País
Teología para el Tercer Mundo
Los cristianos, la violencia y la revolución.
Biblioteca
Fondos bibliográficos
Autor
Cristianismo y Revolución [Ed.]
ISBN
--
Localizador
Bib-01/1
Núm. Páginas
230 pp.
Datos de Edición
Buenos Aires: Ediciones Cristianismo y Revolución, 1969.
Contenido
"¡Oigan esto, ricos!:
Lloren y griten por las desgracias que van a sufrir.
Sus riquezas están 'podridas y sus finas ropas están comidas por la polilla.
Su oro y su plata están oxidados, y esto mismo será una prueba contra ustedes
y destruirá sus propias carnes como fuego.
Han amontonado riquezas en estos días que son los últimos.
El pago que ustedes no les dieron a los hombres que trabajaron en su cosecha,
está reclamando contra ustedes; y el Señor de los ejércitos ha oído los
reclamos de esos trabajadores.
Aquí en la tierra ustedes se han dado una vida de lujo y placeres, engordando
como ganado;
Y YA LLEGA EL DÍA DE LA MATANZA."
Santiago 5, 1-5
Esta advertencia del Apóstol Santiago podría ser acusada por cualquier "servicio de seguridad" como apología de la violencia o instigación a la rebelión. Son los signos de los tiempos que se están cumpliendo entre nosotros, por algo estamos en las vísperas del "día de la matanza".
En nuestro país se está cumpliendo lo que anunciaron loa Obispos latinoamericanos en Medellín: "miembros de los sectores dominantes recurren, a veces, al uso de la fuerza para reprimir drásticamente todo intento de reacción.
Les será muy fácil encontrar aparentes justificaciones ideológicas (v. gr. anticomunismo) o prácticas (conservación del "orden") para cohonestar este proceder." (I,6).
Esta realidad de la violencia de los que oprimen y explotan, "la violencia institucionalizada", se da en nuestra América Latina y en el Tercer Mundo, y golpea la conciencia de los cristianos que nos proponemos ser fieles al Evangelio en la solidaridad con la lucha de liberación de los pueblos de Asia, África y América Latina y toda la humanidad.
Hay, en torno a esta cuestión de la violencia, un deliberado malentendido, una deliberada confusión y una permanente necesidad de los ricos de mantener en torno a este tema las más falsas premisas y los más criminales principios que sirvan para la justificación del estado de violencia organizada y establecida.
Por eso, estas reflexiones de un grupo de teólogos y políticos reunidos por iniciativa de los sectores cristianos militantes de Francia, serán de mucha utilidad para aclarar conceptos, ubicar los planteos, delimitar las discusiones y aportar a un esclarecimiento muy necesario en el cristianismo.
No se trata de resolver, en las discusiones y en las palabras, las situaciones revolucionarias que nos toca vivir y en las cuales vivimos nuestra definición y vocación cristiana.
No debemos olvidar nunca que "mientras refinamos nuestro pensamiento elevadamente teológico y espiritual, el mundo de los pobres crece, ve cómo se contrae su estómago y se debate en unas situaciones cada vez mas inextrincables. De hecho es como si optáramos por la tranquilidad. Elegimos la "coexistencia pacífica" con un mundo que de hecho nos la impone y que se aprovecha de nuestro silencio y de nuestra inacción para proseguir su política brutal. La paz nos la conseguimos a costa de los pobres. Y somos cómplices de esta violencia que afecta a continentes enteros.
Para los cristianos que vivimos las tensiones y la crisis de las luchas del Tercer Mundo, estas reflexiones teológicas y políticas realizadas en Francia unos meses antes de los "acontecimientos de mayo", serán un valioso aporte pero ninguna elaboración teórica y ningún testimonio solidario pueden reemplazar la experiencia que nos da el compromiso militante y confrontación de cada día, de cada minuto, cada hecho con la violencia del sistema capitalista que pretende seguir con los cristianos como verdugos de sus hermanos.
