Aguas Blancas: una experiencia insurgente

[Aparecido en el periódico El Sur, de Acapulco en cuatro entregas. (Nota de El Sur: "Texto enviado por el Comité Estatal Guerrero del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI). Se publica aquí porque contiene información de interés periodístico sobre la presentación del EPR en el acto del primer aniversario de la masacre de Aguas Blancas, el 28 de junio de 1996.")]



AGUAS BLANCAS: UNA EXPERIENCIA INSURGENTE

Nuestro movimiento no nace en 1996. La construcción de un ejército popular venía siendo un esfuerzo de varias generaciones, aquí vamos a hablar del caso concreto de la presentación pública en Aguas Blancas.

En la mañana del 28 de junio de 1995, campesinos de la Organización Campesina de la Sierra del Sur (OCSS) fueron masacrados por los cuerpos policiacos del gobierno del estado. El resultado, 17 campesinos muertos y un sinnúmero de heridos. Esta barbarie provoca una gran ola de indignación de la opinión pública nacional e internacional. Fue evidente el engaño criminal que el gobierno de Rubén Figueroa Alcocer quiso hacer del contexto de los hechos. Ante este crimen de lesa humanidad muchos sectores sociales exigieron la salida del gobernador y el castigo a los responsables intelectuales y materiales. La indignación que sentimos provocó que nuestro ejército tomara una decisión de respuesta a los actos criminales del Estado.

A fines de mayo de 1996, la Comandancia de Guerrero y la Comandancia General del entonces EPR (al que pertenecimos) nos ordena preparar las condiciones para la presentación en público de nuestro ejército. A nosotros nos tomó por sorpresa porque había otros planes a largo plazo en los que estábamos trabajando, y faltaban cuando menos seis meses para dar los resultados propuestos. Y aún cuando no estaba previsto en el plan estratégico, esta fecha era la mejor manera de rendir homenaje a nuestros compañeros masacrados. Les decimos compañeros porque eran luchadores sociales no porque orgánicamente estuvieran dentro de nuestra organización. Por lo tanto empezamos a trabajar para presentarnos en el primer aniversario de la matanza del 28 de junio del año 1995 en el vado de Aguas Blancas. He aquí la historia.

Los preparativos

Éstos empezaron contrarreloj porque no quedaba mucho tiempo, cuando más un mes. En estos preparativos correspondió a la columna uno de la Costa Grande la mayor de las actividades. Claro que también participaron la columna dos y la columna tres de la Costa Grande, asimismo la columna uno de la Costa Chica, la uno de La Montaña y la uno de Tierra Caliente. La columna uno de la Costa Grande se hizo pedazos para cumplir su tarea. Desde trazar las rutas de llegada y la retirada al vado, las posiciones de las unidades antiaéreas y los puntos para las unidades de emboscada, los campamentos estratégicos y tácticos, el abastecimiento de víveres para una brigada. Pero lo grueso del operativo previo a la presentación lo llevó el estado mayor de la Comandancia de Guerrero.

En la segunda mitad de junio, los preparativos se aceleraron, para que estuviéramos en condiciones y en aptitud de combate el día previsto. En estos días empezaron a llegar las unidades guerrilleras de diferentes regiones del estado de Guerrero y compañeros representantes de otros estados de la República, algunos de ellos se sorprendieron al ver que cocinábamos y vivíamos en al sierra y nos preguntan con incredulidad ¿a poco ustedes viven y comen aquí? Los compañeros anfitriones contestan sí, aquí vivimos y aquí haremos la guerra. Algunas unidades llegaron muy desgastadas tras varios días de marcha. Sobre todo por el desplazamiento de noche (para que no fuera detectado nuestro movimiento). Así, algunas unidades caminaron más de 10 noches, por esta marcha muchos combatientes llegaron lastimados de los pies, deshidratados, raspados y con poca comida. El tiempo apuraba y por este motivo muchos de ellos se quedaron en el campamento central para recobrarse de la deshidratación y de las ampollas por las botas (porque algunos no estaban acostumbrados a usarlas).

Al mismo tiempo nos dimos a la tarea de concentrar la logística en la zona, desde los víveres, las municiones, armamento que faltaba, radios de comunicación, mochilas, uniformes y todo el equipo militar que hacía falta. Con la participación de la milicia local medimos los tiempos de la marcha para el acercamiento y la retirada del lugar, trazamos rutas más cortas y rápidas.

