Ponencia de las FARC-EP en el Seminario Comunista Internacional de Bruselas
Compañeras y compañeros asistentes al XIV Seminario Comunista Internacional, en primer lugar quiero transmitirles un saludo bolivariano y revolucionario de parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia Ejercito del Pueblo, FARC-EP
En este importante evento, a cuyos organizadores agradecemos por el espacio que nos brindan, queremos denunciar clara y contundentemente el carácter fascista y reaccionario del gobierno de Uribe Vélez, actual personero y representante de los intereses de la oligarquía colombiana y del imperialismo norteamericano.
Colombia, como ustedes bien saben, es un país extremadamente rico desde el punto de vista de los recursos y reservas naturales: oro, esmeraldas, uranio, carbón, petróleo, madera, biodiversidad, riquezas hídricas y todo tipo de productos agroalimentarios. No obstante, los trabajadores y el pueblo en general padecen condiciones infrahumanas; en un país donde el 70 % de la población vive por debajo del umbral de la pobreza, el 80 % de las mejores tierras son propiedad del 1.5 % de los terratenientes y el desempleo afecta más del 25 % de la fuerza laboral.
A estas condiciones de explotación, desigualdad social e injusticia estructural, se suma la guerra contra el pueblo, desatada hace más de medio siglo por el Estado y su régimen antidemocrático. Llámese guerra sucia, preventiva o de baja intensidad, dicha agresión ha obligado al pueblo a defenderse, y a tomar las armas para resistir.
Esa heroica resistencia, que hace 41 años protagonizaron 48 campesinos encabezados por Manuel Marulanda Vélez contra 16 mil soldados, la aviación estadounidense y -por primera vez en América Latina- el recurso a la guerra bacteriológica; ha tenido siempre como bandera la solución política del conflicto social y armado. Esa misma resistencia insurgente, el Ejército del Pueblo, que ya no es de un puñado de hombres y mujeres sino de decenas de miles de combatientes y militantes comunistas.
Después de la ruptura del proceso de paz entre las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia y el gobierno conservador del ex presidente Pastrana, emprendida unilateralmente por éste con el objetivo de abrirle el paso a la guerra total, la intervención militar gringa se ha acrecentado como nunca; bajo el pretexto de la lucha contra el llamado “terrorismo”, y con la mampara de la lucha al narcotráfico (verdadera trasnacional capitalista), el Plan Colombia ha implementado una reingeniería de las fuerzas armadas oficiales (las mejor equipadas del continente) con una inyección de más de 3000 millones de dólares de ayuda en armamento altamente sofisticado, entrenamiento de batallones contra-guerrilla y miles de efectivos y mercenarios gringos que intervienen en selvas y ciudades del país.
Con el gobierno de Uribe Vélez, elegido a punta de amenazas y por menos del 25 % de los colombianos con derecho al voto, el proceso de fascistización del Estado se ha acelerado enormemente. En el plano interno, Uribe ha adelantado reformas corporativistas y ultra-neoliberales en materia de trabajo, jubilaciones y justicia, aumentando el poder del ejecutivo y centralizando el control de los aparatos institucionales. Su política, la mal llamada “seguridad democrática”, pretende convertir a Colombia entera en un teatro de operaciones militares, en el que defensores de derechos humanos, líderes sindicales, dirigentes populares y opositores en general deben ser cazados, encarcelados, aplastados y asesinados. Lejos de cumplir las promesas politiqueras, el régimen uribista ha estimulado y multiplicado la corrupción y la impunidad, legalizando no solamente el paramilitarismo de Estado sino también sus narcocapitales, acumulados previo desplazamiento forzoso de más de 3 millones de colombianos.
En el plano regional e internacional, Uribe ha sido y sigue siendo el más fiel sirviente de Washington, interpretando a la perfección el papel de administrador sumiso de un protectorado yankee. Según los planes del South Com, el Estado colombiano (único en América Latina en declararle la guerra a Irak), debe ser cada día más el bastión de la reacción contra los procesos de cambio que, aunque de manera heterogénea, se están dando en el continente, como evidencia el caso emblemático de las provocaciones hacia la revolución Bolivariana de Venezuela. De hecho, el Plan Colombia es el eje militar del proyecto de neocolonización de América Latina e imposición del Área de Libre Comercio de las Américas, ALCA, que se adelanta en esta etapa a través de la fórmula de los Tratados de Libre Comercio bilaterales o multilaterales.
La aceleración del Plan Colombia en el 2005 ha sido el Plan Patriota, una ofensiva militar del ejército oficial concentrada particularmente en el sur del país y dirigida en el terreno por oficiales norteamericanos.
Pero a pesar de 20 mil hombres de tropas especiales, helicópteros, aviones y tanques de guerra, y el despilfarro de millones y millones de dólares, los triunfalismos y las bravuconadas del Gobierno obedecen única y exclusivamente a la realidad virtual de la desinformación estratégica difundida por los medios de la oligarquía, mediante los cuales Uribe pretende venderle a Colombia y al mundo, la idea de que la guerrilla estaría replegada, en desbandada y a punto de ser derrotada.
Más allá de las mentiras y las proclamas, Uribe Vélez sabe que el Plan Patriota está fracasando y que su tambaleante “seguridad democrática” se está hundiendo, frente al avance político-militar del Ejército del Pueblo hacia la toma del poder y la construcción de la Nueva Colombia, en paz con justicia social.
Producto de esta nueva etapa, en la que toman cuerpo las contradicciones dentro del establecimiento y las masas se movilizan para reclamar sus derechos pisoteados, crece el afán de Uribe por imponer las modificaciones constitucionales que le permitirían volver a candidatearse en el 2006 para la reelección presidencial. Y en ese afán, complementario a la obsesión de complacer a Bush, Uribe ha entregado definitivamente la soberanía nacional con la extradición a los Estados Unidos de dirigentes y combatientes revolucionarios, como en el caso de Sonia y de Simón Trinidad. Al mismo tiempo, el gobierno colombiano está reeditando, bajo el mando de la CIA, el Plan Cóndor, mediante operaciones encubiertas y terroristas extraterritoriales, como en el caso del secuestro del dirigente de la Comisión Internacional de las FARC-EP Ricardo Gonzáles, acontecido en pleno centro de Caracas en diciembre pasado.
Acusados y extraditados en base a testimonios falsos y burdos montajes judiciales, los camaradas Sonia y Simón Trinidad, se encuentran detenidos en cárceles del Imperio, en aislamiento, prácticamente incomunicados y en condiciones sumamente difíciles. No obstante, esos combatientes del pueblo han demostrado y siguen demostrando toda su entereza y dignidad revolucionaria, aún tras las rejas, sin arrodillarse frente a sus carceleros gringos.
Compañeras y compañeros; pedimos que de este importante evento de los comunistas y marxistas-leninistas, salga una declaración de solidaridad con Ricardo, Simón y Sonia, y de apoyo a un canje de prisioneros de guerra entre la insurgencia y el Estado colombiano, que permita a los presos en poder de las partes volver a recuperar la libertad.
¡En Simón, Sonia y Ricardo resisten los pueblos que luchan por su liberación!
Muchas Gracias.
Contra el imperialismo, por la patria!
Contra la oligarquía, por el pueblo,
Hasta la victoria final, somos FARC-EP
Comisión Internacional
Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia-Ejército del Pueblo, FARC-EP