“Cuando hay muchos hombres sin decoro hay siempre otros que tienen en si el decoro de muchos hombres.
Esos son los que se rebelan con fuerza terrible contra los que roban a los pueblos su libertad,
que es robarle a los hombres su decoro.
En esos hombres van miles de hombres, va un pueblo entero, va a la dignidad humana“
Martí
Con la memoria de Manuel Marulanda Vélez palpitando en mi corazón y con alegría infinita por su respaldo y solidaridad, va mi abrazo revolucionario.
Apenas me leyeron en el locutorio de la cárcel la carta que me remiten con fecha 17 del corriente mes, procedí a dar respuesta, aprovechando además para dejar sentada mi visión de lo que han sido estos dos años de “implementación” de los Acuerdos de Paz que se cumplen el 24.
No me extenderé, pues el estar plenamente identificado con los análisis que ustedes han hecho públicos refiriéndose al asunto, me ahorra hacer tales reflexiones. De más no está sin embargo, expresar ahora, que comparto cada aspecto de la misiva que hoy recibo, al igual que con el artículo de Enrique Santiago titulado “El Estado que no respeta sus compromisos pierde el respeto de la Comunidad Internacional”.
Debo decir que a diferencia del mes de abril, en que se produjo la privación arbitraria de mi libertad, aparte de las voces de ustedes, de camaradas y amistades leales y otras pocas que se alzaron en protesta frente a ese y otros actos de la Fiscalía y del establecimiento qué claramente operaban contra el proceso de paz, hoy son muchas, pero muchas más las voces – incluso de contradictores- las que se manifiestan por el respeto a lo acordado, inconformes por los evidentes incumplimientos por parte del Estado, condenando la guerra sucia que sigue cobrando la vida de tanta gente inerme, y específicamente pidiendo mi libertad o exigiendo que dejen actuar a la JEP sin presiones y en plenitud de sus atribuciones.
Esta tarde, por ejemplo, me resumieron los abogados apartes de la intervención hecha un encuentro de balance de la “Justicia Transicional”, por Kai Ambos, jurista alemán, asesor internacional de la JEP, reseñado el 20 de noviembre en El Espectador. Entre muchos otros aspectos que coinciden con lo manifestado por Enrique Santiago y ustedes, como por mi equipo de defensa jurídica, dice que “la JEP está en su derecho de cuestionar la calidad de fondo, la sustancia de una extradición como la de Santrich… Puede no aceptar a ciegas un indictment, como el de Santrich que viene de una instancia de Estados Unidos que no es inocente, que tiene sus intereses”.
Contrasta esta posición con la del Procurador Carrillo, lacayo medio ridículo y mediocre, que desde el principio ha hecho de muñeco de ventrílocuo de Martínez Neira, y que ahora grita en súplica no “romper la tradición” de sometimiento que tiene esta República Banana respecto al poderío yanqui.
Tengo claro que estamos dando una lucha por hacer cumplir la palabra empeñada en beneficio del común, que procedemos con el convencimiento bolivariano de que “el gran poder existe en la fuerza irresistible del amor”, que marchamos en procura de cerrarle el paso a la felonía y al engaño, porque el Estado no siga haciendo burla impunemente del Pacta Sunt Servanda, la buena fe y el anhelo de reconciliación de las pobrerías.
Es nuestro deber histórico persistir sin abandonar la rebeldía, en que se haga realidad la paz con justicia social. Persistir y persistir, pero sin dejar de lado el derecho a la resistencia y a la búsqueda del cambio de orden social de miseria, desigualdad y exclusión reinante, en la que imperan “las coimas marica ji, ji, ji…”, persistir, persistir y persistir, pero teniendo claro que de aquel documento del que la Comunidad Internacional conceptuó en palabras de Federica Mogherini, entre otras personalidades, como “un ejemplo para todo el mundo de que la reconciliación puede lograrse a través del diálogo”, queda muy poco, incluyendo claro está, la inmensa invaluable voluntad de concordia de quienes han creído en tal camino a pesar de las adversidades.
En este plano yo agradezco mucho a quienes mantienen el respaldo crítico al proceso, y entre este universo de perseverantes a todas y todos mis abogados, quienes sin el pago de una sola moneda han atendido nuestra causa. Y a su lado, a esa pequeña gran legiónde leales que han estado atendiéndolo todo con tanto cariño, entrega, ejemplo y esperanza en que podremos salir avante.
Cada quien – y ya sabemos quién es quién – ha puesto lo que ha podido y más, aún a sabiendas que lo que se ha venido imponiendo, desde antes del gobierno de Duque, aquello de que “el primer desafío del Centro Democrático será el volver trizas ese maldito papel que llaman acuerdo con las FARC”, en reafirmación de algo que deberá tener muy en cuenta cualquier movimiento alternativo o de oposición, incluyendo las insurgencias que crean en el diálogo como instrumento para la solución de conflictos, hoy especialmente el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y es que con el régimen colombiano, en materia de paz con justicia social ‘nada está acordado así todo esté acordado’. Y el que lo dude que mire en nuestro espejo roto.
Como ya ustedes lo habían dicho a principios de julio “la paz de Colombia está atravesando una peligrosa turbulencia que la puede empujar definitivamente al abismo de los procesos fallidos”.
Pienso que nuestro Acuerdo de noviembre de 2016 ya va rodando, pero creo que siempre podemos acudir en su auxilio. De ahí que sea tan importante y principal “compenetrarnos con la idea de que la fuerza para la solución del proceso reside en la potencia de la movilización del pueblo”.
Como diría nuestro Che Guevara, “es el heroísmo del pueblo en lucha el que impone las soluciones”.
Confío absolutamente en el carácter revolucionario de nuestros compañeros y compañeras de lucha; confío absolutamente en ustedes, en su camaradería, en sus sentimientos de patria grande y socialismo, en su capacidad de conducción, en sus determinaciones.
¡Aquí estoy pa’ las que sea!
¡Primero muerto que descolorido!