El 25 de junio, reunidos en el campamento central llevamos a cabo maniobras militares y simulacros de la toma del vado de Aguas Blancas, desde cómo llegar al punto que es el vado y las unidades antiaéreas que tomarían las elevaciones. De manera que no quedara duda de la misión de cada unidad. Para tal fin, formamos cuatro destacamentos, tres destacamentos destinados al evento y el cuarto quedaba de reserva y resguardo del campamento central. Muchos milicianos de la zona se quedaron en el campamento porque no alcanzaron las armas y otros regresaron a sus comunidades. Habilitadas las unidades de combate y distribuidos el armamento y las municiones terminamos los preparativos.

Nos quedaban tres días para el día D, a las 6 de la tarde del día 26, se hace la formación de la brigada para informar de las novedades de la zona y se da la orden de iniciar la marcha, los destacamentos se desplazan en medio de la oscuridad (sin prender lámparas) y en el más absoluto silencio. La marcha para llegar al campamento operativo estaba programada para una noche. Más o menos unas 13 horas. Sin embargo por la cantidad de combatientes la marcha se tornó lenta. Pensamos llegar en una noche para descansar un día, finalmente nos hicimos dos noches. En la noche del 27 las unidades de emboscada se separan del grueso de la columna. La misión de las unidades de emboscada es proteger la llegada y retirada de la columna principal, estas unidades ya no se unirían a ella, sino que pasan a ser la vanguardia de la columna principal. Estas unidades iban pueblos adelante. Una unidad de éstas iba comandada por el compañero José que después cayó en la masacre de El Charco municipio de Ayutla de los Libres. Esa misma noche del 27, la columna principal avanza y llegamos a las 6 de la mañana del 28 de junio, no hubo descanso. Nos instalamos a un kilómetro del vado. Los árboles de la costa estaban pelones a pesar de que ya habían caído las primeras lluvias. Esa mañana del 28 las unidades antiaéreas se desplazan para tomar las elevaciones mas importantes. Cuando van avanzando los compañeros se encuentran con un campesino y sus chivos, al principio se espantó pero al final tomó confianza, le explican que son compañeros y que luchamos por el pueblo. Se preocupó y ofreció traernos comida. Descansamos unas cuatro horas para estar en condiciones de combate. En la madrugada se descargaron las baterías de los radios y aunque quedaban algunas baterías cargadas, éstas sólo iban a durar algunas horas.

En la mañana, mientras los combatientes descansaban y dormían, el estado mayor integrado por Pedro, Elías, Rogelio, Emilio y Fernando afinaba detalles girando instrucciones precisas a los mandos encargados de dirigir unidades. Sobre todo a quienes desempeñaran funciones especiales; tal es el caso de la unidad que iba a disparar las 17 salvas en honor a los caídos en la masacre (ese papel le tocó al capitán Rogelio, Benito Bahena capturado en Acapulco y actualmente desaparecido por inteligencia militar); o el de los compañeros que llevarían la bandera nacional y la corona con su respectiva guardia. Así entrarían los destacamentos, formados en dos columnas encabezados por los abanderados.

Por otro lado, un equipo de compañeras arregló una corona de flores y plantas para colocarla en el monumento a los caídos. La corona se veía bien por estar hecha de plantas del monte. Se dio la última revisión a los combatientes, su ánimo, sus armas, sus mochilas, botas y uniforme. Las unidades se forman en destacamentos, nuestro sistema de información nos mantenía al tanto de lo que estaba ocurriendo en el acto político, así como en las unidades antiaéreas y las de emboscada. En todos se recibe un sin novedad. De esta forma llega la hora de salir del monte, iniciamos nuestro acercamiento a las 3 de la tarde para llegar a las 4. Llegamos un cuarto de hora antes, para presentarnos por primera vez ante el pueblo después de la guerrilla del Comandante Lucio Cabañas Barrientos y de Genaro Vásquez Rojas.

El acto

Los manifestantes y dirigentes de organizaciones sociales, así como los dirigentes del Partido de la Revolución Democrática (PRD) presentes en el acto nunca imaginaron que pudiera presentarse una organización revolucionaria en dicho lugar. Por tal motivo comprendimos su actitud de deslindarse e incluso de duda sobre nuestra existencia.

El evento terminaba cuando salimos del monte. Cuando la gente nos vio fue presa del pánico y la desesperación. Despavoridos, corrieron rumbo a las barrancas, hacia el río y por la carretera con dirección a Coyuca de Benítez. Quizá pensaron que se trataba del ejército del mal gobierno que iba otra vez a agredirlos. Por eso corrían a protegerse.

