El choque entre el poder judicial y el legislativo, ocurrido en Venezuela el pasado 30 y 31 de marzo, abrió una fase de crisis política, intensificada con las manifestaciones callejeras de la semana anterior; donde mostraron músculo las fuerzas revolucionarias y sus opositores derechistas, quienes gobernaron a este hermano país, hasta hace 19 años.
No fue coincidencia que la maquinaria de guerra del régimen colombiano, también mostrara músculo desde finales de marzo, colocando escuadrones de tanques en varias zonas de la frontera colombo venezolana. Acaso, ¿esta movilización de carros de combate, hace parte de los planes de la OTAN?, no hay que olvidar que Juan Manuel Santos, acaba de afiliar a Colombia a esta alianza bélica, la primera promotora de guerras en el mundo.
No es la primera vez que la dupla de Santos y Uribe, en planes conjuntos con el gobierno de los Estados Unidos, realizan agresiones contra países vecinos. La de más fatídica recordación es el bombardeo contra territorio ecuatoriano, que realizaron el primero de marzo de 2008.
Tampoco es la primera vez que desde Washington, alientan a la derecha violenta venezolana para que derroque al gobierno revolucionario, que inició en 1998. Está escrito en la memoria colectiva de los pueblos del mundo, cómo los venezolanos y venezolanas restituyeron en el poder, a Hugo Chávez tras el golpe de Estado derechista, del 11 de abril de 2002.
Desde que el nuevo presidente de los EEUU, Donald Trump afirmó que "debemos volver a ganar guerras", se encuentra amenazado el futuro de los pueblos que se deciden a ganar su soberanía, autodeterminación y dignidad nacional; como es el caso de Venezuela, donde se halla la mayor reserva petrolera del mundo, que es 100 veces más grande que la existente en Colombia.
El anterior presidente de los EEUU, declaró a Venezuela como una "amenaza para la seguridad nacional" de la potencia norteamericana, que es la orden ejecutiva para mantener acciones de intervención en contra del gobierno revolucionario de Caracas; conducidas desde Miami por el Comando Sur de las Fuerzas militares estadounidenses.
La parte política de este plan de intervención, la ejecuta Washington desde la OEA y con declaraciones, como las de Juan Manuel Santos, quien acaba de afirmar que "la revolución bolivariana es un fracaso", y tiene el descaro de dar lecciones sobre cómo debe funcionar el gobierno venezolano. Estos son actos de hostilidad e injerencia en los asuntos internos de otro país.
Las anteriores expresiones contrastan con el crecimiento del movimiento Resiste, levantado en los EEUU contra las tropelías de Trump; y también contrasta con la realidad colombiana de ingobernabilidad, causada por las políticas anti sociales de Santos.
El jueves 20 de abril, los paramilitares en Colombia asesinaron a otra líder social en San Vicente (Antioquia), municipio situado en el vecindario donde vive el ex presidente Uribe. Al tiempo en Bogotá, la policía militarizada del Esmad atropelló con gases a una manifestación de discapacitados. Y en Washington, el gobierno lanzó un plan contra las pandillas centroamericanas que inundan a los EEUU.
Mientras estos hechos son invisibilizados, el mismo día las grandes empresas mediáticas enfocaron los reflectores sobre las manifestaciones de la capital venezolana; pero nadie dice que las pandillas caraqueñas las usa la extrema derecha y los EEUU, para causar muertos indiscriminadamente en tales marchas; tampoco muestran la represión policial en Bogotá, ni que cada dos días los paramilitares matan a un líder social en Colombia.
El conflicto político que atraviesa Venezuela merece respeto de los gobiernos vecinos, para que sean los venezolanos y venezolanas quienes decidan sus destinos de forma pacífica y sin la injerencia extranjera.
Los pueblos latinoamericanos debemos brindar la solidaridad efectiva y oportuna al pueblo venezolano, ante esta nueva arremetida imperialista y de los regímenes de derecha, que intentan derrocar a su gobierno legítimo.
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