Agosto 24 de luna llena y dos mil esperanza en la Colombia Nueva.
Compañeras y compañeros
Ejército de Liberación Nacional
No está negado seguir intentando “tomar el cielo por asalto”
Camaradas, hermanos de la lucha y de la vida, con un amén para los sueños de Camilo y de Manuel, de cualquiera de los Camilos y Manueles, que han empuñado y siguen empuñando las banderas de la dignidad, les doy mi abrazo de amor revolucionario envuelto en mi profunda gratitud por la confianza y la solidaridad incondicional, que me han prodigado en estas horas de perfidias y traiciones en que, desafortunadamente, muchos de los que se decían amigos han desaparecido e incluso han tomado oficiosamente la labor de hacer coro de reafirmación a los infames “argumentos” en que el establecimiento, bajo la batuta de su amo norteño, ha diseminado para justificar su montaje judicial que ahora cae contra Jesús Santrich, pero que apunta a un objetivo mayor que es el destrucción definitiva del proyecto político fariano, abriendo un camino que le permita deshacerse de la dirigencia rebelde que le resulta incómoda.
No tengo cómo expresarles el regocijo y la fuerza moral que han causado las generosas palabras de reconocimiento y apoyo, manifiestas en la carta del 21 de agosto, la cual ratifica mi convencimiento en la probidad y altruismo del ELN, por encima de cualquier diferencia ideológica o política que, en últimas, es superada por el espíritu común de la emancipación y de la búsqueda de la paz con justicia social.
Sepan que tengo el compromiso inquebrantable de no defraudar los principios de la rebeldía insurgente bolivariana, ni a quienes han creído en mi inocencia y en mi condición de revolucionario insobornable.
Camaradas, es cierto que este es un rincón frío, aislado; por las ausencias de la gente buena más oscuro y mudo que cualquier ceguera; aquí -como he dicho a un compañero- el silencio suele tener la tonalidad melancólica que se siente cuando Wagner cierra con su última nota las Walkirias…; pero creo que no puede haber lugar para la aflicción. En peores condiciones están nuestro Simón Trinidad y personas valerosas que se han atrevido a enfrentar a los opresores. Mi ánimo está encumbrado y tengo la tulpa del amor en el pecho encendida. En la guanga de mi alma sigo tejiendo ensueños. Y hablo del amor como esa fuerza inconmensurable de la que nos habló el Che diciendo que era lo esencial en todo ser revolucionario. Y en eso, tengo el convencimiento de que no se necesita ser sabio para amar, pero sí que se debe amar para que la sabiduría tenga sentido y valga la pena.
Con estos fundamentos comparto la máxima de Ernesto Guevara de que “en una Revolución se triunfa o se muere si ésta es verdadera”, y por eso mismo he repetido lo dicho por Bolívar en la campaña del Perú: “Mi Consigna es triunfar o morir en esta batalla”.
No quisiera importunar de pronto, alargando esta misiva en la que no es mi propósito hacer análisis de coyuntura ni mucho menos aventurar recomendaciones, a un equipo como el de la Delegación de Diálogos que Ustedes integran con tanta experiencia y sabiduría. Sólo les pido nunca pierdan de vista la realidad de un acuerdo evidentemente fallido como ya lo es el que firmamos como FARC. La decapitación de la buena fe y del Pacta Sunt Servanda, no se puede negar. Transitamos el pantano de la perfidia. No obstante, el deber ético y político es continuar la búsqueda de la justicia social. En efecto, retomando palabras de vuestra Delegación, hay razones para mantenernos firmes en la convicción de “que vale la pena hacer los esfuerzos para continuar el proceso de solución política, que nos lleve a resolver las causas que generan el alzamiento armado.”
Dejó sentado mi anhelo de que se logre abrir el Séptimo Ciclo de conversaciones entre el ELN y el Gobierno uribista de Duque.
Por la necesaria “confluencia de todos los caminos de lucha y unidad de todos los sectores sociales y políticos alternativos” en favor de la construcción de la paz, buen viento y buena mar.