DEFENDAMOS LA PAZ, CONQUISTEMOS LA IMPLEMENTACIÓN DE LO ACORDADO
El 4 de este mes invernal nos recuerda a nuestro Comandante Alfonso Cano, sacrificado un día como hoy hace seis años. Por entonces avanzaban a paso acelerado las gestiones para entablar un diálogo formal de paz con el gobierno nacional, pese a lo cual, como lo anunció él mismo varias veces, el adversario decidió arrojar su cadáver sobre la mesa en gesto innecesario de soberbia.
Cinco años después, como prueba de lo absurda que fue la orden de segar su vida, las FARC firmamos el Acuerdo Final de Paz en el Teatro Colón, precisamente con el mismo Presidente Juan Manuel Santos, en un gesto que colmó al país de esperanza. El aplauso de la comunidad internacional fue unánime. Colombia se convirtió en ejemplo para el mundo. El fuego y la muerte habían logrado reemplazarse por fórmulas civilizadas de reconciliación y perdón.
Apenas unos días después, el Congreso de la República, en un gesto que lo honró universalmente, refrendó por mayoría aplastante lo pactado en consonancia con lo dispuesto por el fallo previo de la Corte Constitucional. Por primera vez en los últimos sesenta años los colombianos sentimos llegar una navidad feliz y un año nuevo que auguraba prosperidad para todos.
Desde entonces ha transcurrido casi un año en el que la insurgencia puso todo de sí para honrar su palabra. Hoy somos un partido político en la legalidad, que hizo completa dejación de armas y se apresta a su primera participación en política electoral. Treinta de nuestros antiguos combatientes han perecido bajo las balas, al igual que varios de nuestros familiares, en una ola de violencia que suma ya más de ciento cincuenta líderes sociales en los últimos dos años.
Toda nuestra disposición apunta al cumplimiento cabal de lo firmado, estamos convencidos de que Colombia se merece esta oportunidad. Somos conscientes de las dificultades de diversa naturaleza por las que atraviesa el gobierno nacional, que han complicado en grado más que preocupante la implementación de cuestiones tan importantes como las circunscripciones especiales, nuestra participación política y la Jurisdicción Especial para la Paz, entre otros tantos asuntos.
De todos es conocida la existencia de sectores económicos y políticos que se oponen cerradamente al alcance efectivo de la paz en el país. La historia terminará por ponerlos en su lugar. Pero también existe otro acumulado de fuerzas que se niega a continuar viviendo en esa vieja nación signada por los odios y el miedo. Es a ella a la que dirigimos nuestro llamado. En el propio Congreso de la República, en alto gobierno y en las Cortes reside gran parte de esta patriótica misión.
Paros y movilizaciones campesinas e indígenas ponen de presente la insistencia del país olvidado en la urgencia de aplicar los Acuerdos de La Habana, generando un ambiente de inestabilidad económica y social. La propia insurgencia reincorporada se debate en inseguridades materiales y jurídicas que advierten de complicaciones futuras. La injusticia social no remediada agobia y mueve a la inconformidad y la protesta. La implementación oportuna pondría fin a tanta angustia.
Se advienen días y semanas de trascendentales decisiones que pueden elevar a Colombia a un nivel superior, en el que la concordia y el progreso reemplacen la incertidumbre y la frustración. No podemos permanecer impasibles ante tal perspectiva. Iglesias, sindicatos, organizaciones sociales y populares, estudiantes, organizaciones femeninas, la intelectualidad, la juventud, los partidos políticos que sueñan un país diferente, la gente del común, todos debemos pronunciarnos.
La única fórmula realmente cierta para abrir la puerta a un futuro mejor para todos es la implementación de los Acuerdos de La Habana. Ella emprende el camino a la solución de gravísimas taras sociales, inicia la democratización de la vida política, garantiza justicia a las víctimas, incorpora a la vida nacional a los históricamente excluidos, cierra las puertas al crimen y abre paso a la vida y las libertades históricamente asediadas. Colombia no puede permitirse el silencio.
La Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común, FARC, llama a todas las fuerzas vivas del país a expresar pacífica pero contundentemente su voluntad por la paz. Calles, plazas, centros de trabajo y estudio, fachadas, parques, templos, teatros, foros, todo escenario posible debe ser empleado para salvar a la patria y las generaciones futuras. Congreguémonos, marchemos, elevemos nuestras voces y alientos para impedir que el horror vuelva a tomarse a Colombia.