Promotores del PREMIO NACIONAL DE PAZ, Compatriotas:
Desde La Habana, Cuba, hemos venido con la esperanza de sembrar junto a ustedes la paz para Colombia, y a entregarles el sueño de la reconciliación.
Trabajamos día y noche sin cesar para traerles las tablas sagradas de un tratado de paz con justicia social para el futuro; para las nuevas generaciones.
Es nuestro deseo, poniendo fin a la guerra, contribuir con toda nuestra fuerza de voluntad y convencimiento, alcanzar la mayor suma de felicidad posible para un pueblo que ha padecido la pobreza, la miseria, la desigualdad y la exclusión, anhelando y ayudando a concretar vida digna para todos, no violencia, y no repetición; nada más.
Si la riqueza natural y espiritual de Colombia se administra mejor, sin egoísmos ni avaricia, tendremos patria para todos. Pero hay que dejar la mezquindad y la indiferencia para pensar en el prójimo, en el ser humano al que se le escapa la vida en los cinturones de miseria de las grandes ciudades y en los surcos de sudor y de tristeza de una tierra buena que puede producir alimento para toda su descendencia.
El Acuerdo Final de paz es apenas una puerta de entrada hacia el cambio que claman las mayorías, y para colmar de legitimidad este propósito, las partes convocan a las fuerzas vivas del país, ya surtida la refrendación, a concertar un Gran Acuerdo Político Nacional encaminado a definir las reformas y ajustes institucionales necesarios para atender los retos que la paz demande, poniendo en marcha un nuevo marco de convivencia política y social, que contribuya a proyectarla más allá de los siglos, de manera estable y duradera.
La paz es un derecho síntesis, sin el cual no es posible la concreción de ningún otro derecho. Para decirlo en palabras más sencillas, es el más elevado de todos los derechos, el Pico Bolívar de nuestra Sierra Nevada, sin el cual otros derechos como el de la vida, la alimentación, la vivienda, la educación, el territorio…, no tendrían piso suficiente de sustentación.
La Constitución colombiana establece que la paz es un derecho y un deber de obligatorio cumplimiento. Se sabe, además, que la paz es un derecho contra-mayoritario. No se consulta. Por eso todas las turbulencias que han tenido que atravesar innecesariamente, tanto el proceso de paz como el Acuerdo Final, son el resultado de ligerezas políticas, hábilmente aprovechadas por los enemigos de la reconciliación que no quieren que se destape la verdad, ni que se conozcan las causas y los responsables del conflicto.
Sin ningún ánimo de avivar el torbellino de la polémica, querámoslo o no, por el hecho de estar enmarcado en el espíritu y la letra del Derecho Internacional Humanitario, nuestro reciente Tratado de Paz, rubricado por los plenipotenciarios de las partes el 26 de noviembre pasado, constituye un Acuerdo Especial con todo lo que ello implica en lo interno y frente a la comunidad de naciones. No se firman protocolos internacionales para desconocerlos.
Para sacar adelante la paz ya refrendada, no podemos avanzar con pasos vacilantes. Las ramas del poder del Estado deben marchar en perfecta sincronía con la eficiencia y prontitud que el proceso histórico demanda.
En La Habana, tanto la Delegación del gobierno como la de las FARC, nos la jugamos toda para dejar atrás el pasado de guerra y de violencia política, adoptando una hoja de ruta, que si se cumple, puede conducirnos hacia una nueva era de tranquilidad en la que las armas serán reemplazadas por la argumentación política y la disputa de visiones de país, con plenas garantías para todos y todas. Podemos decir, entonces, que le hemos cumplido a Colombia. ¡Y cómo nos motivaron las multitudinarias manifestaciones de la gente por la paz y la implementación de los acuerdos en las plazas públicas!
Ahora, el Acuerdo Final acaba de ser refrendado mayoritariamente por el Congreso de la República, y se está a la expectativa de la implementación de manera pronta y efectiva, porque no puede Colombia seguir proyectando ante el mundo, la sorprendente imagen de un país enredado en su propia telaraña jurídica, que no la deja alcanzar el propósito superior de la paz. Nada más humanitario que acabar una guerra y hacerlo aplicando sentido común y humanidad, en favorecimiento de la concordia.
Hace 2 horas terminamos una reunión con el Gobierno Nacional y el Mecanismo de Monitoreo y Verificación. Tras el intercambio franco de opiniones se reafirma que el día “D” inicia hoy, lo cual implica que se debe otorgar plena seguridad jurídica para la implementación de lo acordado; proveer todas las condiciones necesarias para el traslado de unidades guerrilleras a las ZVTN y PTN con condiciones dignas. Por otra parte, procederán los indultos y excarcelaciones de guerrilleros y colaboradores, así como el trámite inmediato de la Ley de Amnistía.
Ya culminando esta intervención no podemos evitar que nuestros pensamientos nuevamente se dirijan agradecidos hacia los gobiernos de Cuba, Noruega, Venezuela y Chile, que con su solidaridad y comprensión, y con el respaldo de sus respectivos pueblos, nos enrutaron por el camino de la no violencia. Para ellos, todo nuestro afecto.
Después de tantas vicisitudes y de tan amargos contratiempos, sentimos que todos somos activadores de la esperanza. Nadie podrá detener la marcha de Colombia hacia el futuro bajo la bandera de la paz. Nadie podrá dudar del triunfo de la reconciliación si actuamos con sensatez.