El MRP expresa su voluntad de diálogo y paz

Señores:
 
Comisión de paz del Senado de la República
Comisionado de paz: sr Danilo Rueda
Canciller: Sr Álvaro Leyva Duran.
 
Reciban de nuestra parte un cordial saludo lleno de entusiasmo y esperanza por el hecho político de un gobierno que abre las posibilidades de superar la actual crisis nacional, fundamentalmente al intentar conjurar el nuevo ciclo de guerra y violencia en ciernes sobre nuestro país. La anterior afirmación puede con seguridad parecer cruda, pero sus cualidades políticas y analíticas sin duda alguna les permiten reconocer el momento histórico crucial en el que Colombia se juega su entrada a la modernidad tantas veces postergada y con ella la consolidación de una paz que permita abocarnos como sociedad a la construcción de un verdadero proyecto de nación democrática, incluyente, que reconozca a sus pueblos, a sus hijos ninguneados y olvidados desde siempre.
 
El Movimiento revolucionario del pueblo MRP, convencido como tantos otros de las necesarias transformaciones políticas que requiere Colombia, se dirige a ustedes para manifestar la intención honesta y clara de aportar en la solución de los actuales problemas nacionales. El MRP separado de las formas tradicionales de organización de la inconformidad, con una faceta armada y al tiempo una amplia base social y una estructura actuante en medio de la cotidianidad de nuestra gente y de la vida política nacional, desarrolla su trabajo de organizar asimétricamente la rebeldía y la rabia desorganizada de nuestro pueblo en los ámbitos populares, barriales, estudiantiles y semi-rurales, sin declararnos representantes o voceros absolutos de esos sectores, pues nuestra concepción es ajena a esa perspectiva, en tanto reconocemos la diversidad de posiciones y posturas. Más somos expresión urbana de la insurgencia revolucionaria del pueblo colombiano.
 
Como insurgencia reconocemos que el triunfo electoral de Gustavo Petro podría marcar un punto de inflexión en la historia política de Colombia, pues por primera vez ascienden: a la vicepresidencia; una mujer de origen humilde, lideresa social, luchadora por los derechos de los nadies, sin abolengos rancios pero con argumentos recios; y a la presidencia un político que no ha sido artífice, sirviente, beneficiario o impulsor del proyecto político y económico de “la masacre con sentido social” propia de la visión del neoliberalismo armado colombiano, proyecto que, ustedes no lo ignoran, ha sido una realidad política, histórica y militar que ha devorado a los más pobres de nuestra patria.
 
Las movilizaciones y exigencias del pueblo colombiano por ciudadanía y derechos conocidas en las explosiones de inconformidad de 2019, 2020 y 2021 (en las que hemos aportado humildemente) han generado el ambiente propicio para que la falta de legitimidad y crisis política del bloque de poder contrainsurgente sean evidentes y al tiempo se revele la poderosa idea de cambio guardada en la esperanza y el corazón de millones de colombianos, idea que tuvo otra de sus señales en las urnas. Todas cosas muy buenas, porque la democracia en las calles, los campos; la democracia a cielo abierto, fue capaz de revertir las intenciones del fascismo narcotraficante de atornillarse en el poder   para mantener alejados y víctimas de la política a millones de nadies necesitados y levantiscos, pero repletos de futuro e ilusión por los cambios profundos que nos consoliden como nación en el siglo XXI. Sin embargo son varias las dificultades que se vislumbran en medio de las posibilidades, entre otras:
 
1. La conspiración y el sabotaje de los sectores más reaccionarios y fanáticos de los fascistas criollos enquistados en instituciones que han manejado desde siempre; en el poder judicial, en el poder legislativo, en las fuerzas militares y de policía; más el odio de los dueños de ejércitos privados que han sido el sostén de su poder y su riqueza - aunque hoy tengan serias disputas entre empleados y patrones-.
 
2. La disyuntiva que enfrenta el nuevo gobierno: pactar los tradicionales acuerdos burocráticos y financieros con las élites colombianas a fin de garantizar "gobernabilidad" (lo que renovaría ese bloque de poder contrainsurgente conduciendo la nación a otra frustración histórica). O aliarse, dialogar, pactar y fortalecerse con los sectores que históricamente han sido ninguneados y alejados del poder, de los derechos económicos, sociales y políticos, cambiando la tradición de unos pueblos victimas de sus gobernantes.
 
