A 189 años de la desaparición física del Libertador Simón Bolívar, las FARC-EP (Segunda Marquetalia) rinden homenaje al Gran Héroe depositando en su tumba un ramillete de esperanzas en la Gran Nación de Repúblicas hermanas de sus sueños, concebida como garantía de independencia y libertad frente a las pretensiones neocoloniales del terrible monstruo del Norte que mostraba las garras de su ambición con la Doctrina Monroe y su Destino Manifiesto.
Aun resuenan en el firmamento latinoamericano y caribeño sus exhortaciones a la unidad convertida en divisa para enfrentar y vencer a opresores poderosos. “Unidos seremos fuertes y mereceremos respeto; divididos y aislados, pereceremos”, era su sermón de la montaña que aun pugna por anidar en el corazón de Nuestra América.
“La unión es lo que nos hace falta para completar la obra de nuestra regeneración. Una sola debe ser la patria de todos los americanos. La América así unida (…) podrá llamarse la reina de las naciones y la madre de las repúblicas”.
Ese era su más esplendoroso proyecto estratégico e intentó darle vida y forma en el Congreso de Panamá, hoy convertido en una victoria postergada que habrá de triunfar en el campo de batalla del nuevo Ayacucho de nuestra definitiva independencia.
Toda nuestra admiración, para el Bolívar político alfarero de Repúblicas sin desigualdades ni esclavitudes, el estadista apasionado por la educación de las nuevas generaciones en vuelo hacia el futuro de libertad, el admistrador pulquérrimo de la hacienda pública, el enemigo de la corrupción de los gobiernos y de la impunidad, el Bolívar democrático y antiimperialista.
Nuestra admiración para el Bolívar que nunca han querido las oligarquías santanderistas del continente que fingen rendirse ante el Bolívar guerrero, pero que relegan al ser político y justiciero que quería dignidad para los de abajo. Bolívar quiere -decían, y aún lo perciben así- “provocar una guerra interior en la que ganen los que nada tienen, que siempre son muchos, y que perdamos los que tenemos, que somos pocos”. Vaya si estaban molestos con esa potencia moral que tronaba: “yo antepongo siempre la comunidad a los individuos”.
“Sea lo que fuere, no nos hallamos ya en los tiempos en que la historia de las naciones era escrita por historiógrafos privilegiados a los cuales se les daba plena fe sin examen… Son los pueblos los que deben escribir sus anales y juzgar a los grandes hombres –decía Bolívar-; venga, pues, sobre mí el juicio del pueblo colombiano; es el que yo quiero, el que apreciaré, el que hará mi gloria”.
Desde el cielo el Libertador aplaude el despertar de las conciencias y la rebeldía de los pueblos de Nuestra América contra la tiranía económica de los malos gobiernos. Somos la historia que se está escribiendo; si marchamos juntos contra esas tiranías, si persistimos en la lucha, TRIUNFAREMOS.