COMUNICADO A LOS TRABAJADORES DE LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN
A los trabajadores de los medios de comunicación:
“Ya que es difícil reconocer la verdad, que por doquier sofocan, muchos creen que escribirla o no escribirla es problema de carácter; creen que basta el valor y olvidan la segunda dificultad: encontrar la verdad. En ningún caso se podrá decir que encontrarla sea fácil”.
Bertolt Brecht.
(Cinco dificultades para quien escribe la verdad).
Decidido a ocultar el creciente descontento y organización popular, determinado a esconder la crueldad de la guerra sucia contra los sectores que luchan por una vida mejor, el gobierno mexicano utiliza la “fuerza del Estado” contra los periodistas que cumplen su labor informativa y no se pliegan a las oficiosas pretensiones de convertirse en delatores.
Nuestro país vive el surgimiento de diversas organizaciones democráticas y revolucionarias que luchan abierta o clandestinamente contra la antidemocracia, la injusticia y la abismal desigualdad económica y social.
El primero de septiembre el Estado declaró la guerra contra un sector del pueblo que hemos optado por las armas como forma de lucha que, combinada con todas las demás formas de lucha política, electoral y económica, coadyuve a sustituir al actual gobierno por uno que represente los intereses populares, que impulse y respete las resoluciones de un Congreso Constituyente del que emane una nueva Constitución, y que impulse el reordenamiento económico nacionalista y equitativo.
Para dar continuidad a la guerra sucia y ya no tan secreta contra el pueblo, el gobierno necesita maquillar la realidad en dos sentidos: a nosotros, así como a otros movimientos revolucionarios, intenta ponernos máscara de delincuentes comunes, sin objetivos ni capacidad política o bien de terroristas, amantes de la guerra y destrucción en sí.
Por otra parte, el Estado intenta colocarse a si mismo una máscara de todo lo que no es: justo, nacionalista, democrático, popular, etc. etc.
La cotidiana e irrefutable realidad es el mas claro desmentido a ambos intentos. Por un lado nosotros seguimos creciendo, en la medida de la esperanza de los mas explotados, de los ancestralmente humillados y despojados.
Por otra parte el modelo neoliberal implica, mediante rigurosos compromisos internacionales, el saqueo de nuestros recursos, el desmantelamiento de la planta productiva, el remate y entrega de la industria estratégica y prioritaria. El modelo neoliberal que el imperialismo diseñó para nuestros pueblos latinoamericanos entraña la crueldad del desempleo, de la mendicidad, de la migración, de la muerte por hambre, entre otras secuelas sociales.
En este contexto, ocultar la realidad adquiere importancia estratégica para el antipopular gobierno. Los antiguos mecanismos de control son ya insuficientes, por lo que abrió un nuevo frente en la guerra sucia contra el pueblo, enfocando las fuerzas del Estado contra los comunicadores que ejercen su derecho a informar lo que acontece en nuestro país. Parte innegable, palpable y concreta de esta realidad es la existencia del movimiento revolucionario, dentro del cual figuran el PDPR y el EPR.
Se intensifica el control autoritario de los medios de comunicación. La espada de Damocles se hace mas ostensible mediante presiones, con sabor a mensaje para todos los demás, como la auditoría fiscal y juicio emprendido contra El Universal, así como las amenazas veladas o directas que van desde el consabido retiro de publicidad o destrucción de reputaciones hasta los mensajes de “mira lo que te puede pasar si sigues”, como el que intentaron realizar con el director de Contrapunto de Oaxaca, Razhy González.
Por la forma de operar y el tipo de interrogatorio, así como por la similitud con los secuestros perpetrados contra luchadores sociales democráticos, es obvio que el secuestro del periodista oaxaqueño fue cometido por un grupo operativo de inteligencia militar. Todo indica que, después de interrogarlo pensaban asesinarlo, con el doble objetivo de enviar un mensaje escarmentador a los demás periodistas y por otra parte, en una jugada mas de la guerra sicológica, intentar horrorizar a la sociedad atribuyéndonos ese crimen ya que, de acuerdo al testimonio del periodista, una de las amenazas era ponerle a su cadáver un letrero de “traidor”.
En el caso de Razhy González, ustedes, sus compañeros de profesión le salvaron la vida, ya que la denuncia pública, nacional e internacional así como la indignación y movilización que realizaron, fueron determinantes para evitar su asesinato. La bestia midió fuerzas y decidió dar un paso atrás, por el momento.
A la vez, algunos de ustedes han denunciado diversos amagos, como la aparición de una lista de comunicadores que el estado, en una actitud intimidatoria trata de vincularlos a nosotros, como prueba irrefutable el tribunal de la neo inquisición tiene, of course, “el delito” de habernos entrevistado así como cubrir diversas noticias relacionadas con nuestra existencia.