Es nuestra lectura que en tales circunstancias la construcción de paz y democracia  requiere el esfuerzo y la participación del pueblo trabajador, de la pobresia, de los intelectuales y fuerzas políticas de avanzada que se comprometan en esa tarea partiendo de los intereses de las mayorías y no de cálculos burocráticos o clientelistas tan comunes en nuestro país. Si se habla de cambios en serio y de la inclusión popular en la dinámica política nacional, la cuota inicial de respaldo social se ha puesto en las calles y en los campos como manifestaciones de un pueblo que no quiere seguir siendo gobernado como lo venía siendo. La palabra de cambio, de esperanza de una mejor vida para el pueblo colombiano, debe plantearse como una construcción colectiva, como ejercicio real del poder de las comunidades a lo largo y ancho del país; como una permanente movilización del pueblo en defensa de sus logros y en ampliación de sus sueños y expectativas.
 
Ese proyecto nacional de país democrático confronta contra el proyecto que venía siendo desarrollado militar y políticamente por el fascismo narco y el neoliberalismo armado colombianos, es decir, lo que el Pacto Histórico ha denominado "la política de la muerte". Desenvolver esa contradicción en un sentido positivo requiere amplitud política, dejar de lado sectarismos, prevenciones y la tendencia a marginar a quienes no aparecen como políticamente correctos o suficientemente "institucionales". En nuestro criterio, un programa político democrático de largo aliento ha de convocar a todas las fuerzas susceptibles de aportar a un proyecto nacional que convierta al pueblo colombiano en protagonista de su propia historia.
 
Sólo la movilización, la organización de las fuerzas políticas de las y los nadies de siempre, lograría poner en su lugar de marginalidad histórica a las fuerzas políticas representantes de la "masacre con sentido social" que llevan muchos años ejerciendo su mal gobierno. Creemos que La confluencia de fuerzas denominada Pacto Histórico debe ampliarse a las fuerzas políticas democráticas y revolucionarias que han luchado por democracia, pan, paz, trabajo, salud, educación y justicia para el pueblo, pues un proyecto nacional de transformaciones democráticas ha de reconocer la multipolaridad política y situarse en el mundo con ese mismo enfoque para darle vida a una democracia real que se traduzca en paz para la nación colombiana, en orgullo, identidad y conciencia que nos sitúen en el mundo como nación y pueblo soberanos dirigiendo  su destino.
 
El MRP está dispuesto a aportar desde su capacidad política y militar a la construcción de una Colombia donde la paz sea expresión de democracia para el pueblo, una Colombia en la que se rompa el ciclo de ignominias, engaños y negación de derechos para los colombianos, una Colombia que pueda cerrar el paso a nuevos periodos de guerra que la falta de visión y de grandeza del bloque de poder contrainsurgente abrieron en nuestra castigada tierra. En ese sentido convocamos a los destinatarios de la presente, y al gobierno nacional a un dialogo franco, que dé luz verde a propuestas y salidas políticas de manera audaz y efectiva, porque nuestra intención política es contribuir a la edificación de  una auténtica democracia, capaz de entregar ciudadanía a todos los colombianos sin excepción y no solo a los afortunados nacidos en cuna de oro. Nuestro compromiso es con la pobresia, con el pueblo colombiano, con las transformaciones que le den voz, ciudadanía y poder a los excluidos de todas las horas y ese compromiso se materializa en acción político militar, en la acción política organizativa y en la defensa de una idea de acuerdo a las circunstancias políticas. Consideramos que es momento de romper el ciclo en el que la confrontación militar o la acción ofensiva, son la que generan las condiciones de escucharse y contraponer constructivamente ideas sobre el futuro de la nación.  Mucho nos ha enseñado la historia de nuestro país sobre lo que cuesta  desoír o despreciar voces por considerarlas marginales, pequeñas, aplastables militarmente, no solo desde Marquetalia o Simacota sino desde la multiplicidad de conflictos regionales o locales en los que exigencias sencillas de las comunidades se transforman en confrontaciones salvajes cuyo ruido impide oír cualquier otra cosa.
 
A la espera de respuestas y propuestas.
 
MOVIMIENTO REVOLUCIONARIO DEL PUEBLO
M.R.P.
 
¡PAZ ES DEMOCRACIA PARA EL PUEBLO!

Transcripción de video difundido en redes sociales.