Carta del hijo de un coronel de la Guardia Nacional a su padre

CARTA DEL HIJO DE UN CORONEL A SU PADRE.

Papá:

Imagino tu reacción al leer esta carta pero nunca sería comparable al sentimiento de tristeza que me embarga al escribirla.

He abandonado definitivamente mis estudios en la Universidad, por lo menos en lo que se refiere a que me sean costeados pon ti o pon nada ni nadie que pueda están ligado a las fuentes u organizaciones que te proporcionen medios económicos.

Bien sabes cuanto te he admirado y cuan orgulloso he vivido siempre de considerarme hijo tuyo, conocí la satisfacción que me proporcionó ser el hijo mayor de un digno miembro de la Guardia Nacional. Siempre estuve consciente de que pertenecías a un organismo cuyo lema era patria, honor, disciplina, quizás porque tu norma de conducta fue mantener separado tu hogar de tu comando. No tuvimos en casa la frecuente presencia de alistados ni presos que hicieran veces de sirvientes, ni nosotros frecuentamos nunca tu cuartel, como los hijos de otros oficiales. Es posible que pon eso tuvimos en casa otra imagen del campo en que te desenvolvías, confiábamos siempre en que toda acción de la guardia era en beneficio de Nicaragua o del pueblo nicaragüense.

Hoy la cosa ha cambiado. He vivido, he palpado, conversado y sufrido las verdaderas acciones de la Guardia Nacional, he podido analizar sin apasionamiento alguno la verdadera actitud de la misma, con dolor profundo al pensar que tu eres parte de ella, he verificado personalmente su inhumanidad, el total alejamiento al espíritu de su lema: patria, honor, disciplina.

El concepto patria no cuenta para los miembros de tu organización porque es notorio que ese no es el interés de su dirigencia. Ellos simplemente luchan por mantenerse en condición de poder seguir usufructuando el vicio y la corrupción, seguir aceptando el soborno exigido por ellos mismos, disfrutar la prebenda, la granjería, estar siempre en capacidad de poder competir con la ventaja que la fuerza de un arma violentamente esgrimida contra ciudadanos moral, física y económicamente ultrajados por aquellos cuyo primer deber es garantizar la paz, la tranquilidad y seguridad de esos mismos ciudadanos. No es necesario que te demuestre este aserto, porque nadie mejor que tu como oficial de alta graduación que ha recorrido todo el escalafón y aún no es millonario debe saberlo.

Honor: ¿Será posible que alguien en la guardia nacional sea capaz de osar siquiera referirse a ese concepto después de las flagrantes violaciones a sus más elementales normas?

Me negaba al comienzo a creer lo que nunca creí posible sucediera en las actitudes del organismo del que toda mi vida me sentí orgulloso de que pertenecieras y tuve que verificar personalmente muchas de sus acciones. Ahora puedo garantizarte con mi propio testimonio, lo que estoy seguro sabes perfectamente, que en la guardia nacional se desconoce el honor. Sólo así se explica que sucedan actos o actitudes que no ocurrirían en el más salvaje de los ejércitos del mundo: atacar indiscriminadamente con artillería blindada, infantería y fuerza aérea, pacíficas ciudades cuyo gran pecado ha sido no compartir la idea de seguir siendo explotadas y asesinar, sí papá, asesinar salvajemente a ancianos, mujeres y niños que nada tienen que ver en la contienda.

Es deshonesto para cualquier y mucho más para cualquier pundonoroso ejército, violentar la tradicional neutralidad de las ambulancias de la Cruz Roja, obligándolas a trasladar en ellas a efectivos de su glorioso ejército, porque no tienen la entereza y el coraje de efectuar un ataque adecuado al modesto y falto de preparación militar barrio de Monimbó. (Cómo repercutirá en los oídos de todos los oficiales, clases y alistados esos nombres Monimbó, León, Chinandega, Matagalpa, Estelí, vergüenza y oprobio para Uds. y su organismo ante el mundo entero).

Más que deshonesto, es criminal ametrallar vehículos de la Cruz Roja, debidamente identificados, matando en ellos a los socorristas que cumplían con la misión de ayudar heridos, sin determinado bando. Rematar heridos, aún en manos de miembros de la Cruz Roja, sólo porque sus heroicos guardias pudieron con ellos mientras estuvieron en posesión de toda su capacidad de combate.

Anteponer en trincheras y barricadas a los reos de que disponían (caso ocurrido en la 21 de León) como único y cobarde recurso ante el irresistible ataque de elementos deficientemente preparados militarmente, pero respaldados por una mística y un gran coraje.
Asesinato brutal de todo prisionero de guerra capturado, herido o indemne, caso no visto desde la época de las invasiones bárbaras de Europa. Profanación do cadáveres, como en el caso del hotel Soza, en Matagalpa, en que los genitales de los hombres les fueron cortados y puestos en la boca de las señoras. Castración brutal de guerrilleros avanzados, vivos o muertos, por el solo hecho de que la ciudadanía considera que ellos el sexo no solamente lo tienen para la reproducción, sino como símbolo de valentía y de coraje. (He tenido ocasión de ver esto en el cadáver del hermano de un amigo mío).

Es perverso y deshonesto cometer atrocidades, pero mas perverso, deshonesto y más aun, cobarde, atribuirlas a la parte contraria en un afán inútil de pretender tapar el hoyo con un dedo.

Lo siento, papá, pero no podrás convencerme en el resto de nuestras vidas que tu guardia nacional sepa siquiera que es honor.
La disciplina la demuestran clases y oficiales al traficar con objetos obtenidos en saqueos, por ellos o los alistados, conozco los nombres de varias de ellos que lo han hecho y lo hacen en León.

Por todo esto, porque tu mismo me creaste un buen concepto de lo que es patria y lo que es honor, con el más profundo de mis dolores me separo de mi hogar del que tan orgullosamente me sentí durante 20 años e insto a mi madre y hermanos a hacer lo mismo, a menos que tu, en quien siempre confié, demuestres que tus manos no están ensangrentadas apartándote definitivamente de ese sanguinario monstruo de organización, aún cuando tengamos que empezar desde el primer peldaño de la escala económica familiar.

Quiero aclararte que aun cuando todavía no me he enfilado oficialmente en la lucha para la democratización de Nicaragua, he iniciado una campaña entre todos mis amigos, como yo, hijos de militares, para que formemos un organismo que tienda a resarcir al pueblo lo que nuestros progenitores le quitaron, no sólo en objetos materiales, sino en cuanto a derechos, como una muestra de expiación.

Con esta carta recibirás lo ultimo de ropa que me quedaba comprada por ti, ahora visto muy modestamente pero con fundado orgullo, porque conozco su procedencia.

Abrazos a mamá y mis hermanos y a ti te digo que sincera y honestamente quiero por el afecto y el respeto que te guardo, que el juicio de la historia te encuentre al lado mío, que es el de nuestro pueblo y no en el lugar de los acusados. Te espero.

Ricardo
Managua, Septiembre 24 de 1978.
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Fuente: Gaceta Sandinista, Año 3, Nº 7-8 (1978).