimiento no resisten el mayor análisis. Yo sé que lo que voy a decirle puede parecerle una herejía, pero todo el mundo civilizado reconoce hoy que los encargados de hacer cumplir la Constitución y las leyes, los derechos consagrados por estas, son quienes mayor responsabilidad tienen cuando pasan sobre su deber para violarlas.
En eso consiste un Estado de derecho, entiendo. La legitimidad de cualquier Estado o gobierno deriva del respeto a la legalidad por parte de sus autoridades. Cuando la sal se corrompe no hay nada que hacer. Indudablemente, un importante sector de los mandos militares y policiales se hallan comprometidos en graves violaciones a la ley. Pues bien, la Jurisdicción Especial para la Paz les reserva un trato indulgente a cambio de la verdad sobre lo ocurrido.
¿Por qué razón hay que temerle tanto a la verdad, doctor Uribe? Nosotros vamos a poner la cara y a responder. Y sabemos que si faltamos a la verdad nos esperan hasta 20 años en prisión. Un criterio equivalente se aplicará para las fuerzas armadas oficiales, con quienes incluso se podría ser más estricto por su posición legal. Irlanda del Norte, Suráfrica y otros procesos de reconciliación nos enseñan que la paz es un bien superior por el que valen todos los sacrificios.
Los muertos y los atropellos nos duelen a todos. Nos anima el propósito de ponerles definitivamente fin en nuestra patria. Pero seamos objetivos, no busquemos tan solo la paja en el ojo ajeno. Por eso le insistimos, Presidente. No pensemos sólo en la empresa privada, el interés público cuenta más, sin arrollarla por ello. Con la paz ganamos todos, con ella no habrá perdedores. Ave María, doctor Uribe, conversemos, Usted tiene un puesto en el nuevo país.