Con profundo sentimiento de amor y solidaridad, saludamos al pueblo colombiano, a todas nuestras unidades y redes de apoyo, al pueblo insurgente que resiste y lucha.
En este nuevo año, las campañas políticas disputan por alianzas electorales basadas en promesas o acuerdos de repartidas burocráticas y se alinean para una contienda que desde ya tiene a Vargas Lleras como seguro ganador. Por encima de las simpáticas diferencias y la pobreza de ideas políticas, lo que sí tienen en común casi todas las campañas presidenciales es, por un lado, la explotación del miedo como arma electoral y, por otro, la lejanía con los problemas cotidianos de millones de colombianos humildes, el desinterés con la construcción democrática de la nación y por el futuro de las grandes mayorías.
Como previa a las elecciones, el mal gobierno ha incumplido sistemáticamente los acuerdos logrados por las comunidades que se movilizaron en Chocó, Buenaventura, Tumaco, Cauca y Catatumbo. Las movilizaciones en Urabá y Segovia. Todas acciones que expresan el deseo de participación democrática del pueblo colombiano en la definición de su futuro y de sus vidas. Todas han recibido la misma respuesta: persecución, criminalización de los medios, palos y asesinatos.
El mal gobierno también ha incumplido los acuerdos logrados con lo que fueron las FARC-EP, ha asesinado a varios combatientes que dejaron las armas. En lo que va del año, siete líderes sociales muertos a tiros y los noticieros y periódicos repiten las absurdas declaraciones del Ministerio de Defensa, quien dice, sin vergüenza, “son líos de faldas”. Con eso quieren tapar y justificar los crímenes de estado. ¿También son líos de faldas campesinos asesinados por policías en Tumaco? ¿Son líos de faldas los bombardeos sobre comunidades en Chocó o los campesinos e indígenas asesinados en Santander, Arauca y Nariño?
Se nos viene encima otro año de burla y agresión sobre el pueblo colombiano, que sigue muriendo y agravando sus enfermedades por la pésima atención médica. Que cada día paga más por el transporte, educación, comida, arriendo, pues la reforma tributaria exonera de impuestos a los ricos, pero el costo de la vida es mayor cada día para los pobres. Encima, el gobierno no da empleo ni deja trabajar. La pobreza y el hambre son cada vez más graves en campos y ciudades. Y a todo esto le llaman la democracia en el postconflicto. Lo que se viene consolidando es la antidemocracia del establecimiento o las oligarquías de siempre, donde sólo unos pocos especialistas de la política, hijos de viejos políticos, tienen derecho a opinar y decir, sobre una masa resignada y temerosa cuya participación política es con voto pero sin voz. En un salón de baile donde sólo entran los escogidos y algunos colados que amenizan la fiesta pero que a la hora del té no definen nada ni ejercen poder alguno más allá de sus pequeños nichos burocráticos, siempre funcionales a los discursos oficiales.
¿Puede hablarse de democracia en Colombia cuando las mayorías viven en la miseria material y espiritual, sin identidad ni cultura, sin participación en el poder? No.
¿Puede hablarse de democracia en un país donde los principales medios de comunicación tienen nexos y compromisos con el poder y repiten las mentiras del ejército y la policía? Difícilmente.
No hay democracia en un país en el que se impone a la fuerza un discurso único, oficial y falaz, que simplifica todos los conflictos y fenómenos sociales, reduciéndolos a que existen unas instituciones y un estado buenos y acosados por miles de desocupados pobres, bandidos, terroristas, criminales, y gentes que protestas movidas por oscuros intereses. Todos en el mismo talego para borrar de un plumazo toda resistencia o cuestionamiento al poder mafioso, mientras pasan de agache la corrupción mafiosa con que lavan riquezas, manejan negocios, y controlan socialmente con miedo y violencia, con crímenes de estado, montajes judiciales, mentiras y operación psicológica para construir una ficción engañosa sobre la realidad nacional. Todo porque a los ricos de este país les sirve un pueblo asustado, ignorante, desinteresado de la política, pues así se hacen eternos su poder mafioso y sus ganancias sin fin.
El Movimiento Revolucionario del Pueblo insiste en la unidad de las organizaciones políticas revolucionarias, democráticas y progresistas a todo nivel, sean cuales sean sus formas de acción, siempre que crean en la posibilidad de una Colombia donde el pueblo tenga independencia, prosperidad, futuro y poder político para definir sobre su propia existencia.
Desde el Movimiento Revolucionario del Pueblo denunciamos las mentiras grotescas de la policía a través del pasquín autodenominado “Revista Semana”, también de Caracol Noticias. Lo decimos una vez más con toda claridad: El M. R. P. no tuvo nada que ver con la criminal explosión del Centro Andino el año pasado –eso hace parte de la pugna Santos-Uribe-. El M. R. P. es un movimiento independiente de las insurgencias tradicionales, con su propia agenda de acción, lucha y organización.
Llamamos, eso sí, a la unidad del pueblo, de las luchas de campo y ciudad, de las luchas electorales e insurreccionales, a la unidad de la insurgencia popular y armada: a la rebeldía, al sabotaje, la desobediencia, a definir y ejercer el sagrado derecho de los pueblos a la rebelión.
¡¡La paz de los ricos no es la paz del pueblo!!
¡¡Paz es democracia para el pueblo!!