Cabe reconocer que nosotros veníamos nerviosos, no por el posible enfrentamiento con el ejército sino con el público. Era la primera vez que salíamos ante mucha gente, delante de las cámaras y las grabadoras de los periodistas. Con el temor de quedar en ridículo si se nos trababa la lengua.

En esos momentos de confusión algunos combatientes le gritaron a la gente: no se espanten compañeros, somos el ejército del pueblo, entonces la gente se calmó y regresó poco a poco al acto.

La situación cambió en unos cuantos minutos, de este modo cuando llegamos frente a los manifestantes empezaron los aplausos y gritos de emoción.

La formación iba conforme al plan, una pareja de combatientes portando la bandera nacional y la de nuestro ejército. Otra pareja llevando la corona hecha de plantas y flores de esos campos. (Esas mismas flores y plantas que son testigos de este ejército de soñadores que se propuso vengar a los caídos, a los masacrados y trabajar por construir un futuro mejor para los de abajo.) Después de las banderas seguían las columnas de combatientes con las armas en posición de saludo al pueblo y a nuestros muertos, nuestra formación se veía impresionante (casi perfecta) como de un ejército profesional.

Hubo un momento de expectación, pedimos permiso para hablar en el micrófono, cosa que nos cedieron sin más. Arreciaron los aplausos, algunas personas empezaron a corear ¡duro, duro, duro! y demás consignas, como ¡viva la lucha armada!, ¡viva el ejército guerrillero! e incluso lanzando vivas al EZLN.

Tomó el micrófono el compañero Pedro, (que era el comisionado para hablar y además el responsable general de la operación) y dijo, palabras más palabras menos, “somos un ejército del pueblo, el Ejército Popular Revolucionario (EPR) y estamos aquí para recordar a nuestros compañeros caídos el 28 de junio en la masacre”… Después se leyó el comunicado (El Manifiesto de Aguas Blancas) en náhuatl y en español, la gente seguía aplaudiendo, algunas mujeres se desmayaron, la gente gritaba con profunda emoción, a muchos les rodaron las lágrimas, (tanto de nosotros como del público) muchos manifestantes se arremolinaron a nuestro rededor, algunos quizá para tratar de reconocer a algunos de los suyos o simplemente querían comprobar si éramos de carne y hueso.

No era ficción, eral real, el hecho de que en esas montañas crecía y se preparaba un ejército popular, mismo que los habitantes de esa región habían visto en el camino muchas veces. Y aún sin tener un compromiso mucha gente nos protegió guardando el secreto. A esa gente le decíamos somos el ejército federal pero no nos creían, nos decían, “ustedes son de los nuestros porque hablan como nosotros y viven como nosotros y no dañan al campesino ni nos quitan nuestras escopetitas para el venado”.

Las consignas que la gente coreaba no cesaban, tanto que en momentos se interrumpió la lectura del manifiesto. Los periodistas presentes tomaban fotos.

Terminada la lectura del manifiesto uno de los compañeros oficiales dio la orden de saludar mientras se disparaban 17 salvas en honor a los caídos en la masacre. Sólo entonces la gente guardó silencio.

En esos momentos el compañero Pedro (que después sería conocido como el Comandante Antonio) da la orden de retirada porque el tiempo programado de 20 minutos se había agotado, ya eran las 4:20 de la tarde.

Esa aparición relámpago se explica por la reacción del enemigo, pues necesitábamos media hora de retirada para estar en condiciones favorables para el combate. Previmos la persecución y la acción del ejército federal que defiende a los poderosos.

Los periodistas se lanzaron a tratar de arrancar algunas palabras de este ejército fugaz y se acercaron a los que ellos consideraron que eran los mandos. Los compas contestan que después se dará una conferencia en algún lugar del país, que luego se les avisa, y evasivas para no decir nada en ese momento. No se habló debido a nuestra tardanza en el lugar. Era peligroso para la gente del mitin. No queríamos un enfrentamiento allí sino donde estuviéramos nosotros y ellos nada más, para eso veníamos preparados.

La retirada

Algunos periodistas querían seguirnos para entrevistarnos, lo cual ya dijimos que les fue negado. También algunos manifestantes presentes en el acto quisieron seguirnos pero les dijimos que en ese momento no se podía, que sería después. Por un lado porque no se imaginaban la magnitud de la respuesta del gobierno mediante su ejército y por otro no podíamos llevar gente no entrenada que se incorporara por la emoción y al rato estuvieran llorando diciendo que “me quiero ir a mi casa para comer tortillas calientes”.