Llamadas telefónicas, citatorios, órdenes de presentación en la PGR así como el exhorto de Diodoro Carrasco a no jugar al periodismo crítico y a convertirse en delatores, así como los cínicos desmentidos de Gobernación y PGR en el sentido de que no se investiga ni se persigue a los periodistas, son parte de la política oficial hacia los medios de comunicación en general y en particular hacia los comunicadores que con ética profesional, honestidad y valor arriesgan su seguridad en una constante búsqueda de la verdad.
Las declaraciones y filtraciones amenazantes así como los consiguientes desmentidos, por su cinismo aberrante, son un insulto a la inteligencia y al criterio. ¿En verdad el estado juzga tan incautos a los comunicadores como para creer que en México no se coacciona ni se persigue a periodistas?.
La conminación a revelar las fuentes y en el caso de entrevistas con movimientos clandestinos, a revelar los mecanismos y detalles del contacto es exigirle al periodista que traicione su ética profesional y humana, es similar a exigirle al sacerdote que revele secretos escuchados en la confesión o demandarle al abogado defensor que traicione el secreto profesional y, si no lo hace, acusarlo de cómplice, secuestrarlo, torturarlo y amenazarlo de muerte o con agredir a su familia. El exhorto oficial a ser “responsables”, a no “generar incertidumbre” y a no “magnificar a pequeños grupúsculos”, equivale a la invitación del avestruz a esconder la cabeza, junto con él.
Obtusa forma de entender el periodismo crítico e independiente como un simple juego, como una aspiración a obtener medallas. Alguien que piensa así del trabajo periodístico. ¿Cómo captará las demandas de las organizaciones indígenas, democráticas, sindicales y defensoras de los derechos humanos?. Seguramente conceptualiza como subversivas a todas las organizaciones que luchan por demandas económicas, políticas y sociales, cuya solución está pendiente desde hace mas de 500 años.
Diódoro Carrasco, dejó entrever la verdadera posición oficial ante los comunicadores críticos y objetivos. En su burda amenaza sencillamente demandó a los periodistas que realicen el trabajo sucio que han sido incapaces de realizar centenares de agentes de inteligencia militar, el Cisen y de “orejas” adscritos a las Procuradurías de Justicia de cada entidad.
El control autoritario de los medios de comunicación es característico de los gobiernos antidemocráticos. Ahora el impopular Estado mexicano amenaza convertirse en el omnipotente Torquemada, vigilante de que los comunicadores cumplan una supuesta legalidad para, obviamente, permitir que solo se publique lo que convenga al Estado.
En el inexistente Estado de derecho, la ley es solo un garrote que se utiliza para amenazar, golpear y destruir a quienes no se apegan estrictamente a los mandatos oficiales de “obedeced, callad y aplaudid”. En cambio la impunidad protege a los criminales contra el pueblo, a los saqueadores de la patria, a los oligarcas que hoy son gobierno.
La impunidad también protege a los cuerpos policiacos, a los grupos operativos de inteligencia militar (cuyas “misiones” son secuestrar, asesinar y torturar a quienes consideran “subversivos”), a los grupos paramilitares, a los guardias blancas, y dentro de esta lista, el ejército federal es el principal “intocable”. Así, el Estado viola las propias leyes que dice respetar. Los negocios sucios como el narcotráfico, las “transas”, jugosas transacciones con el presupuesto oficial, son algunas formas de premiar a los incondicionales del sistema.
Los espacios tan duramente ganados, incluso a costa de sangre, en el ejercicio del quehacer periodístico. El derecho social a informar y ser informado, resultan ahora sumamente incómodos para el absolutismo.
Pese a la persecución, la voz de los periodistas críticos y objetivos, no ha sido silenciada. Su fuerza está en la unidad entre comunicadores, sin importar ideología, cohesionados por la defensa de la libertad a ser informado y a informar, el derecho al ejercicio libre de un trabajo honesto y digno, libertad de expresión, de opinión, de reunión y de tránsito.
Solo con la unidad, la solidaridad, la denuncia pública nacional e internacional y la movilización lograrán frenar la embestida gubernamental contra los comunicadores.
Acertadamente algunos de ustedes han expresado en cartas públicas que su única complicidad es con la verdad.
A ustedes les reiteramos que, sin importar que no estén de acuerdo con nosotros, jamás ningún periodista será agredido de nuestra parte.
A ustedes, trabajadores de la comunicación, escrita, radial y televisiva, los exhortamos a intensificar los lazos de unidad y solidaridad entre colegas. A cerrar filas en la defensa de la libertad de expresión y el derecho constitucional a la información.
A fortalecer los lazos de unidad y solidaridad para, ante otro eventual ataque contra cualquier comunicador, inmediatamente denunciarlo a nivel nacional e internacional y movilizarse hasta, como en el caso del director de Contrapunto, obtener su liberación.
A no dejarse intimidar “bajándole el tono” a la denuncia, al análisis crítico, a la llana y objetiva exposición de hechos. A no ceder ni un milímetro en el libre ejercicio de su quehacer informativo.