El Movimiento Revolucionario del Pueblo saluda fraternalmente, con el corazón lleno de amor y rebeldía, a todos los pobres de Colombia; al pueblo trabajador que anhela el progreso y reclama respeto por su trabajo; a los millones de desempleados que día a día rebuscan el pan para sus hijos; a las mujeres maltratadas por una sociedad degradada que nos ataca, nos burla y asesina; saludamos a los intelectuales independientes y honestos capaces de pensar y actuar y no acomodar su saber al mejor postor o ponerse al servicio de príncipes y poderosos.
Saludamos a miles de colombianos, pobladores urbanos, campesinos, negritudes, indígenas a quienes niegan la ciudadanía y los más elementales beneficios y garantías sociales, pero que defienden con valentía y orgullo sus proyectos y derechos. Nuestro respeto a todo este país real que no traga entero, resiste, se defiende con dignidad y coraje de unas oligarquías mafiosas, tramposas y asesinas.
Un caluroso saludo a los progresistas, a los verdaderos demócratas, a los revolucionarios comprometidos con la transformación social y la construcción de una Colombia soberana y respetuosa de sus hijos que hoy se hunden en la miseria, la enfermedad y la ignorancia. A todos los que son razón de nuestra lucha, a los militantes del Movimiento, a nuestras unidades y redes de apoyo dispuestas a la acción, a la resistencia, listas para la denuncia, el sabotaje y el entrabamiento de los proyectos mafiosos, corruptos y antipueblo de los que gobiernan este país.
Llega la época electoral y todo el Movimiento debe participar donde y cuando menos lo esperen. Es parte de nuestra tarea para educar a nuestro pueblo en la rebeldía, en la acción, en el orgullo digno de ser libre para luchar por un país diferente, por un gobierno que le sirva a la nación y a las mayorías; para luchar por la identidad que sirva para afirmar nuestra nacionalidad; por enriquecer nuestra cultura; desarrollar ciencia y tecnología que sirvan a nuestro entorno natural y social; la lucha por que todos tengamos acceso a la salud, al trabajo, a la educación, a la comida, al agua, a la justicia; y fundamentalmente la lucha por que sea el pueblo colombiano –y no unas castas atornilladas al poder- quienes decidan sobre el futuro del país sin vivir de rodillas ante potencias o poderes extranjeros.
Hoy es más vigente la exigencia de paz y democracia para el pueblo. Hoy se da un punto de inflexión en la historia de Colombia; hoy las clases dominantes arrogantes y triunfalistas anuncian su victoria política y militar sobre la insurgencia al tiempo que aplican guerra y represión contra toda expresión de oposición o resistencia, toda manifestación de insurgencia en nombre de la consolidación de paz.
¿Cuál es la diferencia entre los asesinatos y masacres de la era Uribe –con Santos como Ministro de Defensa- con las masacres y asesinatos de campesinos y líderes populares en Cauca, Santander, o Nariño en la presidencia del Nobel de paz? ¿Acaso que unos los ejecutó la ultraderecha oscura y otros la ultraderecha en urna de cristal? No son coincidencia el asesinato de líderes populares, la masacre de Tumaco por parte de la Policía; las mentiras vulgares de generales y funcionarios, la complicidad descarada de los medios que justifican los crímenes de la fuerza pública con el discurso de la lucha contra el crimen.
En los centros urbanos se barren de pobres las áreas destinadas a la inversión inmobiliaria, las zonas comerciales de los ricos se limpian de vendedores ambulantes, rebuscadores y mendigos. A miles les son negados servicios básicos, transporte, salud, educación. En Medellín, altos funcionarios mantienen acuerdos con las mafias para manejar estadísticas de seguridad alabadas por los medios de comunicación para empujar la carrera política de Federico Gutiérrez. En Bogotá ante la justa protesta contra un botadero que afecta varios barrios y enferma a los habitantes, la alcaldía de Peñalosa responde militarizando la zona y aplicando la más brutal represión mientras anuncian la amplificación del botadero. La burla a las comunidades del Chocó y Buenaventura, luego de reprimir sus movilizaciones y amedrentar a sus dirigentes, es grosera, malintencionada y racista.
El mal gobierno incumple y convierte las demandas de la gente en botín electoral. El mal gobierno desconoce las consultas populares que se oponen a la minería, su democracia electoral sirve sólo cuando les favorecen los resultados. Nos dicen mentiras a nombre de los derechos. El modo mafioso de gobernar en el que unos predestinados usan la violencia para ajustar su poder, se justifica con el discurso del fortalecimiento institucional.