Nada cambiarán nuestras distinciones escolásticas: esta violencia existe, aunque no queramos verla, o aunque queramos «explicarla». Puesto que nosotros somos «civilizados», le hemos dado unas leyes que permiten que se ejerza «honradamente». Así, por ejemplo, se puede, sin suscitar indignación, matar con fuego y con napalm a poblaciones enteras, mientras que indignamente se reprueba que un «terrorista» haga volar un chalet en el que se refugiaban unos militares enemigos. La bomba lanzada desde el avión entra dentro de lo normal, y la bomba de «fabricación casera» es considerada desleal. El Señor hablaba de los escribas y los fariseos hipócritas. Hemos de creer que todavía son muchos los que en el Pueblo de Dios han aprendido a filtrar con minuciosidad y escrúpulos los mosquitos y que se tragan un camello sin pestañear.
Los sucesos de mayo en Córdoba y en todo el país han demostrado que la "violencia institucionalizada" se manifiesta con toda su expresión a través de la represión que mata en las calles a obreros y estudiantes y que pretende "condenar" con cárceles a compañeros sindicalistas, universitarios, militantes y combatientes porque ejercen la violencia de la liberación, la violencia de los pobres, la violencia del pueblo.
Son muchos los militantes cristianos que han estado en las calles y que se han jugado solidariamente con los pobres, con el pueblo trabajador que organizó la protesta, la rebelión y la respuesta a quienes vienen despojando y burlando los derechos populares; a quienes —por la fuerza y violencia —vienen usurpando el poder que pertenece al pueblo.
Y estos acontecimientos han planteado a todos los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad, una serie de interrogantes, de cuestionamientos que fueron abordados por los teólogos y militantes de Europa y del Tercer Mundo reunidos bajo el lema "Cristianismo y Revolución", y por ello consideramos plenamente justificada esta publicación.
Una de las tareas de nuestra militancia es enfrentar todas las mentiras, todas las hipocresías, todos los mitos que utilizan en el campo cristiano quienes pretenden que los que creen en Jesucristo no se incorporen a la lucha revolucionaria. Porque nosotros también creemos que "esta lucha por la liberación del hombre es santa, puesto que está en el designio de Dios.
Constantemente nos habla la Biblia de la indignación de Dios ante la injusticia. Y esta indignación de Dios halla su expresión humana en el corazón de los hombres capaces de indignarse; no son todos capaces de ello: y es más fácil llorar, quejarse, "rezar". Es esta indignación la que anima al mundo de los pobres, aún cuando no sepa que es la indignación misma de Dios.
Esta es la razón y la intención con que CRISTIANISMO Y REVOLUCIÓN ofrece este libro a sus compañeros y amigos. Confiamos en que esta publicación contribuya a la permanente batalla ideológica esclarecedora que debemos llevar ofensivamente en medio de tantas mistificaciones y excusas.
No dejamos nunca de combatirnos a nosotros mismos, a todos los miedos, cobardías y egoísmos que buscan hacernos traicionar nuestra existencia cristiana y revolucionaria.
No somos espectadores, ni meros propagandistas, ni divulgadores o especuladores de la violencia, de la liberación y de la revolución del Tercer Mundo. No nos interesa ya la prudencia: "No me es lícito adoptar la postura de la expectativa prudente. Multitud de personas están en peligro: no puedo permanecer mudo, no quiero quedarme como espectador. Si quiero ser consecuente con mi fe, he de saber que mi lugar en la lucha está ya fijado, y no puedo dejarlo vacío. Tanto si soy miembro de una nación prelada como de una nación pobre, tengo que tomar partido. A todos los niveles hay hombres alienados y tengo la obligación de adherirme al combate liberador”.
¿Es necesario repetir que estamos en tiempo de guerra? El combate liberador se libra en todos los frentes, en todas las naciones, en toda la humanidad. Y también en nosotros mismos.
En ese combate por la liberación cayó hace tres años el estudiante y obrero Santiago Pampillón, y en ese mismo combate cayeron los estudiantes y obreros que en estos tres años dieron su batalla generosa y patriota contra los enemigos del pueblo.
También en ese mismo combate siguen cayendo los héroes de la revolución liberadora como Camilo Torres, como el Che, como Ho Chi Minh, como Inti Peredo, como tantos pobres asesinados por la explotación económica, social y cultural.
Nuestro deber como cristianos y revolucionarios es asumir nuestro compromiso total con esta lucha de liberación, que es nuestro compromiso con Jesucristo y con todos los hombres. En eso estamos y esperamos que este pequeño libro sea un arma más para nuestra acción, para nuestra victoria. ¡Porque ya llega el "día de la matanza"!
