Dice un pensador, que “si los que hacen la guerra fueran los que la padecen, las cosas serían diferentes”.
Por ello cuando el helicóptero MI-17 de fabricación rusa, despegó de la Base militar de Tolemaida a combatir con las guerrillas del Ejército de Liberación Nacional en el Chocó, iba cargado de 'carne de cañón', porque los poderosos que conducen las operaciones contra guerrilleras, lo hacen desde sus confortables oficinas y no desde las áreas de operaciones.
A quienes mandan a morirse a la zonas guerrilleras, les dan el calificativo de “héroes”, para darles estímulo, al tiempo que los usan para morir en la guerra, quedar heridos o mutilados.
Con ese sacrificio se protegen los planificadores de la guerra, los grandes capitalistas nacionales y extranjeros, en cambio a los sacrificados peleando contra sus propios hermanos, sólo les espera un sueldo miserable, un ascenso o una tumba.
Los que se oponen al cese bilateral no les interesa ahorrar vidas humanas de sus propios combatientes, mucho menos de sus adversarios; lo entienden como acciones de imposición, sometimiento y control de la insurgencia; para ellos todo es un frío cálculo dentro de la estrategia global y la parte humanista, altruista no existe dentro de dichos cálculos, debido a que el sacrificio es para los de los de abajo y no para los poderosos que fabrican la guerra.
Los 17 militares que murieron el 27 de junio pasado, al estrellarse el helicóptero MI-17 contra los empinados picachos de la cordillera Central, en el departamento de Caldas, a lo mejor murieron convencidos que morían por la patria; pero todos los integrantes de las Fuerzas Armadas y cada colombiano debemos interrogarnos... ¿por cuál patria?
La patria que desde hace mas de 5 siglos comenzó a ser saqueada, en un despojo perpetuo que se acrecienta día a día.
Una patria fracturada por poderes mezquinos, que la entienden como su propiedad particular; con lo que borran la dignidad, de todos los que la habitamos y la consideramos un Bien Común.
Una patria donde nuestros antepasados, sus verdaderos dueños originarios, fueron marginados, discriminados y segregados; pero que siguen su heroica lucha por el reconocimiento de sus derechos.
Una patria que ya está hipotecada a los grandes capitales y ni siquiera nos pertenece a los verdaderos dueños, los casi 50 millones de colombianos.
Estos interrogantes más temprano que tarde deberán despejarse, para que se acabe así la 'carne de cañón', que aportan valiosos colombianos; entrega hecha sin maldad alguna, sino que por diversas circunstancias, usan sus armas contra sus propios hermanos, para defender a los verdaderos enemigos de Colombia: que son ese puñado de grandes capitalistas que dominan a las mayorías, contando con el respaldo imperialista.
Me despido hasta una próxima oportunidad, que tenga para dirigirme a Ustedes.
Cordialmente,
Nicolás Rodríguez Bautista
Primer comandante del ELN