Vámonos, ardiente profeta de la aurora a construir el mundo nuevo que soñaste, esparciendo humanidad entre los pobres de la tierra y sembrando en el corazón de todos, la solidaridad, la paz y el respeto entre los pueblos.
Ha partido uno de los líderes más amados y emblemáticos del mundo, protagonista principal del siglo XX, estratega con miras más allá de su época, apuntando siempre hacia el futuro.
Ha iniciado el comandante Fidel Castro su marcha hacia la eternidad y no nos causa congoja ni luto, porque de ejemplo y acciones de amor por un mundo mejor, nos deja repleta el alma.
Como bien lo expresaran los poetas, es cediendo la palabra al mar y escuchando el testimonio de la manigua que se puede conocer la dimensión del ser, del que saben los árboles su edad y repiten con las olas su nombre para cantar con el viento su historia, que es el pálpito de la sal, el vuelo de las gaviotas, las horas del malecón, la palma real, la caña de ámbar, el arco iris del tocororo, la albiazul bandera del rubí en el cielo y la memoria que bulle en la sangre heroica de un pueblo entero, cuando canta la bayamesa.
Entre tantas y tantas otras cosas que expresan su sublime talla de revolucionario verdadero, aprendimos de él que todo enemigo se puede vencer; que ningún arma, ninguna fuerza es capaz de rendir a un pueblo que se decide a luchar por sus derechos; que quien no sea capaz de luchar por otros, no será nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo; que las ideas no necesitan ni de las armas, en la medida en que sean capaces de conquistar a las grandes masas; que cuando un pueblo enérgico llora, la injusticia tiembla; que no hay independencia ni hay revolución sin el socialismo y sin la solidaridad internacional; y que ser internacionalista es saldar nuestra propia deuda con la humanidad...
Sin átomo alguno de arrepentimiento retó las condenas de los opresores dándole la cara al juicio de la historia, convencido de su absolución, porque sabía de la justeza inobjetable de su lucha por un país libre, del que tenía certeza que primero se hundiría en el mar, antes que consentir en ser esclavo de nadie.
En él, Bolívar; en él, Martí; en él, los pueblos en lucha, hasta la victoria. Por ello la América Nuestra, la América mestiza, la mulata América, la América hispana, la América Africana, guardará por los siglos de los siglos, en él ánfora de su pecho, su ejemplo inmarcesible, su gloria inenarrable y el amor infinito por el Fidel verdadero, por el de la barba enhiesta, por el de la dulce caña, por el hombre sincero y eterno guerrillero.
Con el verbo verde olivo desde el alma, cada combatiente de las FARC, en nombre de la Colombia humilde, que también por él podrá, por fin sentir la caricia de La Paz, decimos hasta siempre a Fidel; Honor y gratitud infinita al ser humano y al camarada; honor y gratitud infinita al comandante, a su rifle, a su luz, y al brillo fulgurante de su alta estrella.