JUAN GARCÍA ELORRIO
Cárcel de Villa Devoto
12 de setiembre de 1969
Lloren y griten por las desgracias que van a sufrir.
Sus riquezas están 'podridas y sus finas ropas están comidas por la polilla.
Su oro y su plata están oxidados, y esto mismo será una prueba contra ustedes
y destruirá sus propias carnes como fuego.
Han amontonado riquezas en estos días que son los últimos.
El pago que ustedes no les dieron a los hombres que trabajaron en su cosecha,
está reclamando contra ustedes; y el Señor de los ejércitos ha oído los
reclamos de esos trabajadores.
Aquí en la tierra ustedes se han dado una vida de lujo y placeres, engordando
como ganado;
Y YA LLEGA EL DÍA DE LA MATANZA."
Santiago 5, 1-5
Esta advertencia del Apóstol Santiago podría ser acusada por cualquier "servicio de seguridad" como apología de la violencia o instigación a la rebelión. Son los signos de los tiempos que se están cumpliendo entre nosotros, por algo estamos en las vísperas del "día de la matanza".
En nuestro país se está cumpliendo lo que anunciaron loa Obispos latinoamericanos en Medellín: "miembros de los sectores dominantes recurren, a veces, al uso de la fuerza para reprimir drásticamente todo intento de reacción.
Les será muy fácil encontrar aparentes justificaciones ideológicas (v. gr. anticomunismo) o prácticas (conservación del "orden") para cohonestar este proceder." (I,6).
Esta realidad de la violencia de los que oprimen y explotan, "la violencia institucionalizada", se da en nuestra América Latina y en el Tercer Mundo, y golpea la conciencia de los cristianos que nos proponemos ser fieles al Evangelio en la solidaridad con la lucha de liberación de los pueblos de Asia, África y América Latina y toda la humanidad.
Hay, en torno a esta cuestión de la violencia, un deliberado malentendido, una deliberada confusión y una permanente necesidad de los ricos de mantener en torno a este tema las más falsas premisas y los más criminales principios que sirvan para la justificación del estado de violencia organizada y establecida.
Por eso, estas reflexiones de un grupo de teólogos y políticos reunidos por iniciativa de los sectores cristianos militantes de Francia, serán de mucha utilidad para aclarar conceptos, ubicar los planteos, delimitar las discusiones y aportar a un esclarecimiento muy necesario en el cristianismo.
No se trata de resolver, en las discusiones y en las palabras, las situaciones revolucionarias que nos toca vivir y en las cuales vivimos nuestra definición y vocación cristiana.
No debemos olvidar nunca que "mientras refinamos nuestro pensamiento elevadamente teológico y espiritual, el mundo de los pobres crece, ve cómo se contrae su estómago y se debate en unas situaciones cada vez mas inextrincables. De hecho es como si optáramos por la tranquilidad. Elegimos la "coexistencia pacífica" con un mundo que de hecho nos la impone y que se aprovecha de nuestro silencio y de nuestra inacción para proseguir su política brutal. La paz nos la conseguimos a costa de los pobres. Y somos cómplices de esta violencia que afecta a continentes enteros.
Para los cristianos que vivimos las tensiones y la crisis de las luchas del Tercer Mundo, estas reflexiones teológicas y políticas realizadas en Francia unos meses antes de los "acontecimientos de mayo", serán un valioso aporte pero ninguna elaboración teórica y ningún testimonio solidario pueden reemplazar la experiencia que nos da el compromiso militante y confrontación de cada día, de cada minuto, cada hecho con la violencia del sistema capitalista que pretende seguir con los cristianos como verdugos de sus hermanos.
Nada cambiarán nuestras distinciones escolásticas: esta violencia existe, aunque no queramos verla, o aunque queramos «explicarla». Puesto que nosotros somos «civilizados», le hemos dado unas leyes que permiten que se ejerza «honradamente». Así, por ejemplo, se puede, sin suscitar indignación, matar con fuego y con napalm a poblaciones enteras, mientras que indignamente se reprueba que un «terrorista» haga volar un chalet en el que se refugiaban unos militares enemigos. La bomba lanzada desde el avión entra dentro de lo normal, y la bomba de «fabricación casera» es considerada desleal. El Señor hablaba de los escribas y los fariseos hipócritas. Hemos de creer que todavía son muchos los que en el Pueblo de Dios han aprendido a filtrar con minuciosidad y escrúpulos los mosquitos y que se tragan un camello sin pestañear.
