El jefe mercenario de la empresa CTU Security de Miami (que aparece sonriente junto al presidente Duque en un foto que circula en redes), Christian Emmanuel Sanón (autor intelectual capturado con distintivos de la DEA), Dimitri Herard (Jefe de seguridad del presidente que registra 7 viajes recientes a Bogotá), y un grupo de mercenarios colombianos, todos ellos ex-militares, fueron los autores del brutal asesinato del presidente legítimo de uno de los países más pobres del mundo.
Este hecho repudiable constituye una vergüenza infinita para nuestro país. No permitamos que el Estado colombiano exporte a otros territorios su experiencia en el asesinato de líderes y lideresas sociales, su pericia en masacres a la población civil, y la práctica genocida de los “falsos positivos”, para que sean aplicados al homicidio de presidentes y autoridades de otros países.
Uribe y Duque, le deben al mundo una explicación coherente en torno a su tolerancia frente a la explosión de mercenarios colombianos que hoy están regados por el mundo constituyendo una amenaza real contra ciudadanos de otras latitudes. Ya están en Irak, en Yemen y en Arabia Saudita; mercenarios son los militares que tiene Colombia en el Sinaí, y una actitud mercenaria tiene el actual gobierno al hacerse el de la vista gorda y permitir que en la Guajira colombiana se entrenaron los mercenarios de la Operación Gedeón, que buscaban capturar o asesinar al presidente de Venezuela y a otros dirigentes y autoridades de ese país.
Lo que acaba de suceder en Haití es una campanada de alerta para todos los pueblos de Nuestra América. No hace mucho Duque anunció la creación de una fuerza especial para combatir y rechazar amenazas transnacionales… Muy cerca de Haití está Cuba, la república odiada a muerte por el gobierno de Estados Unidos por abrazar un orden social justo que ofrece humanidad y solidaridad a los pueblos del mundo, razón por la cual la tiene sometida al más arbitrario bloqueo económico, comercial y financiero, actitud que clama la más grande solidaridad de los pueblos hacia la isla.
Debemos exigir al Estado colombiano el desmonte de estas empresas de mercenarios criminales y exigir la adopción inmediata de una política exterior basada en el respeto a la libre autodeterminación de los pueblos, que promueva la hermandad y la cooperación con todos los países del mundo, por la paz y por la justicia. No queremos gobiernos camorristas como este de Duque y Uribe contra Venezuela.
En la hermandad de las dos naciones está la clave, no solo de nuestro futuro de independencia, sino también de vida digna para todos los que poblamos el espacio de Nuestra América.