Respetamos las decisiones de las FARC-EP en el acuerdo del 23 de junio y les deseamos lo mejor. La decisión de cese al fuego bilateral, es un notable aporte a la solución política del conflicto, que marca un reto para los firmantes: el de demostrar la voluntad de cambio consignada en los acuerdos. La guerrilla firmante, en más de 4 años de negociaciones ha demostrado un compromiso práctico, con el diálogo y la reconciliación; mientras el régimen no alcanza a demostrar con hechos una voluntad de privilegiar las soluciones políticas. Además, queda planteada una gran dificultad para su implementación, dado que continúa la confrontación en buena parte del país, con las otras guerrillas.
La distancia existente entre los acuerdos firmados y lo que sucede a diario en la realidad colombiana, indica la complejidad de la situación y las resistencias del régimen y la clase gobernante, para facilitar los cambios mínimos, que hagan posible avanzar hacia la paz. Un ejemplo concreto han sido los incumplimientos recurrentes a los acuerdos firmados con el movimiento social.
Son resaltantes las fracturas de las minorías dominantes, pues mientras una parte quiere una cosa, la otra la rechaza. Esta es una de las posible causas para que, sólo una parte de los acuerdos lleguen a convertirse en realidad, mientras la otra corre el riesgo de ir a parar “al congelador” del gobierno; para que esto no suceda y podamos lograr una paz justa y duradera, es vital la calidad y fortaleza de la participación de la sociedad, esencia de la democratización que requiere Colombia.
La táctica de “firmar y congelar” la ha aplicado el gobierno a las dos mesas de negociaciones, a la de La Habana y a la nuestra.
La táctica del gobierno ha sido dividir la negociación con las insurgencias, para evitar una negociación conjunta. Al negociar por aparte con cada guerrilla, primero avanza con una y dilata el proceso con la otra. Su propósito es dividir y a la vez aislar y presionar al ELN, con lo que se va pactando en La Habana.
En los contactos previos al establecimiento de la fase exploratoria con el ELN, el gobierno dejó de concurrir a las citas por tiempos largos en dos ocasiones, primero durante 7 meses y después por 8. ¿Cómo explicar esto? La demora del proceso con el ELN, el desfase de tiempo entre los dos procesos, ha sido un manejo del gobierno. No nuestro.
A raíz del actual congelamiento, impuesto por el gobierno a la instalación de la mesa pública con el ELN, ha habido múltiples pronunciamientos desde diferentes sectores, exigiendo la continuidad de estos diálogos; entre ellos están los del Foro Internacional de Víctimas, y el de numerosas personalidades, partidos y fundaciones; a todos ellos los valoramos, oímos y queremos responder. En particular, acá queremos referirnos a la carta de la Campaña por una Paz completa.
El 30 de marzo firmamos y dimos a conocer los acuerdos logrados para iniciar un proceso formal y público de diálogo y negociación en la búsqueda del fin del conflicto. Suscritos estos compromisos y habiendo pactadas unas reglas del juego, desde el gobierno colocan condicionamientos, que no están dentro de lo pactado, en más de dos años de conversaciones confidenciales y exploratorias. Ello mina la confianza y la credibilidad y el proceso mismo, al habilitar así a las Partes, para que en cualquier momento, una u otra desconozcan lo que se firma.
El enfrentamiento armado de más de 50 años, ha estado acompañado de distintos dolores. De nuestra parte hemos manifestado nuestra disposición a hablar de todos y buscarles solución a todos. Eso está contemplado y acordado en la Agenda pactada. Hay diversos males que afectan a grandes sectores poblacionales, en los cuales han tenido responsabilidad los sucesivos gobiernos; no obstante, no hemos colocado su solución o compromisos previos, como condición para iniciar el proceso, en tanto que sus salidas hacen parte del mismo y han sido incorporados a una Agenda consensuada entre las dos Partes.
Lo justo es abordar los distintos dolores como está acordado. Busquemos soluciones y avances a los mismos desde un comienzo. En la medida que vamos desarrollando la Agenda en el orden establecido, podemos paralelamente abordar y buscarle caminos y soluciones a los distintos aspectos humanitarios, incluyendo lógicamente las retenciones y las otras afectaciones que sigue generando la guerra.
Si ya se firmó un acuerdo de cese bilateral del fuego del gobierno con las FARC-EP, lo más sensato sería que se extendiera también con el ELN. Aliviaríamos así con más prontitud los distintos dolores, crearíamos un clima más favorable y un ambiente de mayor simpatía a las búsquedas de la solución política. En nuestro caso es sincera esta disposición. Hay que recordar que desde años atrás, hemos planteado diversos pactos de Humanización de la guerra.
Nuestra delegación de diálogo está lista, con la disposición de acudir de manera inmediata a la instalación de la mesa pública en Quito, respetando los acuerdos suscritos y conocidos desde fines de marzo. Para que el gobierno se coloque en la misma disposición y mantenga la palabra sobre lo acordado, se necesita más presión de la sociedad en su conjunto, más objetividad, más fuerza de quienes están por solución política, más comprensión y mayor equilibrio de los medios de comunicación.
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