Los sucesos de mayo en Córdoba y en todo el país han demostrado que la "violencia institucionalizada" se manifiesta con toda su expresión a través de la represión que mata en las calles a obreros y estudiantes y que pretende "condenar" con cárceles a compañeros sindicalistas, universitarios, militantes y combatientes porque ejercen la violencia de la liberación, la violencia de los pobres, la violencia del pueblo.
Son muchos los militantes cristianos que han estado en las calles y que se han jugado solidariamente con los pobres, con el pueblo trabajador que organizó la protesta, la rebelión y la respuesta a quienes vienen despojando y burlando los derechos populares; a quienes —por la fuerza y violencia —vienen usurpando el poder que pertenece al pueblo.
Y estos acontecimientos han planteado a todos los cristianos y a todos los hombres de buena voluntad, una serie de interrogantes, de cuestionamientos que fueron abordados por los teólogos y militantes de Europa y del Tercer Mundo reunidos bajo el lema "Cristianismo y Revolución", y por ello consideramos plenamente justificada esta publicación.
Una de las tareas de nuestra militancia es enfrentar todas las mentiras, todas las hipocresías, todos los mitos que utilizan en el campo cristiano quienes pretenden que los que creen en Jesucristo no se incorporen a la lucha revolucionaria. Porque nosotros también creemos que "esta lucha por la liberación del hombre es santa, puesto que está en el designio de Dios.
Constantemente nos habla la Biblia de la indignación de Dios ante la injusticia. Y esta indignación de Dios halla su expresión humana en el corazón de los hombres capaces de indignarse; no son todos capaces de ello: y es más fácil llorar, quejarse, "rezar". Es esta indignación la que anima al mundo de los pobres, aún cuando no sepa que es la indignación misma de Dios.
Esta es la razón y la intención con que CRISTIANISMO Y REVOLUCIÓN ofrece este libro a sus compañeros y amigos. Confiamos en que esta publicación contribuya a la permanente batalla ideológica esclarecedora que debemos llevar ofensivamente en medio de tantas mistificaciones y excusas.
No dejamos nunca de combatirnos a nosotros mismos, a todos los miedos, cobardías y egoísmos que buscan hacernos traicionar nuestra existencia cristiana y revolucionaria.
No somos espectadores, ni meros propagandistas, ni divulgadores o especuladores de la violencia, de la liberación y de la revolución del Tercer Mundo. No nos interesa ya la prudencia: "No me es lícito adoptar la postura de la expectativa prudente. Multitud de personas están en peligro: no puedo permanecer mudo, no quiero quedarme como espectador. Si quiero ser consecuente con mi fe, he de saber que mi lugar en la lucha está ya fijado, y no puedo dejarlo vacío. Tanto si soy miembro de una nación prelada como de una nación pobre, tengo que tomar partido. A todos los niveles hay hombres alienados y tengo la obligación de adherirme al combate liberador”.
¿Es necesario repetir que estamos en tiempo de guerra? El combate liberador se libra en todos los frentes, en todas las naciones, en toda la humanidad. Y también en nosotros mismos.
En ese combate por la liberación cayó hace tres años el estudiante y obrero Santiago Pampillón, y en ese mismo combate cayeron los estudiantes y obreros que en estos tres años dieron su batalla generosa y patriota contra los enemigos del pueblo.
También en ese mismo combate siguen cayendo los héroes de la revolución liberadora como Camilo Torres, como el Che, como Ho Chi Minh, como Inti Peredo, como tantos pobres asesinados por la explotación económica, social y cultural.
Nuestro deber como cristianos y revolucionarios es asumir nuestro compromiso total con esta lucha de liberación, que es nuestro compromiso con Jesucristo y con todos los hombres. En eso estamos y esperamos que este pequeño libro sea un arma más para nuestra acción, para nuestra victoria. ¡Porque ya llega el "día de la matanza"!
JUAN GARCÍA ELORRIO
Cárcel de Villa Devoto
12 de setiembre de 1969