Los que luchan y los que lloran

Biblioteca
Fondos bibliográficos
Autor
Masetti, Jorge Ricardo.
ISBN
--
Localizador
Bib-01/1
Núm. Páginas
233 pp.
Datos de Edición
Buenos Aires: Editorial Jorge Álvarez, 1969.
Contenido
Existen dos Cubas: la creada para la exportación y la auténtica, la que pugna por ser integralmente una república. 

La primera, convierte el drama en pintoresquismo caribe, con sargentos ascendidos a generales y presidentes fantásticamente ricos que viven en el exilio fomentando revoluciones. La Cuba que escribe Habana con v, para mejor identificación por los extranjeros que van a bailar la rumba, y que sólo tiene voz de maracas y bongó. La Cuba de los carteles de compañías aéreas con bailarines color habano danzando semidesnudos alrededor de una palmera. La Cuba que sólo se concibe libre, mezclada con Coca Cola y con clima tropical acondicionado para turistas que hablan inglés.

Y existe la otra Cuba: la que logró a fuerza de actos heroicos y escalando sobre cadáveres destrozados, saltar la muralla de bolsas de azúcar y mostrar al mundo entero que las estridencias del cha cha cha no lograban tapar sus gritos de indignación. Que la isla de Martí era ocupada por un pueblo, que luchaba violenta y tenazmente por recuperar lo que había ganado al ganar su independencia. Que había logrado que su revolución no fuera una revolución más en el Caribe, sino que se convirtiese en el símbolo de lo que puede la voluntad de ser libre, sobre la maquinaria opresora de una dictadura.

No obstante, había que averiguar qué se escondía, si algo se escondía, detrás de ese formidable movimiento.

Contra todas las previsiones, a pesar de las violentas represiones, superando el terror sembrado con prodigalidad de asesino millonario, la revolución cubana no podía ser sofocada y archivada. Los hombres, encabezados por Fidel Castro, se habían mantenido demasiado tiempo en el campo de batalla y la publicidad que había logrado su lucha era lo suficientemente profusa, como para despertar sospechas.

Confieso que salí de Buenos Aires lleno de dudas. Mi opinión sobre Batista estaba formada, por supuesto. Pero había que averiguar quiénes eran los que trataban de voltearlo y a qué intereses respondían.

La única forma de saberlo, de despejar los interrogantes que siempre dejaban abiertos los cables de las agencias noticiosas, de conocer si realmente la causa del Movimiento 26 de Julio merecía la adhesión de quienes querían la libertad de Latinoamérica, era ir hasta Fidel Castro y plantearle claramente las preguntas que nos hacíamos aquí.

Los argentinos queríamos saber quién era el hombre que encabezaba la revolución en Cuba, qué era el Movimiento 26 de Julio, qué aspiraciones tenía y quién lo financiaba. Queríamos saber si las balas que se disparaban contra Batista eran pagadas en dólares o en rublos o en libras esterlinas. O si se daba en Latinoamérica la desconcertante excepción de que una revolución en marcha liada el triunfo, fuese financiada por el propio pueblo.

J. R. M.