¿Cómo es que se fortalecen las instituciones en Colombia? Veamos: las dos campañas presidenciales Santos vs. Zuluaga recibieron financiación de una multinacional extranjera; encumbrados funcionarios como el antiguo superministro Martínez Neira participaron en ese baile de millones asesorando y viabilizando los contratos que Odebrecht aseguró con sus coimas. Ese funesto personaje fue puesto en la Fiscalía General por el próximo presidente, Germán Vargas Lleras con el aval de Santos. Sin embargo, hoy todos pasan de agache y aparecen, cada uno por su lado, como abanderados de la anticorrupción ahora que la presión del gobierno norteamericano, deben hacer una purga en sus filas, eliminando o capturando lavaperros. Mismos lavaperros que desde las gobernaciones, las altas cortes y la fiscalía, sirvieron a los fines de la reelección santista y ante a los fines de la guerra contrainsurgente.
Todos esos mafiosos vinculados al narcoparamilitarismo, involucrados en desplazamientos, asesinatos, desfalcos, es decir, parapolítica –como Ñoño Elías, Musa Besaile, los magistrados Pretelt, Ricaurte, Bustos, el fiscal Moreno- hoy salen limpios de la sangre que los cubre al cambiar procesos penales y condenas internacionales por su papel en la guerra, por acusaciones de corrupción hechas por sus antiguos jefes. Matan así dos pájaros de un mismo tiro: nadie vuelve a preguntar por la financiación de las campañas; mientras Santos, Uribe, Vargas Lleras, Humberto Martínez, Óscar Naranjo borran por derecha sus crímenes y su pasado de alianzas incómodas y todos a una alzan su voz a nombre de una artificial verdad histórica y un supuesto posconflicto. Con la fabulosa impostura de que Uribe es la oposición, la derecha define quiénes son la izquierda en Colombia, mientras que las posturas alternativas son silenciadas, asesinadas, o son convertidas en partidos culpables, macartizados, divididos e inofensivos.
En el Movimiento Revolucionario del Pueblo estamos convencidos de que es obligación de cualquier espíritu generoso, que piense y sienta algo por Colombia y por su gente, oponerse por todos los medios posibles a semejante estado de cosas injusto y oprobioso. Por eso creemos necesaria la construcción de alternativas concretas de poder en la ciudad, el barrio, la vereda, para que la organización y los proyectos del pueblo abran campo a una democracia profunda en la que nuestra gente no sea más objeto de engaño por parte de los poderosos y no vea, como siempre, sus aspiraciones frustradas por el clientelismo, la burocracia, las mentiras, corrupción y mezquindad del gobierno, ese modo de gobernar de los ricos que beneficia sólo sus propios negocios y se interesa únicamente por aumentar las ganancias que obtienen por entregar nuestros recursos a la voracidad de empresas extranjeras.
Llamamos a la unidad de todos los que se reconozcan en estas palpables realidades, para manifestarse en contra de la antidemocracia y la agresión sobre el pueblo. Es urgente un frente político en el que desde perspectivas diferentes se impulse la denuncia al régimen de castas, de los mismos con las mismas que ha impuesto un estado de excepción de facto con justificaciones legales; un régimen que niega la ciudadanía a miles de colombianos; que cierra las posibilidades de participación política real de todos los colombianos.
Es urgente un frente político amplio que convoque a los colombianos a la participación; a la actividad política –incluso electoral-, a todas las formas de acción y expresión política, desde las academias, el debate parlamentario; desde la protesta y la movilización social; desde todas las expresiones de insurgencia social, popular y armada hay que denunciar y luchar:
- Contra el alto costo de la vida.
- Por el cumplimiento de los acuerdos del gobierno con las comunidades en las regiones.
- Por diálogos y concertación con los sectores sociales en movilización.
- Por la creación de mecanismos que le den voz pública a las comunidades, las organizaciones políticas, las regiones; para que entren al debate político nacional las voces de los que nunca han sido escuchados.
- Por el cese de la represión contra los campesinos e indígenas.
- Por que las garantías sociales, judiciales y políticas no sean sólo para los ricos.
Todos, son gestos que demostraría una verdadera voluntad de paz del gobierno en una época en la que supuestamente llega la paz; gestos que serían una mínima prueba de decencia y de que en realidad se abre una era en la que las clases dominantes no seguirán imponiendo sus proyectos políticos y económicos por la fuerza y la mentira.
Ante un gobierno y unas instituciones corrompidas hasta la médula, en profunda crisis de legitimidad, comparables a una bestia elegantemente vestida que agita un trapo al que llaman democracia, sólo para esconder bajo ese trapo la concentración del poder, el atornillamiento de esas castas en el manejo y control del Estado, para consolidar el triunfo del neoliberalismo y la acumulación por despojo y exterminio; que se sepa y entienda que la lucha del pueblo colombiano NO es monopolio de autonombrados representantes profesionales del discurso y la burocracia estatal, NO es un mueble estático y empolvado en la esquina de un cuarto, sino que es la máxima expresión de la vida y la esperanza de la nación.
¡LA PAZ DE LOS RICOS NO EL LA PAZ DEL PUEBLO!
¡NI SANTOS NI URIBE SON OPCIÓN PARA EL PUEBLO!