A escaso kilómetro y medio del acto algunos compañeros empezaron a resentir el calor de la costa y las unidades avanzan muy despacio. A algunos se les quitó la mochila, e incluso a otros sus fusiles (con tal de que avanzaran rápido) para llegar a los primeros cerros y tener ventaja en caso de enfrentamiento con el ejército. La situación se tornaba difícil con el calor, sobre todo con los combatientes que venían de zonas frías, para ellos era estarse asando a fuego lento.

En los primeros cerros hicimos contacto con las unidades de emboscadas antiaéreas que tomaron los cerros más altos cercanos al vado de Aguas Blancas. El calor empezó a causar estragos, el agua se terminó. Encontramos agua sucia que contenía pasteles de vaca, que consumimos para calmar la sed.

Metros adelante siguieron nuestras desgracias cuando topamos con un enjambre de abejas africanizadas que nos picaron a montones y causó una división momentánea en la unidad. Cada quien corrió por donde pudo para salvarse de los piquetes. Fue tal el desconcierto que un pelotón se perdió por unos minutos. Allí nuestro ejército sufre su primera baja a causa de las abejas, un combatiente desmayado por la cantidad de piquetes. Las columnas hacen un alto para atender al desmayado, y demás lastimados.

El servicio de sanidad encabezado por la compañera Leticia no se daba abasto. Por las carreras para atender a los heridos una compañera del servicio resbala y cae entre unas piedras, y se quiebra un diente, ya luego, ella pasa a formar parte de los lastimados. Allí, a una hora de marcha, el informe que recibe el mando es desalentador, un pelotón ya no iba en condiciones y la mayoría estaban insolados. Se decide entonces, apartar a los enfermos del resto de las columnas para que tomaran una ruta más corta.

Adelante nos encontramos con los primeros campesinos que se sorprendieron mucho al vernos encapuchados y armados, les hablamos de nuestra lucha armada a favor de los pobres, pero estaban tan sorprendidos, que pensamos que no nos entendieron, quedaron como pasmados.

Para ese entonces estábamos en lugar ventajoso, sabíamos que nos iban a lanzar a la aviación y los helicópteros pero en ese momento no se veía nada.

El cielo se empezó a poblar de nubes negras, amenazantes, y fuertes vientos. La columna ya llevaba un paso más seguro sin los lastimados. Se aproxima la noche y empiezan a soplar fuertes ráfagas de viento, y en poco tiempo el panorama se convierte en el anuncio de un huracán.

A nosotros nos favorece, y al ejército le dificulta el avance. El huracán derriba muchos árboles, derrumba cerros y bloquea las brechas, crecen barrancas y ríos. Nuestra marcha se torna lenta, a nuestro paso va quedando una huella parecida a una brecha, dado que no es lo mismo que pase un pelotón a que transite una brigada.

Era tiempo de mangos y cada árbol que se atravesó en nuestro camino quedaba sin frutos. Al principio el mando no notó lo que pasaba con la basura, ya después vimos que las cáscaras se iban dejando en el camino y se prohibió que se siguiera tirando basura, porque eran huellas que se iban dejando para el enemigo.

Ya es noche y la columna se desplaza bajo ríos de agua y fuertes vientos, tanto que arrancan de raíz árboles de 10 o 15 metros de altura cual si fueran pequeñas yerbas sacudidas por las manos de un campesino, en la más completa oscuridad, sólo iluminada por los continuos rayos, que en lugar de ayudarnos nos cubrían como de una ceguera blanca.

En esos momentos había que librar la caída de grandes ramas de mangos, amates, e incluso árboles enteros que se derrumbaban ante nuestros ojos por las ráfagas de viento.

Esa noche no llegamos al lugar previsto, acampamos en un campamento táctico a eso de las 2 de la mañana para pasar la noche y recuperarnos del cansancio. Dormimos donde nos acomodaron, de manera ordenada por comandos, pelotones y destacamentos. Era tanto el cansancio que muchos compañeros durmieron dentro de charcos de agua que caía y corría a cántaros, casi nadie sacó su nylon para cubrirse del agua, estábamos empapados hasta los huesos hacía horas, quienes más sufrían eran los combatientes nuevos y los combatientes urbanos porque era su primera vez en la sierra.

