Muy buenas tardes a todas y a todos los presentes en esta sentida ceremonia. Les agradezco que hayan reservado este sábado para recibirnos y escucharnos. En especial a los familiares de las víctimas.
Un saludo respetuoso también al doctor Sergio Jaramillo, Alto Comisionado para la Paz; a Dilian Francisca Toro, gobernadora del Valle del Cauca; al Alcalde de Cali, Maurice Armitage; a Alan Jara, director de la Unidad de Víctimas; Henry Acosta Patiño, facilitador de paz; a los copresidentes de las comisiones de paz del Senado y la Cámara, Ángela María Robledo, Iván Cepeda, Roy Barreras y Alirio Uribe; al Arzobispo de Cali, Monseñor Darío de Jesús Monsalve y a las demás autoridades de diferentes confesiones religiosas aquí presentes; a Francisco Moreno Ocampo, director de la Fundación El Arte de Vivir; y a las demás autoridades, representantes de organizaciones y personas aquí presentes.
Un saludo también muy especial a los representantes de Cuba y Noruega, países garantes de este proceso.
En nombre de las FARC-EP, y de su Delegación de Paz, queremos expresar nuestro más sincero y público reconocimiento de responsabilidad y pedir perdón a las víctimas y familiares de los 11 diputados del Valle del Cauca, los cuales se encontraban retenidos y bajo responsabilidad de nuestra organización.
En esa vía quisiéramos agradecer su disposición para iniciar este camino de acercamiento, de perdón y reconciliación. Asumimos sus expectativas como una ruta necesaria para llevar adelante nuestra solicitud pública de Perdón ante la sociedad colombiana. Sin ningún tipo de justificación y sin exigir nada a cambio.
Por ello, frente a todos ustedes, pedimos perdón a las familias, víctimas y a la sociedad vallecaucana perdón, por un hecho que no nos enorgullece y que va en contravía de nuestros principios e ideales. Estos lamentables hechos contribuyeron a profundizar nuestra reflexión sobre la necesidad de acabar con más de 50 años de conflicto armado.
Sea esta la ocasión para rendir un tributo que honre la verdad y la dignidad de las víctimas, pero que también nos ayude a superar el odio y la venganza como forma de solución a nuestros conflictos.
Antes de llegar a este acto, hemos tenido la oportunidad de sostener varios encuentros con las víctimas y familiares de los Diputados del Valle del Cauca, y sin duda, estos encuentros nos han permitido conocer y acercarnos más a su dolor, recibir sus peticiones de reparación, y a la vez hacerles llegar nuestro reconocimiento de responsabilidades para solicitar expresamente, sin ambigüedades, su perdón por nuestra actuación.
El pasado 24 de noviembre, en Bogotá, después de largos cuatro años de conversaciones, las partes hemos firmado un Acuerdo Final y Definitivo de Paz.
Pueden tener la certeza que realizamos un esfuerzo riguroso por incluir dos visiones de país, que sin duda nos conducirán a la solución de problemas históricos que han impedido nuestra consolidación como una Nación solidaria, moderna y soberana.
El espíritu del Acuerdo apunta a que no se vuelvan a repetir hechos como los del día 18 de junio del año 2007, que dieron como resultado la trágica muerte de los 11 diputados del Valle del Cauca.
No está en nuestro horizonte moral y ético eludir nuestra responsabilidad frente a lo acontecido. Independientemente de cualquier circunstancia, ellos se encontraban en nuestro poder y era nuestro deber preservar su vida e integridad física, de acuerdo con las normas y estatutos de nuestra organización y del Derecho Internacional Humanitario.
Esta acción en su origen, nunca tuvo como objetivo a las personas, sino a la institucionalidad, la Asamblea del Valle.
A Héctor Arismendi, Ramiro Echeverry, Francisco Giraldo, Carlos Charry, Nacianceno Orozco, Edison Pérez, Juan Carlos Narváez, Alberto Quintero, Jairo Javier Hoyos, Carlos Barragán y Rufino Varela, víctimas de la Guerra, nuestro más sentido reconocimiento. A sus familiares, consagramos lo pactado, como un legado a su memoria.
De igual forma pedimos perdón a los familiares de Carlos Alberto Cendales, policía que cumplía su deber el día de la acción. Ofrecemos nuestra más sincera condolencia, especialmente a su madre doña Jahel Zúñiga, quien hoy descansa en paz. Carlos era un hijo del pueblo, un hombre de familia, un compatriota. Conocemos del profundo dolor que han vivido sus familiares y queremos hoy pedirles perdón por lo ocurrido.
Su hermana Luz Marina ha sido una luchadora ejemplar por la memoria de Carlos y merece nuestro reconocimiento sincero por ello.
En honor a la verdad quiero decirle también a la familia de Sigifredo López y a todos los colombianos, que ni él ni su familia jamás han tenido relación alguna con las FARC-EP, que Sigifredo jamás ha sido militante, simpatizante o colaborador nuestro y que lo ocurrido con los montajes judiciales en su contra, no son otra cosa que una revictimización absurda e indigna contra su persona.
Reconocemos que estos montajes por parte de la Fiscalía, así como la cantidad de injurias y calumnias que intentaron dañar su buen nombre y el de su familia, seguramente tuvieron origen en nuestra falta de claridad y oportunidad al momento de ocurrir y comunicar los hechos, por eso, hoy en nombre de las farc-ep quiero pedirles perdón, a él y a su familia, no solo por su injusta y prolongada retención, sino por la dificultad de no aclarar desde un principio lo ocurrido.
Esperamos que de esta manera terminen para siempre las injurias y calumnias a las que él y su familia han sido sometidos.
Nunca quisimos que sucediera lo ocurrido.
Contarlo hoy no reparará las pérdidas ni borrará el dolor causado a tantas familias, sobre todo a los jóvenes que crecieron sin sus seres queridos.
Por nuestra parte, la más honesta autocrítica, sin esperar nada a cambio e independientemente del reconocimiento que otros involucrados en el conflicto estén dispuestos a hacer sobre este caso y otros casos, y que en el futuro logren establecer la responsabilidad por la victimización y el daño causado a otros colombianos.
El perdón de ustedes es nuestro anhelo para avanzar en la paz y la reconciliación que merecemos todas y todos los colombianos. Ninguna de las víctimas merecía lo sucedido ni razón alguna puede justificarlo. Las sentimos a todas y a cada una en lo mas profundo de nuestra alma.
Agradecemos infinitamente por hacer posible este esfuerzo, al Arzobispo de Cali, monseñor Darío de Jesús Monsalve, al padre Francisco de Roux, a los gobiernos de Cuba y Noruega, y a Francisco Moreno Ocampo director de la Fundación El Arte de Vivir.
Finalmente, solo me resta decirles: que el país del futuro permita sanar estas heridas y construir una nación más justa para todas y todos los colombianos.