UN SOLO CORAZÓN, PARA VENCER. DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER
“La libertad es una mujer
que no ha podido liberarse porque
debe coser y planchar sus banderas”
Patricia Ariza, dramaturga colombiana
(Hojas de papel volando)
Desde las montañas de Colombia, las FARC-EP Segunda Marquetalia, rinden un homenaje de amor a las mujeres que, como la Gaitana, Policarpa, Manuela Beltrán, Micaela Bastidas, Luisa Cáceres, Manuela Sáenz, lucharon con todas sus fuerzas por la emancipación, homenaje que extendemos este 8 de marzo, día internacional de la mujer, a esa constelación de estrellas rebeldes que son las mujeres que hoy continúan esa lucha bajo las banderas de la libertad y la justicia. Para ellas un abrazo; y para las que cayeron soñando un mundo mejor, más solidario y humano, el beso de nuestros recuerdos.
Luchar sin descanso por la ruptura de los históricos prejuicios del patriarcado es deber de todos y todas. Necesaria es la unidad de los feminismos insurrectos e insumisos porque en la unidad está la fuerza irresistible que transforma a la mujer organizada en pie de lucha, con su protagonismo, en el componente más decisivo en la lucha por el cambio social y político, por un nuevo gobierno.
La paz de Colombia, cuando llegue finalmente, habrá de tener rostro de mujer. Siendo la mujer el alma del campo, para ella y su familia deben ser la titulación de tierras y la justicia agraria. La paz no podrá llamarse paz sin más y más participación política de las mujeres, sin oportunidades de empleo bien remunerado y sin mayores posibilidades de educación. La reparación material y espiritual del corazón más victimizado del conflicto, que es de la madre, el de la mujer, es un imperativo de justicia.
Para cualquier circunstancia, es positivo vincular las discusiones en torno a los derechos de la mujer, con los problemas causales de la desigualdad, la miseria, la falta de democracia, la exclusión y demás factores generadores del conflicto colombiano, para no perder de vista, que como telón de fondo está el fenómeno de la lucha de clases.
La lucha por la igualdad de género debe ponernos en el camino de reivindicar a las mujeres empobrecidas y oprimidas por el sistema que las somete a múltiples formas de explotación y de humillación, ya sea en la fábrica, en la maquiladora, en el limosneo, en el prostíbulo, en sus correrías de desplazada o de migrante, como «mula» del narcotráfico, en su condición de blanca pobre, de india en la miseria, de negra en la marginalidad, o en su condición de discapacitada, o de trabajadora precarizada, o estigmatizada por un ambiente machista y patriarcal. Igualmente la lucha de género y por la igualdad debe incluir el rechazo a la discriminación por asumir cualquiera de la opciones sexuales y de género.
En consecuencia, de toda esta reflexión, las FARC-EP, asumen como principio, entonces, el reconocimiento de la igualdad de género y en especial la reivindicación de los derechos de la mujer, imponiéndose el compromiso de luchar por su materialización en el seno de la sociedad. Porque el homenajear a la mujer cada día, deberemos hacerlo profundizando en el conocimiento, reconocimiento y difusión de su papel, afianzando la premisa de que es el desenvolvimiento de sus facultades y derechos a plenitud, lo que define a la humanidad en su verdadero rango; y que es el nivel de emancipación de la mujer lo que nos habla del grado de civilización de un pueblo y el nivel de cualificación de nuestras convicciones.
Para coronar con éxito esta lucha, como todas las que se despliegan desde abajo, es indispensable la unidad, la reunión de conciencias y voluntades. En ello insistió María Cano en el siglo pasado: «Seamos un solo corazón, un solo brazo. ¡Cerremos filas y, adelante! Un momento de vacilación, de indolencia, dará cabida a una opresión más, a nuevos yugos». Vamos pues en busca de esa nueva aurora.