En el transcurso de la madrugada escuchamos las primeras noticias que hablaban de nuestra presentación pública en el evento de Aguas Blancas, y conocimos las primeras opiniones del gobierno, así como de líderes que nos calificaban de pantomima, otros reaccionaron de manera moderada justificando nuestra existencia como respuesta del pueblo a la pobreza, las injusticias y las masacres contra los mexicanos.

En ese momento nos enteramos que el ejército reaccionó casi a las dos horas, se acercó sigilosamente y tomó posición del lugar de la presentación en el vado de Aguas Blancas.

Por las noticias nos dimos cuenta que otras unidades nuestras hicieron su aparición pública en la curva del Cristo cerca de Chilpancingo y en el Kilómetro 40 del municipio de Acapulco.

Con todo el cansancio que padecíamos estábamos contentos con el éxito de la operación. Pero no era momento de cantar victoria, la etapa que se nos venía era la más difícil, pues esperábamos una respuesta feroz del Estado. Pensamos, a estas horas ya están movilizando tropas para imponer un gran cerco estratégico y después cercos tácticos y operativos para buscar aniquilarnos.

A las 6 de la mañana nos levantamos los compañeros de más experiencia. Revisamos a los compañeros que seguían dormidos, vimos muchas ramas de ciruelo y de encino arrancadas por el huracán y nos preocupamos porque los compas estaban dormidos debajo de las ramas quebradas, por un momento pensamos lo peor, pero afortunadamente nada les había pasado, no tenían ningún rasguño, solamente temblaban de frío. Se mandó a formación y reanudamos la marcha un par de horas, nos acomodamos en un lugar más protegido por árboles frondosos.

Nuestro sistema de información nos reporta que hasta esa hora, 11 de la mañana, en los pueblos cercanos no había ningún movimiento del ejército de los ricos ni de otra fuerza policiaca. Aparentemente estaba y se veía tranquilo pero la noticia sobre nuestra presencia corrió como pólvora, los caciques estaban preocupados aunque la gente de los pueblos estaba contenta.

Esa mañana disfrutamos de la primera comida caliente, después de varios días de comer un atún entre cuatro combatientes. El servicio de sanidad no se daba abasto por la cantidad de combatientes rosados y con otras raspaduras leves. Ese día 29 de junio descansamos bien. Los compas empiezan a contar en sus pelotones sus impresiones de la presentación y la marcha, el calor, la lluvia, las abejas y los compañeros rosados. Contando chistes como si nada, despreocupados, no pensaban en la situación que se vendría días después.

Así transcurrió el día, en la tarde emprendimos la marcha hacia la sierra, nuestra casa, donde podíamos resistir, nuestro refugio y ventaja para ganar las batallas que se avecinaban, la lluvia seguía sin cesar. Ella borró nuestras huellas.

En la madrugada llegamos al campamento central, nos acomodamos para descansar de la caminata, los compañeros que estaban en el campamento prepararon la comida, se les advierte que traten de cocinar lo más temprano, y que se evite que saliera humo para no llamar la atención de los helicópteros.

Por la mañana del 30 empiezan a surcar el aire recorriendo la sierra los helicópteros buscando encontrarnos. Uno de ellos da muchas vueltas a baja altura sobre nuestra posición, por supuesto la orden es todos a sus puestos y no disparar si no se ordena. En estos momentos se da un caso que provocó en muchos hilaridad y en otros coraje y vergüenza, sucede que un combatiente sin experiencia en la sierra corre y esconde la cabeza en el hoyo de una roca dejando el resto del cuerpo fuera. Este mismo compañero decía que tenía una hernia, por lo que no podía cargar ni caminar, después nos enteramos que argumentaba eso para no salir a comisiones de exploración.

Esa tarde del 30 de junio ya eran varios los helicópteros y aviones del ejército que nos buscaban. La comisión de cocina estaba preparando un chivo y dejó escapar humo, mismo que llamó la atención de los soldados de un helicóptero que volaba cerca, éste se acercó y dio muchas vueltas sobre nuestra posición sin dispararnos. Ante esta situación el mando ordenó cambiar de campamento y nos fuimos sierra arriba.

La retirada estratégica

Al día siguiente, se divide la unidad para proceder a la retirada estratégica. Los compañeros de las diferentes regiones del estado serían los primeros en salir con el objeto de llegar a sus regiones para preparar los combates que estaban en puerta, y de esta forma impedir que se nos concentrara el enemigo en la costa sierra.

