La historia de Norma Arrostito es, tanto por lo trágica como por lo legendaria, uno de los capítulos relegados de la vida política argentina en los setenta. Con curiosidad y rigor, Gabriela Saidon cuenta esa historia y nos permite asomarnos a un mundo saturado de palabras pero también de silencio.
El silencio tramposo y culpable y las palabras culpables y tramposas son sustituidas en La montonera por el peso de una investigación y un relato que no podemos abandonar. El ritmo narrativo, sostenido e intenso, nos permite seguir los hechos paso a paso, reconstruir la historia, conocer de cerca al personaje.
Porque la vida de Norma Arrostito también tiene perfiles paradójicos. Singular y paradigmática, la joven nacida en una familia de clase media cuya infancia transcurrió en Villa del Parque acarrea los ideales y las traiciones de las chicas a quienes la Revolución Libertadora dejó un sabor de interrupción y amargura. Que despertaron en una década del sesenta dispuesta a no escatimar golpes ni crueldades, a pesar de las idealizaciones retrospectivas. Y que en esa década y en lo que les prestó la siguiente intentaron -como Marx y Rimbaud exigían- cambiar el mundo, cambiar la vida.
Si el destino particular de Norma Arrostito arroja luz -y lo hace- es porque su papel no fue el de una heroína o una víctima (aunque fuera también las dos cosas) sino porque refleja con generosidad los conflictos y las armonías de una época que merece —tal vez, por convulsiva y violenta, más que otras— lucidez y entendimiento. Lucidez y entendimiento sobran en Gabriela Saidon y su libro. Y también revelaciones que permiten, al cabo de treinta años, una interpretación más justa de los hechos.