A todos mis hermanos habitantes de Mocoa, a través de esta distancia física, desde lo más profundo de mi corazón les expreso mi dolor y solidaridad. Qué más puedo decirles... que estoy con ustedes; causa, razón y orígenes de mi existencia y de mi lucha.
Nací, crecí y me eduqué junto con todos mis amigos, hermanos y compañeros de escuela y de colegio. Territorio que en sueños y despierto aún sigo recorriendo y añorando, de la mano con todos y con los más humildes, siempre mis más queridos compañeros.
Por sus calles aún en construcción, iba y volvía a casa de estudiar todos los días, mañana y tarde; hoy avenidas por mí no transitadas pero igual de queridas como ustedes. Casas aún de tabla, bahareque o tierra pisada recordaban la historia de un pueblo indígena, Los Mocoas, en resistencia enquistado entre esos tres ríos para protegerse. Hoy son barrios y casas de una ciudad en construcción, igual añorados y queridos por ustedes, pero por la tragedia destruidas, nos dejaron sin vivienda o refugio, otra angustia más para seguir luchando por una vida más digna.
Ese querido pueblo indígena, Los Mocoas, tres veces quemado por el imperio español, pero indomable y valiente que derrotó más de una vez a los conquistadores; hoy, la naturaleza lo coloca en duro trance que cuestiona el planeamiento urbano y el descuido de los gobernantes, más interesados en saquear las riquezas que en proteger a su población humilde y laboriosa.
No puedo expresar solo una solidaridad formal o disfrazada, pues me une la historia y la existencia con ese pueblo-ciudad, ahí quedó el testimonio del primer paro cívico del 20 de mayo de 1974 y el segundo de 1982, que me condujeron a lo que hoy soy, un rebelde enrolado en el ELN para intentar buscar soluciones de fondo al dolor que vive toda la población humilde de Colombia, porque hoy Mocoa es Colombia.
No es formal mi sentimiento ni mi dolor, pues pienso en las víctimas, los muertos, los heridos, los desparecidos, los huérfanos, porque son mis hermanos, los hijos de mis hermanos, donde estarán mis familiares; que al igual que todos los siento míos. Sus dolores, angustias e incertidumbres también son míos. Quisiera que el dolor no fuese tan intenso, pero es inevitable, vivo lo mismo que ustedes, hoy y siempre sentiré lo mismo.
Reciban, por lo menos, mi abrazo y mi amor infinito.