Se forman tres destacamentos, uno con los combatientes foráneos, otro con los lastimados y el tercero con la columna anfitriona. Las unidades iban a salir escalonadamente, cuando se forma el segundo, el de los lastimados de los pies, de los rosados y demás enfermedades, se les pide deshacer filas y se les convoca nuevamente a los 15 minutos, para nuestra sorpresa el número de enfermos se duplicó. Varios compas hombres empezaron a hacerse los enfermos, aquí hay que reconocer que varias compañeras mujeres a pesar de estar lastimadas no se formaron en la columna de enfermos e incluso a algunas se les mandó casi a fuerza, fue entonces cuando por vergüenza algunos dejaron de estar enfermos.

El tercer destacamento era la columna anfitriona, de los que nos quedamos en la zona. Nos reforzamos con combatientes que quisieron quedarse y con otros seleccionados para que la unidad quedara con lo mejor para combatir. Nuestra misión era retardar al enemigo y hacer combates esporádicos de entretenimiento mientras las otras unidades salían de la zona de conflicto, pero si no se daba el combate de encuentro estaríamos a la defensiva.

En estos días toreamos varias veces al ejército enemigo, muchas veces se aproximaron a nuestros campamentos y estuvimos a unos metros. Otras veces nos movimos porque los pueblos estaban cercados y nuestros milicianos no podían sacar comida. Los plátanos de las huertas eran presa de nuestra hambruna, nos acercamos a otros pueblos.

Así transcurrieron varios días y el combate esperado no llegaba. Nos enteramos por radio que desertaron algunos de la columna de los enfermos pues se quedaron sin comer más de dos días. Algunos de ellos no soportaron las torturas y entregaron el campamento de donde escaparon. Allí perdimos las primeras armas y los pocos combatientes que estaban cuidando el campamento se retiraron sin dar combate.

El cuarto destacamento que iba delante de la columna central nos informa por radio que en todos los pueblos de la sierra media había presencia del ejército. La comunicación siguió, ellos habían llegado a zona segura.

La primera columna en retirarse estaba ya a buen puerto y nos recomienda reforzar las medidas de seguridad. La columna anfitriona conocía casi a la perfección la zona de operaciones y teníamos la seguridad de salir con éxito pese a nuestra inexperiencia en el combate contra el ejército. Sabíamos que no es lo mismo enfrentar a judiciales y policías.

El ejército del gobierno se crecía con la captura de algunos campesinos ajenos a nuestra lucha y con la captura de algunas armas. Declaraban que en unos cuantos días tendrían controlada la zona y que nuestra captura era cosa de días. En este tiempo los soldados se portaban déspotas con los campesinos de los pueblos, les gritaban con burla “pinches encapuchados”. A todos les decían encapuchados. Es más hasta los perros eran cómplices porque los querían morder.

A un mes de nuestra presentación pública nos dan la orden de pasar a la ofensiva. A partir de entonces el ejército del gobierno ya no se burla abiertamente de los campesinos. Es así como empieza otra etapa de la lucha de un ejército de soñadores.

A nueve años de distancia algunos compañeros ya no están con nosotros, su ausencia se debe a que ofrendaron su vida en la búsqueda de una transformación social.

Este documento sirva como un homenaje a nuestros compañeros caídos que yacen en diferentes partes de la sierra y para recordar al Capitán Rogelio (desaparecido a manos de inteligencia militar de la Sedena); al compa Arturo que cayó en choque en el vado de Aguas Blancas en la madrugada del 16 de septiembre de 1996, al compa Rogaciano que cayó en Las Polvaredas en la sierra de Tepetixtla el 12 de marzo de 1997, a los compas Timo y Tino que cayeron en el enfrentamiento con el ejército el 27 de mayo del 1997 en El Guanábano municipio de Atoyac, al compa capitán Roberto que cayó en el enfrentamiento de Tepozonalco municipio de Chilapa, el 24 de mayo de 1997, reconocidos públicamente.

No podemos olvidar a muchos otros compañeros que han caído en manos de grupos paramilitares en el transcurso de la lucha. Su ejemplo y entrega nos sirven de estímulo a quienes formamos parte del Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente (ERPI) en los momentos difíciles, cuando andamos en estas majestuosas montañas de la Sierra Madre del Sur.

¡Con el poder popular, el pueblo unido vencerá!

Ejército Revolucionario del Pueblo Insurgente.
Comité estatal de Guerrero.

27 de junio de 2005